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Wikileaks con contexto

Estuvimos en España en la cumbre con los directores de 'The Guardian', 'The New York Times', 'Le Monde', 'Der Spieguel' y 'El País'. Analizaron las implicaciones del caso para el periodismo.

Juan David Laverde Palma / Madrid
27 de febrero de 2011 - 03:00 a. m.

El auditorio del Museo Reina Sofía en Madrid fue el escenario en el que debatieron durante hora y media los directores de los cinco medios de comunicación más influyentes del mundo: Javier Moreno, de El País de España, Bill Keller, del New York Times, Sylvie Kauffmann, de Le Monde, Georg Mascolo, de la revista Der Spiegel  y Alan Rusbridger, de The Guardian, polemizaron sobre Wikileaks y el tratamiento informativo de los miles de cables del Departamento de Estado norteamericano, sobre cómo las redes sociales obligaron al periodismo a repensar el modelo de negocio y las presiones a las que se enfrentaron cuando llegó el momento de las revelaciones. Fueron los elegidos por Julian Assange hace algunos meses como los primeros depositarios de los documentos clasificados, a los que ahora el australiano sumó El Espectador.

Javier Moreno sentenció que “las revelaciones de Wikileaks son el mayor acontecimiento periodístico de los últimos años”, pero se distanció de la tesis según la cual se revolucionó el periodismo. No lo cambió “en sus formas fundamentales”, dijo, “pero las exigencias a las que obligó a los periodistas sí sacudieron el oficio de un cierto letargo en su estructura, lo reivindicaron de contera y le devolvieron ese halo de fascinación y mística”.

 ¿Cómo manejar 250 mil cables sobre las verdades de la diplomacia mundial? Sylvie Kauffmann: “Fue el contexto y el análisis que nuestros medios les dieron a esas informaciones los que terminaron dándole credibilidad al fenómeno Wikileaks”. Su afirmación es tan cierta como ególatra, diría algún asistente. ¿Sin el concurso de los medios Wikileaks no habría sido nunca un fenómeno? La pregunta se quedó en el tintero.

Hubo consenso en que ningún medio pensó en publicar los cables sin haberlos digerido, investigado y corroborado. La información contenida allí era cierta, pero no dejaban de ser en muchos casos apreciaciones diplomáticas o que podían poner en peligro a algunas personas. Había una responsabilidad ineludible. Rusbridger, director de The Guardian, enfatizó en que esos documentos sin contexto no servían para nada. “¿Y las críticas?”, lanzó la pregunta Moreno, de El País. “En España algunos nos decían que por qué no publicábamos todo, que por qué nos tardábamos tanto para reportar lo consignado en los cables. ‘Cómo se atreven a no publicar todo lo que les entregaron’, nos reprochaban”.

El asunto fue distinto en Estados Unidos, terció Keller, del New York Times: “Allá la crítica fue la contraria: ‘Cómo nos atrevíamos a publicar los cables secretos como lo estábamos haciendo’ ”. Y añadió: “La reacción de los funcionarios mencionados en Wikileaks fue más bien sobria, no les gustó nada, pero evitaron una orgía de reproches contra la prensa”.

Centenares de estudiantes, periodistas y curiosos que llenaron no sólo el auditorio del Reina Sofía sino uno contiguo acondicionado sobre la hora con una pantalla gigante, seguían expectantes la charla. En Francia, contó Kauffmann, muchos implicados en los documentos protagonizaron reclamos a Le Monde, pero al cabo de una semana las protestas eran muy pocas porque la sociedad comprendió que Wikileaks ni había arruinado la diplomacia ni tampoco generaría mayores traumatismos en las relaciones bilaterales con Estados Unidos.

El director de The Guardian ripostó: “Las críticas de que estábamos comprando un complot o las alusivas al patriotismo sobre el inminente daño a las instituciones eran tontas. Que la información circule con transparencia y contexto, eso es periodismo”.

Georg Mascolo, de Der Spiegel, pragmático, resumió así la discusión en Alemania: “Jamás pensamos publicar los cables tal cual nos fueron entregados. El material nos obligaba a guardar ciertas reservas. Nuestra tarea como periodistas consiste en averiguar qué podemos publicar y qué no”.

 The New York Times tuvo diálogos con voceros del gobierno Obama, reconoció Keller, quienes les manifestaron su preocupación por el efecto político que podrían causar los cables en Yemen, en el Mediano Oriente. “Nuestro papel como periodistas es distinto al del gobierno”, puntualizó el premio Pulitzer de 2003. “¿Y el impacto de lo publicado en la revolución que vive ahora Oriente Medio ?”, interrogó el moderador Javier Moreno.

Para la directora de Le Monde la velocidad de la información que transita las redes sociales es un fenómeno extraordinario, pero, advirtió, “las revoluciones no se hacen en Facebook o Twitter, se hacen con gente”. Keller se sumó a la idea rápidamente: “Una cosa es la tecnología y otra muy distinta los hombres que arriesgan sus vidas al protestar contra esos regímenes autoritarios”. No dejó de reconocer sí que lo publicado de los cables secretos “avivó el fuego en Túnez” que contagió a Egipto. “Lo de Libia es otra cosa”.

¿Y Assange? ¿Es un periodista, un empresario, un intermediario? “Todas”, dijo el director de The Guardian. “Algo que explota él muy bien”, continuó Keller, pero en todo caso, añadió, es absurdo que Estados Unidos, que dice celebrar lo ocurrido en Oriente Medio, en la lucha de esos pueblos por recuperar sus libertades, ahora persiga a Julian Assange por Wikileaks. “La personalidad de Assange es su problema, pero cuando nos entregó la información jamás nos indicó cómo debía manejarse o qué publicar y qué no”. Javier Moreno contó que para El País Assange es sencillamente una fuente más. Todos asintieron.

Coincidieron también en que las filtraciones han dejado de ser locales para ser mundiales. ¿Cómo procesarlas entonces? Keller afirmó que en The New York Times están reflexionando cómo articular un equipo para procesar mejor esta clase de revelaciones.

El Espectador, noticia internacional

La decisión de Wikileaks de entregarles a El Espectador y a otros tres periódicos de la región (Página 12 de Argentina, La Jornada de México y El Comercio de Perú) más de 20.000 cables con información clasificada que la Embajada de EE.UU. en Bogotá le envió al Departamento de Estado entre 2006 y 2010 fue destacada por varios periódicos del mundo y ampliamente comentada en la red social Twitter.

“Wikileaks: el turno para América Latina”, tituló el portal de internet de la cadena radial británica BBC. Mientras que O Estado, de Brasil, señaló: “Wikileaks firma acuerdo con diarios de América Latina”.

De igual forma, las primicias publicadas por El Espectador fueron retomadas por otros medios. Por ejemplo, El Mundo de España, The Miami Herald y la cadena Foxnews reprodujeron la noticia sobre la autorización de “operaciones clandestinas” en Venezuela por parte del expresidente Álvaro Uribe.

Por Juan David Laverde Palma / Madrid

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