Cuatro voces sobre el primer año de la crisis de Nicaragua

El 18 de abril se cumple un año del estallido de la crisis política en el país centroamericano, la más grave en décadas. Un defensor de derechos humanos, una familiar de un preso político, un estudiante y un sacerdote exponen su visión de la crisis.

Jesús Mesa
18 de abril de 2019 - 02:00 a. m.
Nicaragua cumple un año de su peor crisis sociopolítica en décadas con saldo de cientos de muertos y de detenidos, miles en el exilio, y una economía en caída libre. / EFE
Nicaragua cumple un año de su peor crisis sociopolítica en décadas con saldo de cientos de muertos y de detenidos, miles en el exilio, y una economía en caída libre. / EFE

Una impopular reforma al sistema pensional en Nicaragua desencadenó la peor crisis política que ese país ha vivido en los últimos años. El descontento generalizado de varios sectores con el gobierno de Daniel Ortega fue el inicio de una serie de protestas y manifestaciones que hoy cumplen un año y que al día de hoy no cesan.

En un año, de acuerdo con diferentes organizaciones de derechos humanos, han muerto más de 568 personas en las protestas. La represión por parte de las fuerzas del gobierno ha provocado el arresto de más de 1.000 personas y los dos intentos de diálogo han fracasado debido a la negativa del gobierno de Ortega de adelantar las elecciones y liberar a los presos políticos.

El Espectador presenta los testimonios de cuatro personas que han vivido en carne propia, y desde su trinchera, la crisis política de Nicaragua: Álvaro Leiva, defensor de derechos humanos; Marbeli Montoya, esposa del preso político Abdul Montoya; Lesther Alemán, estudiante, y Silvio José Báez, obispo.

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“El asilo en Costa Rica fue mi única salida”: Álvaro Leiva, director de la Asociación Nicaragüense por los Derechos Humanos

“Aunque yo llevaba trabajando varios años en la defensa de los derechos humanos, el 2018 fue el año más crítico por la situación que se presentó. En momentos en que la confusión reinaba, nuestra asociación hizo la tarea de contar y registrar los muertos y heridos durante las protestas en contra de Ortega. Sin embargo, ese trabajo trajo amenazas. Finalmente, un amigo que trabajaba en la Fiscalía me llamó y me dijo que me iban a encarcelar. Salir del país fue la única opción y emigré hacia Costa Rica, donde pedí el asilo. Aquí abrimos una nueva oficina, esperando que la situación en nuestro país pueda arreglarse”.

 

“Mi marido sandinista hoy está preso”: Marbeli Montoya, esposa del preso político Abdul Montoya.

“A mi esposo, Abdul Montoya, lo secuestran en agosto del año pasado y lo acusan de haber asesinado a alguien en una marcha contra el gobierno. Mi esposo fue sandinista y por muchos años apoyó a Ortega, pero el año pasado su percepción cambió y salió a protestar. Cuando lo capturan lo hacen junto con otros sandinistas críticos del gobierno y desde entonces es poco el tiempo que lo hemos visto. Desde que denunciamos su situación hemos recibido amenazas en las que nos tildan de traidores y en las que dicen que Ortega y su esposa prefieren que se pudra en la cárcel a que estuviera muerto”.

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“Para Daniel Ortega, ser joven es un delito”: Lesther Alemán, vocero estudiantil

“Salí de Nicaragua a finales del año pasado y sabía que no volvía por mucho tiempo. Fue duro, porque aunque sabía que no abandonaba la lucha, sí abandonaba mi país. A mis 20 años no me imaginaba esto. Yo no pedí convertirme en un vocero de los estudiantes, pero me tocó. Desde que acusé a Ortega durante una mesa de diálogo, las cosas para mí se complicaron. Pero yo decido salir luego del arresto de varios de mis compañeros. Entendí que prefería aportar desde afuera a terminar en una celda sin poder ayudar. Hoy, desde EE. UU., entiendo que el exilio nos ha servido para visibilizar el problema a nivel internacional”.

 

“Sin voluntad política no habrá salida”: Silvio José Báez, obispo nicaragüense

“Mi vida se ha visto continuamente en peligro desde hace tiempo. A lo largo de estos meses hay continuamente drones encima de mi apartamento y motorizados que rodean el seminario. He tenido que cambiar mi número de teléfono cuatro veces por esto. Pero gracias a Dios nada de esto nos ha paralizado. No podemos olvidar ni ser indiferentes ante las víctimas de hoy; frente a los presos políticos, los exiliados, los que se ocultan temerosos. Sin embargo, aunque estén los mejores mediadores del mundo, si no hay voluntad política, si no se piensa en el futuro de Nicaragua más allá de las ambiciones personales, no se va a lograr una salida”.

Por Jesús Mesa

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