José Antonio Kast, candidato del Partido Republicano y del Partido Social Cristiano, fue escogido este domingo como el nuevo presidente de Chile después de vencer con un estimado del 58 % de los votos a Jeanette Jara, exministra del saliente presidente Gabriel Boric, quien obtuvo el 40,17 %.
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Es la tercera elección presidencial en la que participa el político ultraconservador de 59 años, quien prometió en campaña medidas de seguridad similares a las del gobierno de Nayib Bukele en El Salvador, con facultades especiales para las Fuerzas Armadas y cárceles de máxima seguridad con cero comunicación exterior.
También puso el foco en la migración irregular, prometiendo expulsar del país a más de 340.000 migrantes irregulares que habitan en Chile, la mayoría de ellos de origen venezolano.
Kast revirtió así los resultados de la primera vuelta, en la que la oficialista obtuvo más del 26 % de los votos, frente al casi 24 % del candidato del Partido Republicano. Para esta elección, según las últimas encuestas, la tendencia favorecía al nuevo presidente, con un respaldo del 55 y al 60 %, frente a cerca del 42 % que se inclinaba por Jara. En la primera vuelta, la participación, según el Servicio Electoral de Chile (Servel), estuvo por encima del 85 %, cifras récord de concurrencia.
Una hora antes del cierre de mesas, los datos indicaban un estimado del 58 %, y al cierre de las urnas la proyección rondaba el 85 %, manteniendo la tendencia de alta participación. Parte de la estrategia que le sirvió esta vez a Kast para no perder, como en sus dos intentos anteriores, fue moderar, en la medida de lo posible, sus posturas para capitalizar el voto descontento y de oposición contra el gobierno de Gabriel Boric. En su primera campaña, en 2017, propuso terminar con el Ministerio de la Mujer y delegar sus funciones a un instituto más enfocado en la familia.
En esta campaña dejó de ser tan vocal con sus posturas, a pesar de que afirmó, con plena seguridad, que sus convicciones siguen siendo las mismas. Entre ellas están su férrea oposición al matrimonio entre personas del mismo sexo, el aborto y la píldora del día después. “Vamos a volver a hablar de Dios, de la patria y de la familia”, llegó a afirmar durante su campaña.
“José Antonio Kast ha recogido las lecciones de sus procesos electorales anteriores y no se ha enfocado tanto en una agenda valórica, sino que ha logrado constituir un enemigo narrativo en términos de los objetivos políticos de su programa, que son las emergencias social, económica y migratoria, y la forma en que estas atraviesan todo su programa”, explica sobre este giro Simón Rubiño Cea, analista, investigador y asesor político.
Estos últimos dos son los puntos claves que atacó Kast en su campaña: según la encuesta de Ipsos, el 63 % de los chilenos tenía la seguridad como su principal preocupación al abordar estas elecciones. El ultraconservador tiene como iniciativa otorgar facultades extraordinarias para que las Fuerzas Armadas intervengan en barrios controlados por el narcotráfico en Chile.
“Quiero que mi país vuelva a ser tranquilo, que uno pueda caminar por las calles libremente sin el temor de que le quiten la cartera (...). Kast me recuerda mucho a la dictadura”, afirmó Cecilia Mora, de 71 años, a la agencia AFP, quien añadió que le parecía “un Pinochet sin uniforme”. Con esta cita, la agencia recuerda los 3.200 muertos y desaparecidos entre 1973 y 1990 bajo la dictadura de Augusto Pinochet. Su relación con la dictadura ha sido, cuando menos, polémica: en su primera campaña dijo que, si el exdictador hubiera estado vivo, votaría por él.
Además, ha sido crítico al referirse a ese período de la historia chilena, llamándolo un “gobierno militar”, a pesar del consenso existente sobre la dictadura, respaldado por evidencias como el Informe Rettig, el primero en documentar más de 3.000 muertos, y el Informe de la Comisión Valech, que dejó constancia de torturas y períodos de cárcel por motivos políticos.
Naciones Unidas también emitió a lo largo de esos años diversas resoluciones condenando las violaciones de derechos humanos bajo el régimen militar de Pinochet. La filiación resulta aún más cercana si se tiene en cuenta que su hermano mayor, Miguel Kast, hizo parte del régimen de Pinochet como ministro de Estado y presidente del Banco Central de Chile.
Miguel fue miembro de los Chicago Boys, el grupo de economistas chilenos formados en Estados Unidos que sentaron las bases de las políticas económicas del país, aplicando las enseñanzas de economistas como Milton Friedman, quien es uno de los referentes de otro de los líderes de la derecha latinoamericana: el presidente argentino Javier Milei. Kast ha sido cercano al mandatario argentino, además de otras figuras similares de la región como Jair Bolsonaro y Nayib Bukele, así como a dirigentes conservadores de otras latitudes, como la primera ministra italiana Giorgia Meloni y el presidente húngaro Viktor Orbán.
Con varios de ellos se reunió hace poco en eventos conservadores alrededor del mundo, como la Conferencia Política de Acción Conservadora (CPAC) en Estados Unidos, y la convención de Vox en Madrid, donde se le vio con políticos como Santiago Abascal, diputado del Congreso de los Diputados de España por Vox. Rubiño revela su cercanía ideológica con candidatos presidenciales en Colombia como Vicky Dávila y Abelardo de la Espriella.
Ahora llegó el turno de Kast: capitalizó la oposición y el voto rebote que dejaron las políticas de Boric. Rubiño explica que, en gran parte, la tendencia de polarización que se vio entre ambas rondas de las elecciones es algo que perdurará más allá del resultado de este domingo: “Chile viene ya de una seguidilla de años en los cuales la no atención o resolución de las demandas del estallido social, sumada a la pandemia y a esta efervescencia mediática por querer instalar la agenda de seguridad a través del miedo, creo que ha roto, de cierta manera, el tejido social del gobierno del presidente Boric”.
Sin embargo, advierte que la misma oposición que ejercieron contra el gobierno saliente deja la vara alta para lo que viene: “En caso de no lograr, desviar o fallar en alguno de sus objetivos, va a tener que enfrentar probablemente un descontento en el que la gente no va a permitir que no se den respuestas a las problemáticas que el mismo candidato ha levantado”.
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