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Estas son algunas de las plantas que no debe usar en celebraciones religiosas

Promover celebraciones religiosas con plantas cultivadas y materiales sostenibles ayuda a conservar la biodiversidad y evitar el uso ilegal de especies silvestres.

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Leidy Barbosa
15 de abril de 2025 - 06:15 p. m.
Una de las amenazas más significativas (y quizá la más visible por su arraigo cultural) es la tradicional recolección de sus hojas jóvenes para la elaboración de ramos durante las celebraciones del Domingo de Ramos.
Una de las amenazas más significativas (y quizá la más visible por su arraigo cultural) es la tradicional recolección de sus hojas jóvenes para la elaboración de ramos durante las celebraciones del Domingo de Ramos.
Foto: EFE - Bienvenido Velasco
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Durante la Semana Santa y otras festividades religiosas, muchas familias en Colombia decoran sus hogares y participan en celebraciones religiosas que forman parte del patrimonio cultural del país. Sin embargo, algunas de estas tradiciones implican el uso de especies vegetales silvestres cuya recolección representa una seria amenaza para el medio ambiente. A continuación, le contamos cuáles son las plantas en riesgo y por qué es importante evitar su uso, promoviendo así prácticas más sostenibles y responsables con la biodiversidad.

Una de las especies más emblemáticas afectadas por estas prácticas es la palma de cera del Quindío (Ceroxylon quindiuense), declarada árbol nacional de Colombia mediante la Ley 61 de 1985. Considerada la palma más alta del mundo, puede alcanzar hasta 70 metros de altura y vivir más de cien años. Su presencia se destaca por tener un tronco cubierto de cera y largas hojas verde grisáceas, el cual forma parte del paisaje andino y del patrimonio natural del país.

A pesar de su importancia cultural y ecológica en el país, y de la protección legal que se le ha otorgado —incluida la Ley 2111 de 2021 que prohibió específicamente su comercialización para ramos religiosos— la palma de cera enfrenta una situación crítica que la mantiene catalogada en la categoría “En Peligro” (EN) según el Ministerio de Ambiente. Esta clasificación no es casual; refleja una realidad alarmante de disminución poblacional que amenaza su supervivencia a largo plazo.

Uno de los principales factores que explican esta vulnerabilidad es su limitada área de distribución, como señaló Jeimy Cuadrado, coordinadora de recursos naturales y medios de vida de WWF Colombia. Y es que esta especie crece únicamente en una franja altitudinal específica de los Andes de Colombia y Ecuador, entre los 2.500 y 2.800 metros sobre el nivel del mar.

Las poblaciones más importantes y mejor conservadas se encuentran en regiones específicas de los Andes colombianos, como el corregimiento de Toche (municipio de Ibagué) en el Tolima; el emblemático Valle del Cocora en el Quindío; Tenerife (municipio de El Cerrito) en el Valle del Cauca; y algunas zonas de Caldas, como Marulanda y el corregimiento de San Félix, en Salamina. Esta distribución tan restringida representa un factor de riesgo, ya que cualquier cambio drástico en estos ecosistemas podría afectar gravemente la supervivencia de la especie.

“Una de las amenazas más significativas (y quizá la más visible por su arraigo cultural) es la tradicional recolección de sus hojas jóvenes para la elaboración de ramos durante las celebraciones del Domingo de Ramos. Esta práctica, aunque menos común que en años anteriores, sigue siendo especialmente perjudicial debido al lentísimo crecimiento de la especie, que produce apenas una o dos hojas nuevas al año. Aunque una extracción ocasional podría no ser letal, la cosecha continua debilita gravemente a los ejemplares jóvenes. En los casos más extremos, se ha llegado incluso a talar palmas adultas con el único fin de acceder más fácilmente a sus cogollos, una práctica devastadora que elimina de un solo golpe árboles que han tardado décadas en desarrollarse”, explicó la experta.

Esta situación es aún más preocupante si se considera el papel ecológico fundamental de la palma de cera. No solo es una especie emblemática, sino que actúa como “especie sombrilla”, lo que significa que su conservación protege indirectamente a muchas otras formas de vida y al ecosistema en general. Sus frutos y estructura benefician a una amplia variedad de aves, como el Loro Orejiamarillo (Ognorhynchus icterotis), una especie en peligro cuya supervivencia depende casi por completo de esta palma para anidar y alimentarse. Pavas, tucanes, carriquíes y mirlos también dependen de los recursos que ofrece, al igual que mamíferos silvestres como las tairas. Incluso después de morir, sus troncos huecos siguen ofreciendo refugio a diversas especies.

“Frente a este panorama, diversas instituciones ambientales y educativas han impulsado a lo largo de los años campañas para promover alternativas sostenibles que sustituyan el uso tradicional de la palma de cera en celebraciones religiosas. Entre estas alternativas destacan el uso de plantas vivas que posteriormente puedan ser sembradas, como la iraca; materiales agrícolas de rápido crecimiento como el amero del maíz; otras especies vegetales no amenazadas cuyo aprovechamiento resulta menos problemático; o incluso el uso de plantas ornamentales comerciales en macetas. Estas iniciativas buscan conciliar las tradiciones culturales con la imperativa necesidad de conservación biológica”, dijo Cuadrado.

Dentro de estas alternativas también se destacan especies sostenibles como el eucalipto, que aporta un aroma fresco, o plantas ornamentales como el guayacán, la palma de areca o la robelina, que además de cumplir una función simbólica, embellecen los espacios y no ponen en riesgo la biodiversidad. Adoptar este tipo de prácticas no solo respeta el sentido espiritual de la festividad, sino que fortalece el compromiso con la protección del entorno.

“Una propuesta particularmente creativa es la elaboración de ramos con materiales reciclados, una iniciativa que no solo reduce el impacto ambiental, sino que también invita a las familias, especialmente a los niños, a participar en una actividad significativa durante la Semana Santa. Este enfoque permite transmitir valores de sostenibilidad ambiental junto con las creencias religiosas, convirtiendo una tradición en una experiencia educativa y consciente que refuerza el vínculo entre espiritualidad y respeto por la naturaleza”, señaló la experta.

En esa misma línea educativa, Cuadrado menciona que es fundamental ampliar la mirada hacia otras prácticas culturales de la temporada que también pueden tener efectos negativos sobre la biodiversidad. Una de las más preocupantes es el consumo de especies protegidas, como los huevos de iguana o de tortuga, que genera consecuencias ambientales graves y pone en riesgo la conservación de ecosistemas ya vulnerables.

“A esto se suma la venta ilegal de fauna y flora silvestre, una práctica común durante esta temporada en distintas carreteras del país. Entre las especies más afectadas se encuentran iguanas, tortugas, aves, primates, osos perezosos, orquídeas y bromelias. Estas actividades representan una seria amenaza para la biodiversidad. En el caso de los animales, el cautiverio compromete su bienestar, provoca estrés, altera su alimentación y desestabiliza sus ciclos biológicos. Es por esto que es fundamental que la ciudadanía comprenda que la compra y tenencia de estos animales no es un acto de cariño, sino una forma de explotación que pone en riesgo su salud y su supervivencia”, advirtió Cuadrado.

Otras plantas que no debe usar en celebraciones religiosas

Durante celebraciones religiosas, como la Semana Santa, la Cruz de Mayo, o Navidad, muchas personas recurren a plantas silvestres que son extraídas directamente de su entorno natural. Aunque estas prácticas forman parte de la tradición cultural, representan un serio riesgo ambiental, debido a que varias de estas especies desempeñan funciones vitales en los ecosistemas y su recolección, además de estar prohibida, compromete el equilibrio ecológico de zonas como los bosques andinos.

A continuación, se destacan algunas de las especies más utilizadas y amenazadas:

  • Laurel de cera: Es una planta nativa que se encuentra en ecosistemas estratégicos como los Cerros Orientales de Bogotá. Su uso más común está relacionado con la celebración del Día de la Santa Cruz, durante el cual se elaboran cruces con sus ramas. Esto es un problema grave porque esta especie cumple funciones ecológicas esenciales: ayuda a fijar el nitrógeno en el suelo, lo que enriquece el terreno para otras especies; contribuye a controlar la erosión en laderas y riberas; y sirve de refugio y alimento para distintas especies de fauna silvestre. Al ser extraída de manera indiscriminada, se interrumpen estos procesos y se altera gravemente el equilibrio del ecosistema. Por su importancia, su recolección está catalogada como delito ambiental.
  • Orquídeas silvestres: Son uno de los grupos vegetales más diversos y valorados en Colombia, país que alberga más de 4.000 especies. Algunas, como la Cattleya trianae (flor nacional), Masdevallia o Restrepia, son muy apreciadas por su belleza y se utilizan para decorar altares y procesiones durante fechas religiosas. Sin embargo, muchas de estas orquídeas se encuentran en peligro debido a la pérdida de hábitat y al tráfico ilegal. Su crecimiento suele ser lento y muchas solo florecen en condiciones específicas de altitud y humedad dentro del bosque nublado. Al ser extraídas del medio silvestre, no solo se pone en riesgo su supervivencia, sino también la de otros organismos que dependen de ellas en procesos como la polinización.
  • Sietecueros: Es una especie endémica de Colombia que crece principalmente en la cordillera Oriental, entre los 2800 y 4000 metros de altitud. Sus vistosas flores lilas la han convertido en una planta muy llamativa, lo que ha incentivado su corte para fines ornamentales. Además, su madera es utilizada como leña y para construir estacas o cercas, especialmente en zonas rurales. Esta explotación, sumada a la expansión agrícola y la ganadería, ha provocado una fuerte fragmentación de los bosques donde habita. Esto dificulta los procesos ecológicos necesarios para la regeneración natural de estos ecosistemas y afecta la conectividad de la fauna y flora asociada. Su conservación es clave para garantizar la protección de suelos, la regulación del agua y la biodiversidad de los páramos y bosques altoandinos.

Además de estas especies, el musgo también enfrenta amenazas significativas. A pesar de su bajo perfil decorativo, es fundamental para el equilibrio hídrico de los ecosistemas de montaña. El musgo tiene la capacidad de retener hasta veinte veces su peso en agua, lo que ayuda a mantener la humedad durante las sequías y a regular el ciclo hídrico en zonas altas. También previene la erosión de los suelos y crea condiciones adecuadas para el crecimiento de otras especies vegetales. Su extracción para decorar nacimientos o celebraciones religiosas es altamente perjudicial, ya que su crecimiento es extremadamente lento: un solo kilo de musgo puede tardar hasta siete años en regenerarse. Actualmente, se estima que hay al menos 38 especies de musgos en algún grado de amenaza debido a estas prácticas.

Recomendaciones finales:

  • Infórmese antes de comprar: No todas las plantas ornamentales en venta provienen de cultivos legales. Antes de adquirirlas, verifique su procedencia y asegúrese de que no sean especies silvestres extraídas ilegalmente. Prefiera viveros certificados o mercados que promuevan la producción sostenible.
  • Use plantas nativas cultivadas: Muchas especies propias del país pueden cultivarse de forma responsable en casa o en huertas urbanas. Integrar estas plantas a las celebraciones permite mantener el vínculo con la tradición sin comprometer los ecosistemas.
  • Rechace la compra de fauna y flora silvestre en carretera o mercados informales: Evite adquirir animales como tortugas, aves o primates, así como plantas como orquídeas silvestres y musgo. Su tenencia y transporte constituyen delitos ambientales y afectan gravemente la biodiversidad.
  • Reutilice y cree adornos duraderos: En lugar de utilizar vegetación natural cada año, elabore adornos con materiales reutilizables inspirados en formas y colores de plantas. Esto disminuye la demanda de especies naturales y aporta a una cultura de bajo impacto ambiental.

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Leidy Barbosa

Por Leidy Barbosa

Periodista de la Universidad Externado de Colombia, con énfasis en la producción audiovisual y en animación digital. Apasionada por temas medioambientales y sociales.@leidyramirezbLbarbosa@elespectador.com

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