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Tal vez en su jardín haya una planta que, sin saberlo, está protegiendo a las demás. O quizá alguna vez notó que ciertas especies simplemente no prosperan cuando se siembran juntas. Aquí le decimos que nada de esto es casualidad: se trata de alelopatía, un fenómeno natural curioso en el que las plantas liberan compuestos químicos capaces de influir —para bien o para mal— en el crecimiento, la salud o la supervivencia de otras plantas u organismos cercanos.
“La alelopatía se refiere específicamente al fenómeno mediante el cual las plantas liberan compuestos bioquímicos conocidos como sustancias alelopáticas. Tradicionalmente, estos compuestos han sido estudiados por sus efectos de repulsión y competencia entre plantas, así como por su interacción con microorganismos e insectos. Sin embargo, la alelopatía abarca un espectro mucho más amplio de funciones biológicas, incluyendo la regulación del crecimiento, el desarrollo y los procesos reproductivos de las plantas”, explicó Sebastián Niño, coordinador territorial del Jardín Botánico de Bogotá.
Los efectos de estas sustancias alelopáticas pueden manifestarse de dos maneras principales: como inhibidores o como estimulantes de diversos procesos biológicos. Las plantas secretan estos compuestos a través de diferentes estructuras, principalmente las raíces y los tallos, aunque también pueden encontrarse en las semillas. La localización específica de la producción de estos compuestos depende de la estructura particular y el tipo de planta en cuestión.
Las plantas desarrollan dos tipos fundamentales de síntesis bioquímica. Por un lado, producen moléculas esenciales como proteínas, ácidos nucleicos y azúcares, indispensables para su crecimiento y funcionamiento. Por otro, generan una amplia gama de compuestos químicos que no son vitales para su desarrollo inmediato, pero sí juegan un papel clave en su interacción con el entorno. Entre estos se encuentran los compuestos alelopáticos, que actúan como mecanismos de defensa frente a otros organismos.
“Una forma sencilla de entender este fenómeno es recordar que, a diferencia de los animales, las plantas no pueden moverse ni defenderse físicamente de sus agresores. En su lugar, han desarrollado estrategias químicas de protección mediante la producción de metabolitos secundarios, que son la base de los compuestos alelopáticos. Entre estos se incluyen fenoles, terpenoides, alcaloides, ácidos orgánicos y flavonoides”, explicó el experto Niño.
Sin embargo, Niño advierte que las plantas producen cientos —incluso miles— de compuestos químicos, muchos de los cuales aún no han sido plenamente identificados ni se comprende bien su función. Algunos de ellos podrían tener un papel importante en la alelopatía, pero su estudio representa un desafío. En muchos casos, estos compuestos se generan en cantidades muy pequeñas, lo que dificulta su extracción y análisis. Además, sintetizarlos artificialmente para evaluar sus efectos sobre otros organismos es técnicamente complejo, lo que ha impedido un conocimiento más amplio y sistemático sobre su comportamiento. Por estas razones, la alelopatía sigue siendo un campo de investigación con amplio potencial por explorar.
“Es importante distinguir entre la alelopatía natural —que se da entre plantas vivas en interacción directa dentro de un mismo ecosistema— y las aplicaciones prácticas que se derivan de este concepto. Por ejemplo, el uso de extractos vegetales como el aceite de Neem, o preparados hechos con ruda o manzanilla para elaborar repelentes naturales, se basa en principios alelopáticos, pero no son alelopatía en sentido estricto. En estos casos, ya no se trata de una planta viva afectando directamente a otra, sino del uso aislado de sus compuestos en productos aplicados por intervención humana. Por eso, aunque están relacionados, es importante no confundir ambos enfoques", dijo el experto.
Aclara de hecho, que es necesario mantener precaución con ciertas especies y sus extractos. Por ejemplo, el extracto de neem, considerado un insumo orgánico, puede ocasionar efectos adversos como mareos o problemas dermatológicos en seres humanos si se aplica incorrectamente.
¿Pero cómo funciona específicamente la alelopatía ?
“La alelopatía puede aprovecharse en la agricultura para fomentar asociaciones beneficiosas entre especies o para evitar combinaciones que resulten perjudiciales”, explica Juan David Fernández, ingeniero agrónomo de la Universidad Nacional de Colombia y actual coordinador de la colección viva del Jardín Botánico de Medellín. “Este fenómeno ocurre de forma constante en el entorno natural, aunque muchas veces pasa desapercibido”.
Según Fernández, la aplicación más efectiva de la alelopatía en los sistemas agrícolas se relaciona principalmente con el diseño estratégico de cultivos, que incluye barreras naturales, cercas vivas y asociaciones planeadas entre especies. “Un ejemplo exitoso es la asociación entre ajo y fresa, donde el ajo no solo actúa como repelente natural, sino que también puede mejorar las características organolépticas de la fresa”, señala. Existen guías y cartillas que documentan este tipo de combinaciones, lo que facilita su aplicación por parte de agricultores y personas dedicadas a la agricultura urbana o agroecológica.
Sin embargo, aclara que las interacciones alelopáticas van más allá del simple efecto repelente. En muchos casos, los compuestos que produce una planta pueden estimular procesos fisiológicos en otra, como el fortalecimiento de raíces o la activación de mecanismos de defensa.
“Ciertos exudados radicales, por ejemplo, envían señales químicas que activan sistemas defensivos en plantas vecinas, creando una red de comunicación subterránea que aún estamos empezando a comprender”, aclaró.
Estos son algunos ejemplos útiles para ilustrar los distintos efectos de la alelopatía, según Fernandez:
- Asociación positiva: rosas y cebolla de rama.“La cebolla ayuda a repeler insectos que atacan a las rosas, mientras que las rosas favorecen el crecimiento de la cebolla. Es una sinergia natural que puede aprovecharse en huertos o jardines domésticos”.
- Alelopatía inhibitoria: el mango.“El mango es altamente alelopático. Su presencia impide el crecimiento de otras especies en su entorno inmediato. Por eso, es poco común encontrar plantas sanas creciendo bajo su copa”.
- Planta aromática con efectos negativos: el romero.“El aroma fuerte del romero indica la presencia de compuestos alelopáticos activos. Aunque es eficaz como repelente de insectos, puede inhibir el desarrollo de hortalizas como lechuga y repollo si se siembra muy cerca de ellas”.
- El girasol como cultivo trampa.“El girasol, como otras flores de color amarillo, atrae insectos chupadores. Al sembrarlo cerca del cultivo principal, estos insectos se desvían hacia el girasol. Así, se concentran en una planta secundaria donde se pueden aplicar medidas de control específicas, sin afectar directamente el cultivo de interés”.
Por su parte, Niño también menciona casos específicos de compuestos alelopáticos ya documentados por su acción sobre otros organismos:
- Ajo (Allium sativum):“Contiene alicina, una sustancia con propiedades antifúngicas y antibacterianas”.
- Artemisia (ajenjo):“Produce terpenos que pueden inhibir la germinación de semillas de otras plantas, por lo que es útil para el control de malezas”.
Ambos casos, según los expertos, demuestran el potencial de la alelopatía como herramienta ecológica para mejorar la salud y productividad de los cultivos, especialmente en contextos donde se busca reducir el uso de insumos químicos.
Recomendaciones Prácticas
Para aprovechar la alelopatía en sistemas agroecológicos y huertas caseras, es clave tener en cuenta las siguientes recomendaciones, según Fernandez:
- Educarse sobre las interacciones planta a planta: Antes de establecer cultivos mixtos, es importante investigar cuáles especies son compatibles y cuáles podrían afectarse mutuamente.
- Aprovechar combinaciones beneficiosas: Muchas hortalizas tienen propiedades alelopáticas complementarias. Identificarlas puede ayudar a reducir plagas de manera natural.
- Aplicar el conocimiento a árboles urbanos: La alelopatía también debe considerarse en la siembra de árboles en espacios públicos, ya que algunas especies arbóreas dificultan el establecimiento de vegetación cercana.
- Consultar fuentes confiables: Actualmente existe abundante información en línea y literatura especializada que permite planificar cultivos más sostenibles e inteligentes.
Pero ojo, aunque la alelopatía es una herramienta valiosa para el diseño agroecológico, también presenta múltiples limitaciones que deben considerarse cuidadosamente. Niño menciona que es importante no idealizar este fenómeno, ya que su comportamiento es variable y difícil de predecir.
“Uno de los principales retos en la aplicación práctica de la alelopatía es que la gente piensa que porque cultivó dos plantas ya se solucionaron sus problemas, sin embargo, deben saber que las plantas no generan de forma constante los compuestos alelopáticos. Su producción depende de múltiples factores como el clima, la calidad del suelo, el nivel de estrés ambiental, la disponibilidad de nutrientes y, sobre todo, la etapa fenológica (es decir, el momento del desarrollo en el que se encuentra la planta). Es otras palabras, la planta no siempre genera sustancias; lo hace solo si las necesita, ya que eso puede implicar un gasto energético adicional”, explica Niño.
Por ejemplo, el tomate es conocido por producir ciertos compuestos alelopáticos, pero si no está expuesto a plagas o si se encuentra debilitado por condiciones desfavorables, es probable que no los genere. Lo mismo ocurre con la ruda. Aunque su fuerte aroma ha sido tradicionalmente asociado con la capacidad de ahuyentar insectos, estos efectos dependen de múltiples factores que rara vez se consideran en las recomendaciones populares.
“Es por esto que la alelopatía no debe entenderse como una solución mágica, sino como una posibilidad condicionada por el estado integral de la planta. El verdadero reto, entonces, es crear condiciones agroecológicas adecuadas que permitan a las plantas expresar su potencial químico de forma natural y efectiva, como parte de un sistema más amplio de salud y resiliencia vegetal”, señala Niño.
En esa misma línea, Fernández enfatiza la importancia de conocer en profundidad las especies que se desean cultivar. Recomienda instruirse sobre las características de cada planta y entender qué combinaciones pueden ser beneficiosas o perjudiciales en un mismo espacio. “Es fundamental identificar esas asociaciones que se potencian entre sí o que ayudan a reducir la incidencia de plagas. Ese conocimiento permite tomar decisiones más acertadas al momento de diseñar un huerto o un sistema productivo”, indica.
“Ojalá podamos avanzar hacia una agricultura más sustentable, que proteja tanto el ambiente como la salud humana y animal. La alelopatía hace parte de ese camino, y trabajar con plantas de forma consciente y respetuosa puede ser una experiencia transformadora”, concluyó Fernandez.
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