La recta final del año suele venir cargada de cenas, compromisos familiares y planes de última hora, pero eso no significa renunciar a sentirse bien ni a cuidar la imagen. Cada vez más personas apuestan por unas fiestas coherentes con su estilo de vida: cómodas, relajadas y centradas en disfrutar, no en impresionar.
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Moda: brillo cómodo y reutilizable
En el armario festivo, la clave de esta temporada es el equilibrio entre brillo y comodidad. Prendas de punto con detalles metalizados, vestidos lenceros combinados con cárdigans suaves o trajes sastre fluidos permiten ir arreglada sin sentirse disfrazada. Los zapatos cómodos -bailarinas joya, botines de tacón medio o incluso zapatillas blancas muy cuidadas- van ganando terreno frente a los taconazos imposibles. Además, la tendencia de “repetir modelito” se consolida: muchas optan por recuperar piezas que ya tienen y actualizarlas con accesorios especiales en lugar de estrenar por estrenar.
Belleza: efecto buena cara en 10 minutos
En maquillaje triunfa el “buena cara pero mejorada”: bases ligeras, corrector estratégico, mejillas sonrosadas y un labial que aporte un toque festivo sin necesidad de mil retoques. Un delineado sencillo o un punto de brillo en el párpado es suficiente para dar aire de noche sin complicarse. En el cuidado de la piel, el verdadero lujo está en llegar a estas fechas con el rostro descansado: buena hidratación, limpieza suave y, si se puede, una mascarilla calmante antes de arreglarse, marcan más diferencia que cualquier maquillaje.
Bienestar: bajar el ritmo también es tendencia
Más allá del espejo, la gran tendencia de estas fiestas es bajar el ritmo. Reservar momentos sin pantalla, permitirse decir que no a planes que no apetecen y buscar pequeños rituales -un paseo, una ducha larga, un café tranquilo antes de la comida familiar- ayuda a vivir estos días con menos presión. La idea de “fiesta perfecta” deja paso a algo más realista: celebrar como uno es, con el estilo que tenga sentido para cada persona, aunque eso signifique quedarse en casa con un jersey cómodo y unas velas encendidas.
La Navidad siempre ha sido territorio del brillo, pero esta vez el brilli-brilli llega con una vuelta de tuerca: se lleva de forma más consciente, reutilizable y adaptada a la vida real. La tendencia no consiste en vestirse como una bola de discoteca, sino en introducir destellos estratégicos que eleven el look sin perder comodidad ni sentido práctico. El objetivo es claro: seguir disfrutando de lentejuelas, metalizados y tejidos satinados, pero de una manera que tenga sentido más allá de una sola noche.
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