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Con perfume de mujer

Cristina Fernández de Kirchner y Elisa María Avelina Carrió podrían convertirse en la primera mujer, que por elección popular, llegue a la Casa Rosada. Abogadas de formación y políticas de profesión, ambas son como el agua y el aceite: Cristina es fanática de los zapatos, el bótox y el maquillaje, mientras que Elisa ni siquiera se fija en su peinado.

El Espectador
01 de noviembre de 2007 - 02:37 p. m.

 Una rebelde estilizada

Para Cristina Fernández de Kirchner, una imagen vale más que mil palabras... por eso no descuida un solo detalle de su apariencia. Sin embargo, esta mujer de 54 años y de fuerte carácter es mucho más que eso. Es la figura política con más influencia en Argentina, una legisladora de larga trayectoria, quien según analistas políticos, catapultó a su marido al poder. Ahora llegó su turno, pues si las encuestas están acertadas, este domingo se convertirá, sin necesidad de segunda vuelta, en la sucesora de Néstor Kirchner.

Cristina a secas, como la mayoría de los argentinos conoce a la Primera Dama, es muy polémica. No tolera las críticas y cuida su aspecto casi hasta la obsesión -fumaba veinte cigarrillos diarios hasta que le dijeron que el tabaco arruinaba la piel-, es adicta al bótox (toxina botulínica para las arrugas), va a diario al peluquero, se hace tratamientos estéticos y es cliente habitual de las tiendas de alta costura de Buenos Aires y Europa. Esto la ha convertido en el blanco de críticas de su principal opositora, Elisa Carrió, quien es el polo opuesto.

Sin embargo, ese gusto por los zapatos, los bolos, el maquillaje y la ropa no alcanza a empañar la trayectoria de una mujer "indomable, inteligente, polémica, transgresora y ambiciosa", según dicen algunos analistas, quienes a su vez defienden que esta mujer ha construido una carrera política con herramientas propias.

Más que una imagen

Nacida poco después de la muerte de Eva Perón en La Plata, Cristina Elizabeth Fernández creció en el seno de una familia de clase media. Cursó la primaria en una escuela estatal y sus estudios secundarios en un colegio de monjas. Se casó con Néstor Kirchner en 1975 y en la carrera sacó calificaciones superiores a las de su marido.

En su juventud la pareja se vinculó a la Juventud Universitaria Peronista, una agrupación que respondía a la organización guerrillera Montoneros. "Cristina era muy crítica, siempre discutía a las directivas", recuerdan quienes compartieron su militancia universitaria. Y es que la candidata a la presidencia de Argentina no se destaca por ser propiamente negociadora cuando defiende sus ideas. Según sus seguidores, eso es firmeza; para los críticos, intransigencia.

Tras el golpe de Estado de 1976, los Kirchner se refugiaron en Santa Cruz, la provincia natal del presidente, donde en pocos años amasaron una importante fortuna ejecutando hipotecas y comprando propiedades.

Apasionados por la política, con el retorno de la democracia, en 1983, comenzaron la carrera que los llevaría a la cima del poder. Kirchner fue primero intendente de Río Gallegos -la capital provincial- y luego la gobernación. Cristina fue diputada provincial entre 1989 y 1995, y desde entonces, sin interrupciones, senadora nacional, primero por Santa Cruz (dos períodos) y actualmente por la provincia de Buenos Aires.

Conocida a nivel nacional antes que su marido, no son pocos los que piensan que es ella quien maneja la estrategia política de la pareja. Sin embargo, para quienes los conocen bien, la realidad es bien diferente: "No hay que engañarse, el que toma las decisiones es él", suelen decir sus colaboradores más cercanos.

Hoy, en plena carrera electoral, sus asesores de imagen intentan transmitir un mensaje claro en este sentido: si llega a la presidencia, Cristina Fernández de Kirchner tomará sus propias decisiones y no será un títere manejado desde las sombras por su marido. Las primeras encuestas después de su nominación la dan como segura ganadora: tiene un 60% de imagen positiva y más del 40% de intención de voto, con casi 30 puntos de ventaja frente a los adversarios. Sólo su marido la supera en imagen en las preferencias de los argentinos.

La dama del incienso

Era la mujer que más suspiros arrancaba en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional del Nordeste, provincia del Chaco. A los 21 años, con un hijo de cinco años y un divorcio encima, Elisa Carrió, de cabellera dorada, cuerpo escultural y bronceado perfecto se graduó con honores. Se dedicó a la docencia en universidades argentinas y en plena dictadura inició una brillante carrera judicial como funcionaria estatal, que terminó abruptamente. Otro matrimonio fallido, dos hijos más, la muerte de su hermano y un ataque de epilepsia que la dejó en coma, provocó en esta mujer una tremenda transformación.

Elisa Carrió se olvidó de su figura y comenzó a comer desenfrenadamente. Luego de ser una agnóstica total y según ella "pecadora de tiempo completo", pasó a sentir una profunda devoción por la Virgen María. Y fue precisamente ese cambio el que marcó su inicio en la vida política, que selló con un crucifijo que carga siempre.

Su estilo frentero y decidido le ha hecho ganar muchos enemigos. Carrió entró a la política denunciando graves casos de corrupción: denunció ilícitos de sectores aliados al poder y se convirtió en la piedra en el zapato de los gobiernos de turno. Los argentinos la recuerdan como la "gordita aguerrida" y sin pelos en la lengua que arremetió contra el gobierno de Carlos Menem. Por esa actitud fue duramente criticada por el ex presidente Raúl Alfonsín, ridiculizada por el mismo Menem y menospreciada por Eduardo Duhalde.

Carrió fue denunciada en varias oportunidades por oscuros negocios y componendas políticas. Ninguna demanda en su contra prosperó por lo que sus críticos cambiaron de frente. Aseguraron que su rápido ascenso en la política se debió a su ya lejana belleza, que le habría servido no sólo para ganar en sus años mozos un concurso de belleza, sino también el favor de sus padrinos políticos. Sin embargo, a sus 50 años y con una imagen algo descuidada, Carrió ha demostrado que su éxito en la política se debe a todo menos a su imagen.

"Lilita" como la llaman sus amigos fue asesora de la Fiscalía y luego secretaria con nivel de Juez de Cámara en la Procuraduría de Justicia del Chaco. Diputada en 1995, reelecta en 1999, presidió la comisión de Asuntos Constitucionales y la comisión investigadora sobre hechos ilícitos vinculados al lavado de dinero. Elegida como la mejor legisladora por su labor parlamentaria entre 1996 y 1998, también fue miembro de las comisiones de Juicio Político y hoy en día continúa en la de Asuntos Constitucionales.

En 2003 se enfrentó a Néstor Kirchner por la Presidencia del país y después de quedar en quinto lugar decidió intentarlo de nuevo este año. Lo curioso es que hoy su rival es la esposa de Kirchner, que según las encuestas, tiene el triunfo asegurado.

Crucifijo y votos

Aunque nadie le reprocha su transformación, muchos sí le critican el uso de la religión para conseguir votos. Más aún cuando realiza exorcismos dentro del Congreso para erradicar "a ladrones y corruptos". Para criticar a Cristina Kirchner, conocida por su extrema vanidad, Carrió se enorgullece de no tener asesores personales y de su estricta dieta: sólo come pizza y empanadas...

La dama del "incienso", como la llamaron por los rezos que ha hecho en varios eventos públicos, es la nueva esperanza de los sectores medios y bajos en donde se ubican sus seguidores. Por momentos parece tener un proyecto sólido con firmes reformas políticas, tributarias y económicas, pero su extrema religiosidad en ocasiones la traiciona y termina haciendo de los santos sus enemigos. Repite a diario la idea de comprometer a todo el país en un contrato moral cuasi-religioso.

Por El Espectador

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