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Así se ve una planta estresada: cómo reconocerlo, qué hacer y cuidados

Conocer las necesidades específicas de cada planta y anticiparse a los factores que pueden estresarla es la clave para mantenerla sana y evitar daños difíciles de revertir.

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La  Huerta
09 de diciembre de 2025 - 08:00 p. m.
Hay algunos factores clave que pueden ocasionar que las hojas de sus plantas se pongan amarillas.
Hay algunos factores clave que pueden ocasionar que las hojas de sus plantas se pongan amarillas.
Foto: Pixabay
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Si en su hogar hay una planta que le acompaña y atraviesa una mudanza, un cambio importante o simplemente un momento difícil, es natural que comience a preguntarse cómo reaccionará ella también. Las plantas, aunque silenciosas, expresan claramente cuando algo no va bien, y aprender a reconocer de inmediato sus señales de estrés puede marcar la diferencia entre perderla o ayudarla a recuperarse.

Lo primero que conviene tener claro es que las plantas pueden experimentar dos grandes tipos de estrés, tal como lo explica el National Institutes of Health (NIH), del Departamento de Salud y Servicios Humanos de Estados Unidos. Esta distinción es fundamental porque permite entender de dónde provienen los problemas que afectan a una planta y cómo responder de manera adecuada para proteger su salud y su desarrollo:

  • Estrés biótico: Se refiere a los estresores provocados por seres vivos como bacterias, virus, hongos, insectos u otros organismos capaces de causar daños severos.
  • Estrés abiótico: Agrupa todos los factores no vivos que afectan a las plantas, como temperaturas extremas, presencia de metales pesados en el suelo, alta salinidad, sequías o falta de agua. Estos elementos dificultan el crecimiento y la productividad, y alteran procesos esenciales como la fotosíntesis o la absorción de nutrientes.

¿Cuáles son las manifestaciones más comunes de estrés?

Por el lado de las amenazas bióticas, esta suelen manifestarse mediante manchas, mordidas, deformaciones o síntomas de enfermedad visibles. Algunos ejemplos son:

  1. Plagas: Las plagas —como pulgones, cochinillas, caracoles o ácaros— dañan a la planta porque se alimentan de su savia, hojas o tallos. Al hacerlo, debilitan sus tejidos, frenan su crecimiento y pueden transmitir enfermedades.
  2. Enfermedades: Hongos, bacterias y virus afectan a la planta porque alteran su funcionamiento interno. Invaden sus tejidos, bloquean el paso de nutrientes y agua, y provocan manchas, pudriciones o deformaciones que pueden terminar matándola.

Para prevenir estos problemas, lo ideal es aplicar de manera periódica productos fitosanitarios adecuados. También existen alternativas caseras, como el jabón potásico, el aceite de neem o mantener una buena higiene vegetal. En este enlace le explicamos más sobre estos remedios y cómo utilizarlos correctamente.

  1. Estrés mecánico: Este estrés ocurre por un mal manejo durante tareas de cuidado. Un ejemplo común es podar con herramientas desafiladas, lo que genera cortes irregulares y heridas que tardan más en cicatrizar, aumentando el riesgo de infecciones. Utilizar las herramientas adecuadas y realizar cortes limpios es esencial para evitar daños innecesarios.

Por el lado del estrés abiótico tenemos otros síntomas, y es que este suele expresarse a través de marchitez, amarillamiento, quemaduras o crecimiento detenido. Dentro de este grupo se encuentran varios factores que influyen directamente en su bienestar:

  1. Falta o exceso de agua: Las plantas sufren cuando pasan demasiado tiempo sin riego, aunque su tolerancia varía según la especie: un cactus puede soportar sequías prolongadas, mientras que muchas plantas tropicales necesitan un sustrato siempre húmedo. La falta de agua suele manifestarse con hojas amarillas, secas y tallos quebradizos. ¿Qué tener en cuenta? Identificar correctamente la especie y conocer sus necesidades específicas de riego. Aquí encontrará algunos consejos útiles para hacerlo.
  2. Falta o exceso de luz: Cada planta tiene necesidades específicas de luz. Algunas, el girasol, requieren muchas horas de sol directo, mientras que las llamadas “plantas de interior” no toleran esa exposición y pueden quemarse si reciben sol intenso. Ojo, una luz inadecuada provoca quemaduras, marchitez o crecimiento limitado, es por ello que antes de adquirir una planta, conviene informarse sobre cuántas horas de luz y qué tipo de exposición necesita.
  3. Falta o exceso de nutrientes: Las plantas absorben del suelo los nutrientes esenciales para crecer. Existen 13 nutrientes clave, entre ellos nitrógeno, fósforo, potasio, hierro, zinc o magnesio y cuando falta alguno, esto puede causar enfermedades como la clorosis férrica o detenerse el crecimiento y la floración. Pero tenga en cuenta algo, como en los casos anteriores, un exceso también es perjudicial: niveles demasiado altos provocan toxicidad, generando manchas marrones y necrosis en las hojas. Mantener un equilibrio adecuado en la fertilización es crucial.
  4. Exceso de sales en el suelo: Conocido como “estrés salino”, ocurre cuando el suelo contiene demasiadas sales y la planta no puede absorber el agua correctamente. Los síntomas se parecen a los de una sequía. Es común en zonas costeras donde se cultivan especies no adaptadas a ambientes cercanos al mar.
  5. Temperaturas extremas: Algunas plantas son sensibles al frío y no sobreviven cuando la temperatura se acerca a los cero grados; otras pueden resistir heladas sin problema. También existen especies que no toleran el calor excesivo. El frío puede causar quemaduras y necrosis, mientras que el calor genera síntomas similares a la falta de agua. Conocer el rango térmico ideal de cada planta permite protegerla en temporadas extremas.

La mejor conclusión es esta: antes de adquirir una planta o moverla de lugar, conviene conocer a fondo sus cuidados y las condiciones que realmente puede ofrecerle. Un pequeño descuido —demasiada agua, poca luz, un sustrato inadecuado— puede provocar estrés y afectar seriamente su salud.

La realidad es que todo “depende” de la especie, porque cada una es un ser vivo con necesidades propias. Aun así, la regla de oro es siempre la misma: mejor prevenir que lamentar.

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