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En el mundo de la ganadería colombiana, hablar de producción de leche es, casi siempre, hablar de una raza en particular: la Holstein. Su nombre aparece en ferias, en registros técnicos, en los hatos más productivos del país y también en las conversaciones cotidianas entre ganaderos. Y no es para menos: esta vaca de manchas blancas y negras es, con evidencia de sobra, la más lechera de Colombia.
Según datos de la Asociación Holstein de Colombia (Asoholstein), una vaca de esta raza puede producir en promedio 6.892 kilos de leche por lactancia, es decir, por cada ciclo de producción que dura aproximadamente un año. Las vacas adultas, bien alimentadas y con manejo técnico, pueden superar incluso los 7.400 kilos en ese mismo periodo.
Y no solo es cantidad. La calidad también cuenta. La leche de una Holstein contiene en promedio 3,46 % de grasa y 3,18 % de proteína, lo que cumple con los estándares de la industria para fabricar quesos, yogures, mantequillas y otros derivados. En algunos casos, ejemplares excepcionales han llegado a producir hasta 75 litros diarios durante su pico de lactancia.
Su lugar en Colombia
La Holstein encontró en el trópico alto colombiano las condiciones ideales para desarrollarse. Municipios como Sopó, Cajicá, San Pedro de los Milagros, Pasto y Duitama son hoy referentes de la producción lechera gracias, en gran parte, a esta raza. El clima templado, los suelos fértiles y la disponibilidad de agua favorecen su rendimiento.
No es una casualidad: Colombia cuenta con más de 1,5 millones de vacas Holstein, y al menos 56.000 de ellas están registradas oficialmente en Asoholstein, lo que permite llevar un control detallado de su producción, fertilidad y salud.
Las cifras también reflejan eficiencia reproductiva. Una Holstein promedio tiene su primer parto a los 28 meses de vida, y el intervalo entre un parto y otro ronda los 447 días, un ritmo adecuado para una producción estable y rentable.
¿Y las otras razas?
Aunque la Holstein domina, no es la única protagonista. En regiones más cálidas del país, donde las condiciones no son las mismas, otras razas ganan terreno.
Una de ellas es la Gyr lechera, originaria de la India y muy bien adaptada al trópico bajo colombiano. Su producción promedio está entre 9 y 12 litros diarios, pero algunos ejemplares han superado los 50 litros por día, especialmente bajo sistemas tecnificados. Además, su rusticidad la hace resistente al calor, a las garrapatas y a enfermedades comunes en zonas cálidas.
El Gyr se utiliza comúnmente para cruzamientos con la Holstein, dando origen al Girolando, una raza híbrida que reúne lo mejor de ambos mundos: la alta producción de la Holstein y la resistencia del Gyr. Este cruce es clave en regiones como el Magdalena Medio, el sur del Cesar o el norte del Tolima, donde el calor es constante.
La elección de los ganaderos
En la práctica, la elección de la raza depende de múltiples factores: altitud, temperatura, tipo de pasturas, sistema de producción y mercado objetivo. Pero si lo que se busca es volumen, estabilidad y una genética respaldada por décadas de mejoramiento, la Holstein sigue siendo la número uno.
Además, su uso como base para cruzamientos estratégicos en regiones cálidas confirma su valor no solo como raza pura, sino como herramienta genética para elevar la producción nacional.
Colombia es un país con una rica diversidad ganadera. Hay vacas para cada región, sistema y necesidad. Pero si se trata de producción de leche, los números son claros: la Holstein es la raza más lechera del país. Su presencia en los hatos, su comportamiento en cifras y su papel en el desarrollo de la lechería nacional la convierten en un referente indiscutible.
Lejos de ser una moda, su dominio es el resultado de una combinación precisa entre genética, adaptación y trabajo técnico. Una vaca que, con cada ordeño, confirma por qué lleva décadas liderando el sector.
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