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Un proyecto de baile en Quibdó saca a los jóvenes de la guerra

En menos de una década, 600 jóvenes de Quibdó han sido asesinados a causa de la violencia. Un proyecto de arte les ofrece una alternativa distinta a la de las pandillas, las extorsiones y la ilegalidad.

Tomás Tarazona Ramírez
15 de mayo de 2024 - 11:30 p. m.
Los integrantes del colectivo de baile ensayan en el malecón de Quibdó para hacer un video que le apueste a la paz y las oportunidades a los jóvenes.
Los integrantes del colectivo de baile ensayan en el malecón de Quibdó para hacer un video que le apueste a la paz y las oportunidades a los jóvenes.
Foto: Cortesía
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Jhonatan* es solo uno de los 30.000 jóvenes menores de 35 años de Quibdó a los que se les dificulta pensar en el futuro a causa de la violencia. Cuando se le pregunta sobre sus sueños, qué carrera quiere estudiar o cómo se proyecta, su respuesta es que no piensa en ello: “porque no creo que vaya a vivir tanto como para acabar la carrera”.

Si bien, los asesinatos de jóvenes y la ola de violencia no cesa, hay diferentes iniciativas que buscan aumentar las oportunidades para salir de este universo en el que no se puede soñar con el futuro.

El Espectador viajó a la capital de Chocó para conocer el programa Somos Grandes; una iniciativa organizada por la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (Usaid) y ACDI/VOCA, que busca que el arte se dibuje como una alternativa a la juventud chocoana que en menos de 10 años ha registrado al menos 600 jóvenes asesinados.

“Tenemos la cruz y el ataúd ahí cerquita siempre. No hay nadie que viva tranquilo y sé que, aunque yo no tenga nada que ver con esta guerra, solo por pasar una frontera invisible o meterme en el barrio equivocado puedo terminar muerto también”, señala uno de los jóvenes pertenecientes al programa.

Un ritmo contra la guerra

Desde 2015, la guerra de pandillas en Quibdó se volvió algo común en la vida chocoana, así como los asesinatos a jóvenes. Es lo que sucedió con Harley David Rivas, un estudiante de ingeniería ambiental de 19 años que, cumpliendo su turno en un comercio del centro de Quibdó, fue asesinado porque sus empleadores no habían pagado la extorsión.

Frente a esa situación, Usaid y ACDI/VOCA movilizaron recursos en 2018 para cambiar esa realidad y pavimentar un camino diferente al de la violencia. Ahora, sin importar si los jóvenes son cantantes, bailarines, compositores o DJ´s, el programa, Somos Grandes, apoya el talento y financia campañas para que opten por el arte. La iniciativa también tuvo un pilar por parte del Banco de Desarrollo para Latinoamérica y el Caribe (CAF).

“Nuestro propósito es que a través de la justicia social y el arte, los ‘peladitos’ de cinco o seis años nos vean a nosotros como referentes y cuando crezcan quieran dedicarse al arte en lugar de entrar en las pandillas o ir a formar parte de algún grupo armado, que abundan acá en Chocó”, asegura Naren*, uno de los jóvenes beneficiarios del programa. A hoy, al menos 100 personas menores de 35 años han tomado este rumbo.

Buscando que el proyecto fuera manejado por alguien que conociera los retos que deben ser superados en Chocó, las organizaciones designaron a Tostao, integrante de Chocquibtown, como líder y curador para asesorar a los jóvenes a que, mientras elegían el camino de la paz, pudieran tener éxito con sus canciones.

Desde hace una década, la Fundación Círculo de Estudios ha tabulado todos los casos en que una persona menor de 35 años ha sido asesinada, y, según Nohra Álvarez, la directora, “pareciera ser un problema sin escapatoria, a menos de que haya justicia y presencia estatal”. En la base de datos de la Fundación, por ejemplo, hay registros de futbolistas, cantantes, raperos, domiciliarios asesinados; incluso aquellos que, a falta de un trabajo formal, visitaron zonas riesgosas haciendo “mandados”, y esa fue la razón de su muerte.

José Yoer Palacios, por ejemplo, era un bailarín de 17 años que murió baleado en el 2020, solo por cruzar una de las calles “prohibidas” que delimitan la capital chocoana. El joven, que pertenecía al grupo de baile Black Boys, salió a comprar un regalo a su papá en la moto familiar, pero apareció muerto en una quebrada.

“En Chocó hay mucho talento, pero se desvía cuando llega la violencia a reclutarlo. Este proyecto nos abrió una puerta que durante muchos años estuvimos tratando de derribar: la de las oportunidades para la juventud”, cuenta Yilmar, uno de los pioneros de apostarle al arte en Quibdó.

Arte como resistencia

Hacer arte en Quibdó a través de la música es, para Yilmar, otro de los jóvenes beneficiados, una forma de resistencia. Pese a ser uno de los primeros en apostarle al “ritmo exótico”, aún recuerda todos los compañeros que fueron asesinados o reclutados por los grupos y que ahora no pueden compartir con él la alegría de haber triunfado componiendo canciones.

Con muy pocos recursos, los jóvenes en Quibdó iniciaron grabando videos y coreografías artesanales para que se pudiera conocer su arte y que, los grupos violentos no los percibieran como “amenazas” o “integrantes de otros combos”, recuerda.

Por ejemplo, en 2020 compusieron la canción “fiesta acústica” que actualmente supera los 200 millones de reproducciones y ha logrado visibilizar que, como cuenta Yilmar, se pueda asociar a Chocó con éxito e historias de triunfo.

“Este proyecto no consiste únicamente en hacer música o guiar a los jóvenes a buenos caminos, sino que queremos devolverle una identidad perdida por la guerra a Quibdó. Que las personas piensen en Chocó como el lugar donde salen artistas y personas capaces, no solo un lugar violento y de pobreza”, asegura uno de los profesores del proyecto.

La iniciativa ya ha dado varios resultados positivos en los integrantes. Dos jóvenes bailarines, que tenían procesos pendientes con la justicia e incluso habían visto morir a sus compañeros dentro de las pandillas, fueron invitados al Estéreo Picnic, uno de los eventos musicales más grandes del país y que reúne alrededor de 160.000 espectadores.

La fama aún no ha llegado para todos los jóvenes que hasta ahora están cosechando la paz, pero sus sueños esta vez están compuestos de cantar rap o bailar al flow de la música chocoana en lugar de empuñar armas y perpetuar la violencia.

“El arte nos dio un chaleco protector que nos garantiza un poquito más de vida en una ciudad donde la muerte a nuestros jóvenes predomina. Y solo por esa ventaja, vale la pena luchar hasta el final por el proyecto”, concluye Yilmar.

*Los nombres fueron cambiados por seguridad de los jóvenes del proyecto

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Tomás Tarazona Ramírez

Por Tomás Tarazona Ramírez

Periodista de investigación con énfasis en conflicto, memoria y paz.ttarazona@elespectador.com

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