En un momento en que el mundo parece avanzar sin brújula ética, Brasil se convierte en escenario estratégico de dos grandes eventos globales: la 17.ª Cumbre de los BRICS, en julio de 2025, y la COP30, programada para noviembre en Belém do Pará. En ambos casos el país no solo actúa como anfitrión, sino también como promotor de una agenda que pone al Sur global en el centro del debate sobre el futuro del planeta. En tiempos de colapso de la empatía y fragmentación de las instituciones internacionales, los BRICS emergen no solo como una alianza estratégica, sino como una respuesta colectiva de países que conocen, por experiencia propia, el peso de la desigualdad y la fuerza de la resistencia.
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Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica —naciones marcadas por historias complejas, un profundo multiculturalismo y economías emergentes— decidieron, a principios de los años 2000, recorrer un camino conjunto de afirmación y transformación. El bloque, que hoy reúne a más de 3.600 millones de personas, representa cerca del 50 % de la población mundial, 40 % de la producción global de alimentos —lo que lo convierte en un actor decisivo para la seguridad alimentaria, en un contexto de crisis climática y tensiones geopolíticas— y 40 % del PIB mundial por paridad del poder adquisitivo. Además, concentra vastos recursos naturales estratégicos y actúa con creciente influencia en temas como seguridad alimentaria, transición energética, gobernanza digital y cambio climático.
Formalizado en 2009 como una alianza económico-política entre grandes potencias emergentes, los BRICS surgieron como alternativa al orden unipolar liderado por Estados Unidos. Su consolidación no solo buscó ampliar los márgenes de maniobra frente al FMI y el Banco Mundial, sino también reformar la arquitectura internacional de toma de decisiones. La entrada de Sudáfrica, en 2010, reforzó el compromiso con la cooperación Sur-Sur. En 2024, el bloque se transformó en BRICS+, con la adhesión de Egipto, Etiopía, Irán, Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos. En enero de 2025, Indonesia se convirtió en el décimo miembro del grupo. Esta expansión demuestra el atractivo geopolítico del bloque, aunque también presenta desafíos de articulación interna.
En el contexto actual, marcado por guerras, amenazas a la soberanía de los pueblos y un multilateralismo debilitado, la actuación de los BRICS cobra relevancia. El conflicto prolongado entre Rusia y Ucrania evidenció los límites de las alianzas tradicionales y la politización de organismos multilaterales. Frente a ello, los BRICS han mantenido una postura prudente, apostando por el diálogo y evitando alineamientos automáticos. El bloque también ha cuestionado el uso de sanciones unilaterales, defendiendo la primacía del derecho internacional y el principio de no intervención.
Otra herida abierta del sistema internacional es el caso palestino. La violencia ejercida sobre la población civil en Gaza y Cisjordania ha sido objeto de diversas declaraciones conjuntas de los BRICS, que exigen el cumplimiento de las resoluciones de la ONU y la reanudación de las negociaciones de paz. En este sentido, el grupo se posiciona como defensor de una gobernanza global más equitativa, donde todas las naciones tengan voz y las soluciones no se impongan, sino se construyan colectivamente.
Desde el punto de vista económico, los BRICS han desarrollado instrumentos propios para enfrentar las asimetrías del sistema financiero internacional. La creación del Nuevo Banco de Desarrollo (NDB), con sede en Shanghái, es un ejemplo concreto de esa apuesta. La institución financia proyectos de infraestructura y desarrollo sostenible con foco en países del Sur. Además, la iniciativa de realizar transacciones en monedas locales entre los países miembros busca reducir la dependencia del dólar y ampliar la soberanía monetaria.
No obstante, el potencial transformador del bloque no reside solo en su capacidad financiera, sino en su visión política. A diferencia del G7, que tiende a reproducir una lógica de defensa de intereses consolidados, los BRICS proponen una gobernanza más inclusiva, abierta a realidades diversas. El lema de la presidencia pro tempore de Brasil en 2025 —“Fortalecer la cooperación del Sur global para una gobernanza mundial más inclusiva, justa y sostenible”— sintetiza ese espíritu.
La ampliación reciente del grupo indica un claro proceso de consolidación del BRICS como polo articulador del Sur global. Pero esta nueva etapa impone preguntas urgentes: ¿cómo coordinar intereses tan diversos sin perder eficacia? ¿Cómo construir una agenda común entre democracias frágiles, regímenes autoritarios, economías dependientes del petróleo y países con vocación industrial sostenible? El éxito de los BRICS dependerá, en buena parte, de su habilidad para responder a esas tensiones sin caer en la parálisis ni en la retórica vacía.
Más que un agrupamiento de intereses económicos, los BRICS simbolizan un proyecto de mundo en el que la cooperación debe prevalecer sobre la imposición y el diálogo debe superar al dominio. El bloque desafía las estructuras obsoletas del multilateralismo occidental, proponiendo una nueva forma de gobernar lo global basada en el respeto mutuo, el diálogo político y la pluralidad de visiones.
Es tiempo de reconstruir el multilateralismo con valentía, generosidad y amplitud política, ética, respeto al derecho internacional y a la diplomacia. Los BRICS no resolverán por sí solos los dilemas del mundo, pero pueden ser catalizadores de un nuevo orden más justo, donde el Sur global no sea simplemente invitado a la mesa, sino actor en la construcción del futuro.
Desde los BRICS resuenan distintas voces en un mundo que grita por sensatez, empieza a temer a sus líderes, no logra distanciarse del populismo —ni de derecha ni de izquierda— y asiste impávido al derrumbe del centro: esa tercera vía que se esfuma cada vez más en medio de violentas guerras asimétricas, conflictos regionales permanentes y una nueva guerra comercial que mantiene al mundo en vilo.
Los BRICS representan más que una sigla geopolítica: son una posibilidad real de repensar el mundo también desde el Sur global.
*Maestra en Relaciones Internacionales y Ph. D. en Historia.
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