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Carta escrita por Camilo Muñoz Collazos*
Querido futuro veterinario de fauna, espero estas palabras lleguen a tiempo y te sirvan un poco para calmar el mar de ideas y pensamientos que ocupan tu mente. Primero, quiero decirte que esta decisión de dedicar tu vida al servicio de los animales es la correcta, pero debes saber que para ayudarlos no es necesario dedicarte a esta profesión, sino que puedes aportar desde otro quehacer.
Porque ser veterinario va más allá de ese gusto y amor por los animales que la gran mayoría de personas tiene. Es imposible no sentir ternura y ganas de abrazar a una cosita peluda, emplumada o escamada con ojos saltones, facciones perfectas y belleza innata que solo los animales pueden tener.
Para ser veterinario también necesitas amar a los “bichos”, como muchos de nosotros los llamamos. Pero, además de eso, necesitas tener deseo y asombro por la naturaleza misma, lo suficientemente fuertes para que te llenen de ganas de entender cómo funciona, y así ayudar a estos pequeños o grandes seres.
De seguro dejarás sangre, sudor y lágrimas en tu lugar de trabajo con tal de que esos seres perfectos y maravillosos vuelvan a donde pertenecen: a su hábitat, a su hogar, donde no hay límites ni fronteras, donde el verde en todas sus tonalidades es el protagonista y donde cada pequeña vida aporta a que este mundo se mantenga en el tiempo.
Obvio, elegiste bien y reafirmarás este pensamiento cada vez que te pregunten cuál es tu profesión. Pues, tu pecho se llenará de un sentimiento que parece no tener fin, con la frente en alto y una sonrisa en el rostro, dirás con orgullo: “soy médico veterinario”.
Aun así, ten cuidado porque muchas veces nuestro amor y pasión por ellos hace que descuidemos nuestro bienestar y olvidamos lo importante que es cuidar de la salud. Si tú como médico no estás bien, difícilmente podrás ayudar a otros. Cuida de tu salud tan bien como cuidas de tus pacientes y no olvides que tanto el cuerpo como el alma necesitan tu atención.
Tampoco dejes de lado a tus amigos y familia. En ellos encontrarás consuelo y refugio cuando te sientas agotado o agobiado. Lamentablemente, no siempre vas a poder salvarlos a todos y yo sé que eso es lo que quieres, pero debes entender que la vida no siempre es como queremos y que más de una vez tendrás que ver esa luz apagarse o incluso ayudar a que ese paso entre la vida y la muerte sea menos doloroso y traumático para ese “bichito”. No te sientas mal por eso. Ese tipo de decisiones solo las puede tomar alguien con un corazón comprensivo que entiende que todo dolor debería recibir la atención necesaria para hacerlo nulo o por lo menos lo más soportable posible.
Te cuento que cada vez será más difícil responder a la típica pregunta de: ¿cuál es tu animal favorito? Porque con cada paciente descubrirás el amor a primera vista y un pedacito de ese ser se quedará en ti, pero a su vez un pedacito de ti se irá con él. Así que sabrás lo que es volar libremente donde el viento te lleve como un gallinazo, sabrás lo que es trepar y jugar en las ramas como un tití, conocerás la sensación de nadar con fluidez en el agua como una nutria, sabrás como ser sigiloso como un ocelote o vivirás al límite como lo hacen las comadrejas, o, por el contrario, disfrutarás pacientemente en las alturas de los árboles como un perezoso.
En fin, podrás ser todo lo que una vez imaginaste, porque cada vez que uno de esos pacientes, que recibes en las peores condiciones, logra salir adelante y vuela, te sentirás agradecido por ser partícipe de ello. No hay un sentimiento más estremecedor que verlos en libertad. Recuerda que cada pequeña vida cuenta. No importa si esa vida pesa 3 gramos o más de una tonelada, siempre da tu 100 % y más, por devolverle a ese “bichito” lo que una vez le arrebataron.
Como te lo imaginas, conocerás animales increíbles, aunque tu relación con ellos será un poco diferente, porque mientras tu perro mueve la cola o tu gato ronronea, estos bichitos te van a querer morder, picotear o rasguñar todo el tiempo. No te lo tomes personal. Ellos no entienden por qué ya no pueden volar o correr como lo hacían antes. Lo único que quieren es huir de ahí, pero con el tiempo aprenderás a amar esos detalles, aprenderás a agradecer esos gruñidos cuando te acercas, esos graznidos cuando los miras, esas poses tan peculiares con las que te dicen que no te quieren cerca. Con ellos aprenderás que amar es verlos siempre en libertad.
También conocerás lugares majestuosos y personas mágicas que se sumarán a este estilo de vida y harán tus tareas más fáciles, porque lamento decirte que tú solo no podrás cambiar el mundo. Hay muchos que quieren hacerlo, el truco está en encontrarlos y trabajar por ello juntos, así que cuando te encuentres con personas que opinen diferente a ti, ten paciencia y enséñales lo maravilloso de los animales silvestres y verás como desde la fascinación y el entendimiento lograrás cambiar su punto de vista y posiblemente ellos también aprendan a cuidar y proteger la vida de estos “bichitos”.
Por último, no olvides nunca soñar y más importante que eso luchar por esos sueños, no dejes que nadie te diga que no puedes lograrlo, porque si realmente lo deseas lo puedes hacer, lucha y estudia cada día por ello y nunca olvides que en tus manos tienes la capacidad de ayudar a quienes no pueden gritar por ayuda, pero sí que la necesitan en estos momentos.
Siempre veterinario, siempre silvestre.
*Ser veterinario no es fácil, esto va más allá del amor, cuidado y respeto hacia los animales. Estos profesionales, a diario, hacen todo lo posible por proteger, rescatar y salvar la vida de millones de especies. Por eso, y para honrar su trabajo, en La Red Zoocial le pedimos a cinco especialistas que escribieran una carta para plasmar sus preocupaciones, consejos y alegrías a los veterinarios de las futuras generaciones. El primero fue Camilo Muñoz Collazos, médico veterinario y coordinador del Centro de Atención y Valoración de Fauna Silvestre de Cornare.
Si usted también quiere participar, puede enviar su escrito y una foto al correo laredzoocial@elespectador.com