Cuando se piensa en un vivero, es común imaginar un espacio lleno de flores ornamentales listas para la venta. Sin embargo, detrás de esa imagen hay una realidad mucho más profunda. Los viveros no son solo lugares donde nacen las plantas; son centros de vida, conservación y esperanza. Y cuando estos espacios están ubicados en zonas de alta importancia ecológica, en ecosistemas tan delicados como los páramos, manglares, y en los mares, su labor trasciende lo agrícola: se convierte en un acto de defensa del agua, del territorio y del futuro.
Esto lo ha comprendido Parques Nacionales Naturales de Colombia, que ha consolidado los viveros dentro de las áreas protegidas como herramientas fundamentales para la restauración ecológica, la rehabilitación de ecosistemas degradados y la conservación de especies nativas, muchas de ellas en riesgo. Más allá de producir plantas, estos viveros impulsan procesos que conectan la protección ambiental con el conocimiento ancestral, la participación comunitaria y la búsqueda de una justicia ambiental y social que regenere el vínculo entre las personas y la naturaleza.
“Estos procesos no se limitan a recuperar la estructura y función ecológica de los ecosistemas, sino que también reconocen e incorporan los saberes ancestrales y la participación activa de las comunidades locales. Así, la restauración se convierte en una acción transformadora del territorio, que promueve relaciones más sostenibles entre las personas y la naturaleza”, especificó Johana Romero, bióloga y quien hace parte de la subdirección de gestión y manejo en la línea temática de restauración ecológica.
Actualmente, PNNC apoya en 32 áreas de conservación viveros, en donde incluso algunos están en asocio con comunidades locales, corporaciones autónomas e instituciones educativas. Estos viveros, muchas veces temporales por razones logísticas, han sido espacios para el fortalecimiento de capacidades comunitarias y la generación de acuerdos de conservación. En ellos, la producción de material vegetal no solo impulsa la restauración ecológica, sino que también promueve alternativas de ingresos sostenibles y fomenta prácticas responsables avaladas por entidades como el ICA.
“En total, se propagan aproximadamente 338 especies, incluyendo plantas con algún grado de amenaza según la UICN, como el frailejón del mirador, el guayacán bola y el pino colombiano. Estas acciones permiten generar conexiones más allá de los límites de las áreas protegidas, articulando actores sociales y territorios diversos en una visión integral de restauración y conservación. Así, los viveros se consolidan como una herramienta vital para expandir la naturaleza y construir paisajes resilientes en el país”, dijo la experta.
¿Pero qué son estos viveros y por qué son tan importantes?
“Actualmente, contamos con viveros en 32 áreas protegidas, donde desarrollamos acciones de preparación de material vegetal con especies nativas. Estos viveros se implementan según las necesidades específicas de cada territorio. Cuando se requiere intervenir una zona, disponemos de viveros que pueden activarse por períodos determinados, adaptándose a las condiciones del ecosistema”, explicó Johana Romero.
Es importante señalar que existe una normatividad vigente que exige el registro de estos viveros ante entidades como el Instituto Colombiano Agropecuario (ICA). Algunos, como los del Santuario de Fauna y Flora Guanentá Alto Río Fonce, señala la experta, que trabajan con especies de páramo, ya se encuentran formalmente registrados. Sin embargo, este proceso requiere contar con diferentes áreas internas de trabajo, lo que implica una adecuación significativa. El reto radica en que esta normativa fue pensada principalmente para cultivos hortícolas, florales y monocultivos a gran escala, por lo que parques ha venido adaptándose progresivamente para cumplir con sus requisitos.
“Nuestra labor comienza con la evaluación de las afectaciones presentes en el área a restaurar. Analizamos las amenazas y presiones actuales, identificamos qué se ha perdido y cuál era la vegetación original del sitio. Este análisis se basa en el estudio del ecosistema de referencia, lo que nos permite orientar adecuadamente los procesos de restauración”, explicó.
Con base en esa información se prioriza un listado de especies nativas, en donde se busca fuentes confiables de semillas y se planifica su propagación en los viveros. Así, aseguran que el material vegetal que producen responda a las condiciones ecológicas del territorio y contribuya efectivamente a la recuperación de su integridad.
“Para nosotros, el estudio del ecosistema es fundamental, ya que nos permite entender cómo propagar adecuadamente las especies nativas: cuál es el método más apropiado de preparación, cuáles son sus ciclos de crecimiento y cuánto tiempo deben permanecer en vivero para alcanzar un desarrollo que les permita resistir las condiciones externas una vez trasplantadas al campo”, señaló Romero.
En este sentido, enfatizó que el objetivo es garantizar que el material vegetal tenga la mejor calidad posible en términos genéticos, higiénicos, fisiológicos y morfológicos —esta última relacionada con características visibles como el tamaño, la cantidad de hojas o el grosor del tallo—. Además, deben considerar el tiempo de crecimiento, debido a que muchas de las especies con las que se trabaja presentan ciclos de crecimiento lentos o dependen de condiciones ambientales muy específicas y técnicas especializadas. Por ejemplo, grupos taxonómicos como los frailejones requieren entre dos años y medio y tres años en vivero antes de estar listos para ser llevados a campo.
Con base en las particularidades de cada especie, el equipo de Parques Nacionales emplea principalmente técnicas de reproducción sexual, es decir, propagación por semillas, ya que este método permite conservar la diversidad genética de las poblaciones y asegura que cada planta sea un individuo único. A diferencia de la reproducción asexual, como los esquejes —lo que comúnmente se conoce como “sembrar un pedacito de la planta”—, que genera copias exactas de una misma planta madre, en Parques Nacionales se prioriza la diversidad. Este enfoque busca recuperar la variabilidad genética de las especies presentes en las áreas protegidas y, con ello, fortalecer la resiliencia de los ecosistemas que se están restaurando.
“¿Por qué es importante esto? Porque esta diversidad genética permite que las plantas sean más adaptables a diferentes condiciones y más resistentes a plagas, enfermedades y variaciones del territorio. De ahí la importancia de recolectar las semillas del mismo área protegida, propagarlas allí y trasplantarlas en la misma zona, porque se adaptarán mejor y la respuesta será mucho más exitosa", puntualizó Romero.
¿Qué retos enfrentan estos viveros?
“Uno de los mayores desafíos que enfrentamos en los procesos de restauración ecológica es producir plantas que cumplan con altos estándares de calidad, no solo en términos fitosanitarios, sino también genéticos, fisiológicos y morfológicos. Esto implica asegurar que las especies propagadas sean sanas, diversas y bien adaptadas a las condiciones del ecosistema al que serán llevadas. La sostenibilidad de estos viveros depende en gran medida de nuestra capacidad para mejorar continuamente los procesos de producción, garantizar la trazabilidad del material vegetal y contar con infraestructura y personal capacitado”, dijo la experta.
Otro aspecto crucial que menciona Romero es el del proceso de asegurar que las plantas logren establecerse exitosamente en su entorno natural, una vez son trasladadas desde el vivero al campo. Esto no siempre es sencillo, ya que en algunas áreas degradadas pueden presentarse presiones adicionales, como la herbivoría causada por fauna local. En esos casos particulares —por ejemplo, donde se identifican poblaciones de curíes, conejos u otros herbívoros— aplican medidas preventivas mediante exclusiones temporales, utilizando mallas protectoras para resguardar las plántulas en sus etapas más vulnerables.
“Estas intervenciones nos permiten brindarles las condiciones necesarias para que se desarrollen adecuadamente, sin alterar la dinámica natural del ecosistema. Sin embargo, en general, este tipo de protección especializada es la excepción. En la mayoría de los casos, confiamos en los procesos ecológicos propios del entorno, que permiten un equilibrio saludable y una regeneración efectiva. Si bien es normal que se presenten pérdidas, los niveles de supervivencia alcanzados respaldan la eficacia de nuestras acciones”, aseguró.
Esa confianza en la regeneración natural, respaldada por la ciencia y el seguimiento constante, es precisamente uno de los temas centrales del encuentro que se realiza en Duitama (Boyacá), liderado por Parques Nacionales Naturales de Colombia, WWF Colombia y el Banco Itaú. Delegaciones de parques como Puracé, Los Nevados, Chingaza, Sumapaz, Tamá, Iguaque, Cocuy, Pisba y Guanentá Alto Río Fonce comparten allí sus experiencias sobre propagación de especies nativas y estrategias de restauración en áreas afectadas por incendios forestales o actividades ilegales, fortaleciendo el intercambio de aprendizajes para seguir mejorando la efectividad de las acciones en todo el país.
¿Cómo participar en estas acciones?
Romero menciona que todos pueden aportar a la restauración ecológica, pero esta participación debe hacerse de forma informada y responsable. Es fundamental que la comunidad comprenda que, aunque el interés por contribuir es valioso, cualquier acción debe seguir lineamientos técnicos para evitar impactos negativos.
“Uno de los errores más comunes —y potencialmente más perjudiciales— es sembrar especies fuera de su ecosistema natural. Por ejemplo, aunque los frailejones son plantas nativas de Colombia, no significa que puedan crecer en cualquier parte del país. Sembrarlos en zonas como la Amazonía, donde no pertenecen ecológicamente, puede generar desequilibrios graves. Es importante, para cada persona que quiera ayudar a la restauración que comprenda que cada especie está adaptada a condiciones específicas de altitud, temperatura, humedad y tipo de suelo; alterar eso compromete no solo su supervivencia, sino también la salud del ecosistema al que se introduce", puntualizó.
Es crucial evitar el traslado de especies fuera de su entorno natural, ya que esto puede generar consecuencias contraproducentes como:
- Problemas fitosanitarios: El traslado inadecuado puede introducir plagas o enfermedades
- Desplazamiento de especies nativas: Una especie introducida puede competir y desplazar a las especies que naturalmente habitaban el área
- Desequilibrios ecológicos: La alteración de la composición natural puede afectar toda la dinámica del ecosistema
Recomendaciones para la participación ciudadana
Para contribuir de manera responsable y efectiva:
- Consulte con autoridades ambientales antes de realizar cualquier acción de siembra o traslado de especies
- Comuniquese con expertos para identificar la mejor manera de aportar a estos procesos
- Evite adquirir plántulas de especies amenazadas en viveros que no puedan garantizar la procedencia legal y adecuada del material
- Desconfíe de semillas o plantas cuya obtención pueda haber sido ilegal. Este factor es uno de los principales problemas que presionan especies como las orquideas en nuestro país.
*Invitación del Banco Itaú al Foro ‘Encuentro de páramos’ promovido por la WWF Colombia.
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