Con la llegada de Donald Trump a la Presidencia de los Estados Unidos, se le abrieron las puertas al populismo alrededor del mundo. En Francia, en Holanda, en el Reino Unido y, quién lo diría, en Irán. Sorpresivamente, el expresidente iraní Mahmud Ahmadineyad se presentó para las elecciones presidenciales, a realizarse en mayo de este año. Lo hizo pese a que, en septiembre del año pasado, el líder supremo, el ayatolá Alí Jameneí, le había pedido que no lo hiciera porque su posible regreso al poder iba a causar una "sociedad bipolar que es perjudicial para un país".
Pero Ahmadineyad lo hizo y hará parte de la lista de 126 candidatos que tiene que pasar, primero, por el filtro de un Consejo de Guardianes, compuesto por 12 expertos en leyes, y que puede anular cualquier candidatura, incluyendo la suya. El ayatolá -quien, como jefe de la Revolución Islámica que gobierna Irán, es el que tiene la última palabra- no se ha pronunciado al respecto. Ahmadineyad apenas ha dicho que su candidatura es para apoyar al exvicepresidente Hamid Bagaí e indicó que lo que le dijo el ayatolá en septiembre fue, apenas, "un consejo".
Sea como sea, su candidatura ya genera controversia y, sobre todo, por el momento por el que pasa Irán y, en general, la región del Medio Oriente. A diferencia de su sucesor, Hasán Rouhani, Ahmadineyad no cree en el acuerdo nuclear al que llegaron, en 2016, Irán y el Grupo 5+1 (Estados Unidos, Rusia, China, el Reino Unido, Francia y Alemania). "Lo que se le dijo a la gente (sobre el acuerdo) es diferente que lo que estaba sobre el papel", dijo, hace un par de semanas, durante su primera rueda de prensa en cuatro años.
En general, Ahmadineyad, presidente de Irán entre 2005 y 2013, tiene una visión muy distinto a la de Rouhani y representa a un ala más conservadora, molesta con Rouhani por el acuerdo nuclear y por sus pocos logros en materia económica. Pero el mayor aliado de Ahmadineyad podría ser, paradójicamente, el presidente estadounidense Donald Trump, quien se opuso al acuerdo nuclear con Irán y ha impulsado medidas en contra de este país, como la de restringir el acceso de iraníes a Estados Unidos.
A lo que se suman los recientes bombardeos en Siria, socio estratégico de Irán, por parte de Estados Unidos. Lo que ha alimentado a un ala conservadora que aboga por una posición más fuerte, por parte de Teherán, contra Washington. Y quién para hacerle frente a un populista como Trump sino otro populista como Ahmadineyad, sobre todo, porque la facción conservadora no ha sido capaz de encontrar un candidato para reemplazar a Rouhani, quien, se espera, sea candidato.
Ahmadineyad sigue diviendo a la sociedad iraní. Muchos recuerdan los escándalos de corrupción en los que su gobierno se vio involucrado; otros, en cambio, recuerdan su posición ante Washington. En 2009, su reeleción produjo una serie de violentas protestas y, por ello, el temor de que profundice la polarización que se vive en Irán. Ahmadineyad sigue diciendo que no será candidato, que lo suyo es un intento de apoyar a Bagai, quien va rezagado en las encuestas. Pero no hay que descartar su regreso y las consecuencias que esto tendría para la región... y para el mundo.