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Pocos comportamientos desconciertan tanto a los dueños de gatos como encontrar que su felino ha hecho popó fuera del arenero. Este acto, que a simple vista puede parecer una travesura o un gesto de rebeldía, suele ser en realidad una señal de que algo no está bien. Aunque los gatos son conocidos por su higiene y su fuerte instinto para enterrar sus desechos, distintos factores pueden alterar esa conducta aprendida. Y entender las causas es el primer paso para corregirla.
Una de las razones más importantes, y que siempre debe descartarse primero, es la presencia de problemas de salud. Enfermedades gastrointestinales, infecciones urinarias, diarrea, estreñimiento e incluso condiciones crónicas como la diabetes o los problemas renales pueden provocar dolor, incomodidad o urgencia al defecar.
Si el gato empieza a asociar el arenero con dolor, lo evitará, incluso si lo ha usado sin problema durante años. En gatos mayores, la artritis también puede dificultarles entrar a cajas con bordes altos, lo que los lleva a buscar lugares más accesibles.
Pero si el veterinario descarta causas médicas, el siguiente sospechoso es el entorno del propio arenero. Muchos gatos rehúsan usarlo si está sucio, huele mal o no se limpia con la frecuencia adecuada.
También influye el tipo de arena: algunas perfumadas o con textura poco natural les resultan desagradables. Las cajas cubiertas, que en apariencia son más estéticas para los humanos, pueden generar rechazo en algunos gatos que no se sienten cómodos en espacios cerrados y sin visibilidad.
La ubicación también importa. Poner el arenero en zonas ruidosas, con mucho tránsito o cerca de la comida suele generar rechazo. El gato necesita un espacio tranquilo, donde se sienta seguro y pueda cumplir con su rutina sin interrupciones. En casas con varios gatos, la cantidad de areneros también influye. Los especialistas recomiendan tener una caja por cada gato, más una adicional, para evitar peleas silenciosas por el territorio.
Otro factor relevante, aunque muchas veces ignorado, es el estrés. Los gatos son animales sensibles a los cambios. Mudanzas, visitas frecuentes, remodelaciones en casa, la llegada de un nuevo integrante o incluso la ausencia de su dueño pueden generar ansiedad.
Como resultado, algunos gatos pierden el hábito de usar el arenero, no por capricho, sino porque están desorientados. Esta conducta puede volverse un canal de expresión emocional frente a situaciones que no comprenden ni controlan.
También está el componente territorial. Aunque más frecuente con la orina, algunos gatos marcan con heces en lugares visibles, sobre todo si perciben la presencia de otros gatos, ya sea dentro del hogar o en sus alrededores. En estos casos, el acto de defecar fuera del arenero es parte de una conducta instintiva de demarcación.
A veces, cuando todas las demás causas se han descartado, el problema puede ser un intento de llamar la atención. Aunque los gatos no actúan por despecho, como a veces se cree, sí son capaces de notar que ciertas conductas, como hacer popó fuera del arenero, generan una reacción inmediata. Esto puede reforzarse si el animal se siente desplazado o poco estimulado emocionalmente.
Frente a este tipo de comportamientos, la clave es actuar sin castigo. Regañar al gato o restregarle la nariz en el lugar no solo es inútil, sino contraproducente. En su lugar, se recomienda observar, modificar el entorno, limpiar cuidadosamente los espacios afectados, preferiblemente con productos enzimáticos que eliminen el olor, y reforzar con afecto o premios cuando el gato use correctamente su caja.
Volver a los hábitos higiénicos es posible en la mayoría de los casos, pero requiere empatía, paciencia y, sobre todo, comprender que el gato no está actuando por malicia, sino tratando de comunicar algo. Escuchar esa señal es parte de cuidar su bienestar físico y emocional.
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