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La historia de Silvio, el perro que cambió la vida de un niño con autismo en Tunja

Silvio es mucho más que un labrador negro: es el compañero que transformó la vida de un niño con autismo y su familia. No solo brinda seguridad, también se convirtió en un puente hacia la calma, el vínculo y la esperanza. Esta es su historia.

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Laura Tatiana Vargas Lizarazo
02 de mayo de 2025 - 02:00 p. m.
Silvio es un labrador negro que fue entrenado durante casi tres años para convertirse en un perro de asistencia.
Silvio es un labrador negro que fue entrenado durante casi tres años para convertirse en un perro de asistencia.
Foto: Cortesía
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Los días y las noches de Federico, un niño de siete años con autismo, solían ser dificiles. El insomnio, los episodios de frustración y las huidas repentinas formaban parte de una rutina que desafiaba a toda la familia. Pero algo cambió desde que Silvio, un labrador negro, llegó a su vida.

Silvio no es un perro cualquiera. Fue entrenado durante casi tres años para convertirse en un perro de asistencia. Desde entonces, su presencia ha ayudado a transformar la cotidianidad de Federico: mejora su descanso, lo acompaña en momentos de crisis y le ofrece un tipo de apoyo que no se mide solo en funciones, sino en compañía, seguridad y conexión emocional.

Este perro es el primero en Colombia entrenado y certificado específicamente para facilitar la integración social de un niño con Trastorno del Espectro Autista (TEA) y su familia. Su labor va mucho más allá del acompañamiento físico: está entrenado para brindar calma, prevenir huidas repentinas y, sobre todo, ayudar al niño a conectar emocionalmente con su entorno.

Silvio fue adiestrado y entregado por Latimos Bocalán, una organización con sede en Medellín que se especializa en formar caninos de asistencia para personas con condiciones como autismo, movilidad reducida, sordera, diabetes tipo 1, entre otras.

Su historia comenzó incluso antes de nacer. Es hijo de Eva, una de las perras más emblemáticas de la entidad. Fue el único cachorro que sobrevivió de su camada, nació fuerte, curioso, con una presencia que desde el inicio pareció anunciar que estaba destinado a algo grande.

Un día, los padres de Federico, residentes de la ciudad de Tunja, en Boyacá, se acercaron a Latimos Bocalán con una esperanza: encontrar un perro de asistencia para su hijo, recién diagnosticado con TEA. La madre del menor, Natalie, había visto en redes sociales un video de otro país, donde un niño con autismo encontraba calma y consuelo gracias a su perro de asistencia. Esa imagen encendió en ella una luz de esperanza.

Aunque el niño y el cachorro aún no se conocían, el equipo liderado por Sara Beuth, psicóloga clínica y cofundadora de la organización, intuía que allí podía comenzar un vínculo transformador.

“El proceso con Silvio duró alrededor de tres años. Desde cachorro fue expuesto a diferentes entornos, personas y situaciones para lograr una socialización completa. Su formación incluyó habilidades específicas para trabajar con un niño con autismo: ayudarlo a conciliar el sueño y evitar las huidas”, cuenta Sara.

Para lograrlo, se desarrolló una alianza con la Universidad CES, que acompañó todo el proceso médico-veterinario: vacunación, desparasitación, chequeos médicos, etc. Al mismo tiempo, en Tunja, la familia de Federico iniciaba su propia preparación. Comenzaron a adaptar su hogar, aprendieron sobre las rutinas que el perro debía seguir, cómo brindarle los cuidados necesarios y, sobre todo, a respetar sus espacios de descanso y bienestar.

Comprendieron que Silvio no era una mascota, sino un compañero de trabajo que requiere concentración, estructura y tiempos específicos para cumplir su rol, pero también necesita momentos de desconexión, de salir a jugar, explorar, oler y simplemente ser un perro. La familia asumió ese compromiso con responsabilidad y dedicación, sabiendo que el bienestar de Silvio era parte esencial para el bienestar de su hijo.

Uno de los momentos más significativos del proceso fue el primer encuentro entre Federico y Silvio, que tuvo lugar en Medellín. El peludo tenía cerca de un año cuando, por fin, conoció al niño para quien había sido entrenado. “Queríamos ver cómo reaccionaba, si se sentía cómodo. También era importante preparar emocionalmente al menor para la llegada del perro, mostrarle fotos, contarle quién era Silvio. Para los niños con autismo, anticipar es clave”, explica Sara.

Finalmente, la entrega se hizo en Tunja. El equipo de Latimos viajó y convivió con la familia durante una semana para asegurar una transición exitosa. Hoy, Silvio no solo duerme junto a Federico, sino que lo acompaña al parque, lo calma con suaves lamidos cuando se frustra y, sobre todo, cumple una de sus funciones más importantes: convertirse en un ancla física si el niño intenta huir.

Estudios científicos respaldan que los niños con Trastorno del Espectro Autista (TEA) tienen una tendencia a experimentar episodios de fuga inesperada, conocidos como “el impulso de huida”, lo que puede representar un serio riesgo en espacios públicos. Este comportamiento está relacionado con la dificultad para regular emociones y el deseo de escapar de situaciones abrumadoras. Según un estudio publicado en Journal of Autism and Developmental Disorders, los perros de servicio entrenados específicamente para estos casos pueden proporcionar un apoyo crucial, no solo al acompañar al niño, sino al ayudarlo a manejar esas emociones de manera efectiva.

Silvio lleva un chaleco con un arnés al que se sujeta el niño. En el momento en que el perro percibe tensión en la correa, se echa al suelo, se ancla. Es una forma de detener la huida sin violencia, sin sobresaltos, simplemente permaneciendo firme”, detalla la psicóloga.

Si bien estos avances son notables, es importante recordar que los beneficios del trabajo con perros de servicio no reemplazan otras intervenciones terapéuticas. Federico, por ejemplo, continúa con su seguimiento médico y terapias que ayudan a su desarrollo. La presencia de Silvio, aunque crucial, es solo una pieza del rompecabezas de apoyo necesario para el bienestar integral del niño.

Los resultados de la integración de Silvio han sido evidentes. Federico ahora duerme toda la noche, algo que antes parecía imposible. Las crisis emocionales han disminuido considerablemente, y su interacción con otras personas ha mejorado. “Antes, si lloraba, lo hacía sin consuelo. Ahora sabe que si llora, Silvio se acerca y le lame la cara, y eso lo calma. Se ríe. También en los parques ya no se aísla; los niños con autismo tienden a vivir mucho en su mundo, pero la presencia del perro genera curiosidad, preguntas y encuentros. Silvio también se ha convertido en un puente para socializar”, dice Sara, destacando que este tipo de cambios son posibles gracias a un enfoque multidisciplinario.

Pero la transformación no solo ha sido para Federico. También la dinámica familiar cambió profundamente. Nunca antes habían tenido un perro, y hoy entienden lo importante que es cuidarlo. Silvio no solo llegó para apoyar al niño, sino para unir aún más a la familia y acompañarlos en uno de sus momentos más difíciles: el duelo tras el diagnóstico.

Carlos Rojas, el padre de Federico, recuerda ese periodo como uno de los más abrumadores. “Apenas recibimos el diagnóstico, estábamos llenos de frustración. Los médicos no nos daban noticias alentadoras y todo parecía incierto. Pero la llegada de Silvio cambió por completo nuestro panorama.”

Más allá del apoyo funcional, su presencia trajo consuelo. “Silvio fue un ángel que llegó a nuestra casa para darnos bendiciones, bienestar, amor. Nos ayudó a resignificar el diagnóstico y a entender que no estábamos solos. Su compañía nos devolvió la esperanza”, dice Carlos con emoción.

En una ciudad como Tunja, donde aún hay poca información sobre el autismo y donde el acceso a especialistas suele implicar desplazamientos a Bogotá o Medellín, contar con una herramienta tan poderosa como un perro de asistencia fue, para esta familia, una luz en medio de la incertidumbre.

Un trabajo pionero en Colombia

Silvio es, hasta ahora, el primer perro de asistencia para niños con autismo (PSNA) entrenado por Latimos, pero no será el último. Actualmente, la organización trabaja en la formación de nuevas cachorras, algunas ya con perfil definido y otras aún en proceso de adaptación al usuario ideal.

Desde su fundación, la organización ha trabajado bajo una premisa clara: el perro no es una cura, pero sí puede ser un puente de conexión emocional, un recurso terapéutico, un compañero que brinda autonomía, bienestar y seguridad. Por ejemplo, los perros de asistencia para personas con movilidad reducida son entrenados en tareas cotidianas: ayudar al usuario a quitarse una chaqueta, alcanzar un objeto, entre otras.

Jairo Aristizábal, psicólogo y cofundador de la empresa, lo resume con claridad: “Nosotros no tenemos perros como si fueran stock. No tenemos un inventario de animales esperando un dueño. Formamos al perro con base en las características de quien lo necesita. Es un proceso completamente adaptado, tanto para el usuario como para el animal”.

Esta filosofía es compartida por Bocalán, institución española con casi cuatro décadas de experiencia en perros de ayuda social, con la cual Latimos mantiene una alianza directa. Como sede oficial en Colombia, la organización no solo entrena animales, sino que también forma profesionales en el área.

“Lo que buscamos es consolidar una red seria, ética y profesional de personas que entiendan lo que implica este trabajo”, dice Jairo. El proceso es largo, riguroso y lleno de matices: desde la socialización temprana del cachorro hasta la enseñanza de habilidades personalizadas para cada usuario.

¿En qué se diferencian los perros de ayuda social y los de intervención?

Los perros de ayuda social, como Silvio, pueden asistir a personas con una amplia variedad de condiciones: desde detectar crisis de hipoglucemia en pacientes con diabetes tipo 1, hasta brindar apoyo a quienes viven con trastornos psiquiátricos, pérdida auditiva o movilidad reducida. En todos los casos, el entrenamiento es largo y riguroso, y puede tardar entre dos y tres años, dependiendo del perfil del animal y las necesidades de la persona a la que acompañará.

Por otro lado, están los perros de intervención, aquellos que participan activamente en sesiones de terapia psicológica o en entornos educativos y recreativos. “Son perros que viven con nosotros, que nos acompañan en colegios, hogares geriátricos, hospitales o empresas. Ayudan a crear espacios más cálidos, motivadores y terapéuticos, sobre todo para niños y adultos mayores”, señala Jairo.

El proceso comienza desde la elección del perro. Los labradores suelen ser una de las razas más adecuadas para el trabajo de asistencia, gracias a su disposición para complacer, su instinto natural para recuperar objetos y su alta motivación por la comida. Sin embargo, no son los únicos aptos para esta labor. “Cualquier raza puede convertirse en un perro de asistencia, incluso los mestizos o criollos, siempre que tengan un temperamento equilibrado y hayan recibido una adecuada socialización desde cachorros”, explica Jairo.

Lo fundamental no es la raza, sino la actitud: perros que muestren iniciativa, que sean curiosos, que estén motivados por las recompensas y que puedan adaptarse a diferentes contextos sin mostrar agresividad ni hacia personas ni hacia otros animales.

El futuro del perro de ayuda social en el país

Aunque el camino es largo, los fundadores de Latimos Bocalán ven con esperanza el futuro del país en esta área. También resaltan diferentes desafíos como la falta de una legislación adecuada. “La ley que existe está enfocada en perros guía para personas ciegas. Pero ahora hay un debate sobre cómo regular también a los perros de asistencia emocional y otros tipos de apoyo”, advierte.

Iniciativas como Latimos siembran un modelo nuevo de apoyo, donde el ladrido de un perro como Silvio no solo acompaña, sino que transforma. “Esto no se trata solo de entrenar animales. Se trata de cambiar vidas. Y cada vez que entregamos un perro, sabemos que una familia entera comienza una nueva historia”, concluye Sara.

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Laura Tatiana Vargas Lizarazo

Por Laura Tatiana Vargas Lizarazo

Comunicadora social y periodista con interés en temas sociales, culturales, de conflicto y construcción de paz. Ganadora del Premio Nacional de Periodismo, Mujeres, Paz y Seguridad 2021.@Tatiana71765621lvargas@elespectador.com

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