Las huertas urbanas no son únicamente espacios para cultivar alimentos; también son lugares donde se fortalecen vínculos, se comparten saberes y se recupera la relación con la tierra. Y es, de hecho, bajo esta mirada, que Santander, en el municipio de Girón, se viene impulsando un proceso que invita a los adultos mayores a volver a poner las manos en la tierra, a reencontrarse con sus conocimientos y a resignificar esa experiencia que durante años hizo parte de sus vidas.
La idea del proyecto surgió de la doctora Diana Parada, quien en su momento se desempeñaba como secretaria de Desarrollo del municipio de Girón. Ella contactó a Fundesan y compartió la propuesta inicial, que posteriormente fue construida y redactada en conjunto con el Centro del Adulto Mayor de Girón. La iniciativa fue presentada al cooperante internacional Iwords, quien decidió apoyar financieramente el proyecto y, además, realizar seguimiento a los indicadores sociales, demostrando así un compromiso más allá del aporte económico.
Tras la aprobación y consecución de los recursos, se contrató a la empresa Cultivando Vida, un emprendimiento santandereano que promueve la agricultura orgánica a través de servicios de capacitación, para liderar la implementación de la huerta y la parte técnica relacionada con la siembra de las plántulas.
“En el lugar ya existía un grupo activo con diversas actividades comunitarias. Incluso funcionaba la iniciativa Aguas de la Nona, creada para mantener el vínculo de los adultos mayores con la tierra. Cuando conocimos este proceso, nuestras ideas se conectaron de forma natural”, explicó Yuly Forero, fundadora de Cultivando Vida.
A partir de ese encuentro de saberes y prácticas, se consolidó la huerta, entendida no solo como un espacio para sembrar, sino como un lugar vivo que reúne historias, memorias y aprendizajes.
“Más allá de la siembra, el valor de esta huerta está en lo que representa para ellos. Por un lado, nos permite rescatar saberes invaluables; y por otro, ofrecer un espacio de comunidad, donde se reconozcan como protagonistas y no como personas relegadas. Queremos que sientan que son capaces y que aquello que saben hacer tiene un sentido y una importancia real”, concluyó.
¿Cómo fue la conformación de la huerta?
La huerta se diseñó pensando en fortalecer la seguridad alimentaria y en aprovechar las condiciones cálidas de Girón. Para ello, se establecieron cerca de 200 plantas organizadas en diferentes grupos: leguminosas; hortalizas de fruto como tomate, pepino y berenjena; hortalizas de hoja como lechugas, acelgas, rúgula, repollo y espinacas; además de hierbas condimentarias como perejil, cilantro y rama de apio.
“Un componente clave es el de las plantas aromáticas y medicinales, pues ahí los adultos mayores comparten saberes de medicina natural con la comunidad. Por eso, en la huerta se incluyeron variedades como hierbabuena, menta, albahaca, tomillo, romero, anís y caléndula, entre otras. Este enfoque terapéutico y ancestral es uno de los pilares más importantes del proceso”, aseguró la experta.
Menciona que, al día de hoy, más de 30 adultos mayores hacen parte del programa y trabajan de manera rotativa para que todos tengan una función dentro de la huerta.
¿Qué beneficios tiene hacer una huerta para adultos mayores?
“Uno de los beneficios más significativos es la posibilidad de reconectar con una actividad que hizo parte de sus vidas, pero desde un lugar completamente distinto. Cuando eran jóvenes, el trabajo en el campo era una obligación y no había espacio para el disfrute. Ahora, la huerta se convierte en un espacio terapéutico: allí se relacionan con la tierra desde la calma, el acompañamiento y la posibilidad de compartir”, aseguró Forero.
Menciona que a través de los informes y conversaciones con los equipos que los acompañan a diario, se ha evidenciado que los adultos mayores se sienten más animados, activos y valorados. Y es que las huertas confronta directamente los estereotipos que asocian la vejez con la pasividad o la inutilidad. Aquí, su experiencia se reconoce como conocimiento vivo y necesario, y cada acción produce resultados visibles: una planta que crece, un fruto que se cosecha, un espacio que florece. Ese reconocimiento fortalece la autoestima y devuelve el sentido de propósito.
“Además, este espacio fomenta la participación comunitaria. Los adultos mayores se organizan en turnos y se encargan de todas las labores: entutorar, podar, abonar, sembrar y cosechar. También exploran la elaboración de productos derivados, como en el proyecto “Aguas de la Nona”, donde se comparten saberes de medicina natural a partir de plantas aromáticas y medicinales", dijo la fundadora.
Eso sí, la huerta se suma a otras actividades que realizan como baile, teatro, pintura y costura, pero tiene una particularidad: aquí ponen en práctica lo que saben desde hace años, y lo hacen con autonomía, tranquilidad y disfrute. Y ese reencuentro con su propia historia es, en sí mismo, un beneficio profundo.
“Ya hemos tenido las primeras cosechas, lo cual es muy emocionante. La huerta se inauguró a principios de septiembre, y plantas de ciclo corto como pepino e ichiguela ya están produciendo frutos”, puntualizó.
¿Hay planes de expansión de la huerta?
“Nosotros queremos que esta idea no se quede solo en este proyecto. Existe un interés claro en ampliarlo y replicarlo en otros espacios donde los adultos mayores también puedan fortalecer sus vínculos y encontrar en la huerta una actividad que les dé sentido y bienestar. Por eso, actualmente se están buscando aliados que permitan escalarlo y consolidarlo como una iniciativa sostenible en el tiempo”, aseguró Forero.
La expansión no apunta solamente a sembrar más, sino a que los adultos mayores puedan participar en procesos productivos que generen un beneficio económico real. Esto es clave porque, en muchas ocasiones, las personas mayores sienten que ya no tienen un lugar en el sistema laboral. Aquí ocurre lo contrario: su conocimiento es el eje central y se convierte en una oportunidad para demostrar su experiencia y sabiduría a cambio de una oportunidad laboral.
Actualmente, el proyecto se sostiene en un trabajo colaborativo donde cada entidad cumple un rol clave: IWords aporta los recursos para materiales y herramientas; Fundesan fórmula y estructura la iniciativa y Cultivando Vida acompaña el proceso desde su experiencia técnica. Esta coordinación ha permitido que la huerta funcione y que hoy sea un espacio activo, con proyección de crecimiento.
“Sin embargo, para expandirnos necesitamos más aliados. Requerimos patrocinadores y personas dispuestas a apoyar estos procesos, no solo desde lo económico, sino desde el compromiso con el bienestar y la participación de los adultos mayores. La idea es que esta experiencia pueda llegar a muchas más comunidades”, señaló la experta.
En ese sentido, la continuidad y el crecimiento del proyecto dependen de que más actores se sumen y reconozcan el valor de estas iniciativas. No se trata solo de ampliar un espacio de cultivo, sino de fortalecer un proceso social que dignifica la participación de los adultos mayores y pone en valor sus conocimientos.
Es por eso que hacen un llamado a las comunidades a fomentar este tipo de proyectos en los territorios. Según la experta, las huertas no solo contribuye a la seguridad alimentaria, permitiendo que las personas cultiven parte de su alimento, sino que también ayuda a recuperar la conexión con la tierra y a valorar el trabajo agrícola. Cultivar es entender la naturaleza desde la experiencia directa.
“En este proceso, los adultos mayores cumplen un papel fundamental. Ellos no solo participan, sino que transmiten saberes que forman parte de nuestra identidad agrícola y cultural. Su experiencia es un tesoro que no puede perderse. Por eso, crear espacios donde puedan compartir, enseñar y mantenerse activos es esencial para construir comunidades más sostenibles y solidarias”, finalizó.
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