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¿De dónde provienen los refugiados en Brasil y cómo son recibidos en la pandemia?

Un informe del Ministerio de Justicia brasileño demostró una caída en las solicitudes y la concesión de refugio durante la crisis sanitaria mundial; los venezolanos que ingresan por la frontera por el estado de Roraima continúan siendo mayoría.

Agencia Anadolu y Federico Cornali
30 de septiembre de 2021 - 10:35 p. m.
Familia de inmigrantes venezolanos en uno de los campamentos de ACNUR instalados en Boa Vista, capital de Roraima, Brasil.
Familia de inmigrantes venezolanos en uno de los campamentos de ACNUR instalados en Boa Vista, capital de Roraima, Brasil.
Foto: Agencia Anadolu

Como cada segundo semestre del año, el Comité Nacional para los Refugiados (CONARE), órgano vinculado al Ministerio de Justicia y Seguridad Pública de Brasil, en conjunto con el Observatorio de Migraciones Internacionales (OBMigra), publicaron los datos que ayudan a entender los movimientos de refugiados e inmigrantes que fueron regularizados o solicitaron registros en el país durante el último año. Según el informe “Refugio en Números”, al cierre de 2020 se contabilizaron 57.099 personas refugiadas reconocidas por Brasil. 

Por otro lado, durante ese mismo período, fueron 28.899 personas las que pidieron ser reconocidas en carácter de “refugiados”. Si bien los solicitantes vinieron desde 133 países, los venezolanos lideran con amplitud esa estadística, con 17.385 pedidos de refugio, lo que equivale a un 60,2% del total. En segundo lugar aparece Haití, con 6.613 (22,9%); y en tercera posición está Cuba, con 1.347 (4,7%).

Los casi 29.000 pedidos de refugio revisados por Brasil en 2020 significaron un crecimiento de casi 20 veces cuando se les compara con las solicitudes entregadas a comienzo de la década (1.465 pedidos de refugio en 2011). De todas formas, el número disminuyó mucho desde 2019 (82.552 solicitudes), lo que muestra cómo la pandemia afectó de manera notable la llegada al país de personas con ese perfil. 

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Para que alguien sea considerado refugiado en el ámbito internacional necesita comprobar que es víctima de una persecución política, de un conflicto o de la violación continua de los derechos humanos en su país de origen. Quienes obtienen “refugio” en Brasil se aseguran la agilidad necesaria para conseguir su residencia, los documentos correspondientes y derechos similares a los de un ciudadano brasileño, inclusive los laborales. 

Según las estadísticas del Nuevo Registro General de Empleos y Desempleos de Brasil (Caged), en 2020 se generaron 23.945 puestos de trabajo para inmigrantes en el mercado formal. Sin embargo, no todos los inmigrantes que consiguieron empleo tienen el estatus de refugiados. 

Los pedidos de refugio son evaluados por CONARE y, a pesar de que muchas de esas solicitudes suelen ser denegadas, el riesgo de deportación es mínimo. En 2017, Brasil flexibilizó las leyes inmigratorias para facilitar la regularización de la situación de los extranjeros con el propósito de dinamizar la mano de obra “envejecida” en el país, que según las estadísticas oficiales del gobierno federal “reduce su población joven cada año”, por lo cual necesitará de los inmigrantes para sostener su crecimiento. 

“Brasil suele ser uno de los países que mejor recibe a los refugiados e inmigrantes, a pesar de que existen casos aislados de discriminación o xenofobia. Sin embargo, y sobre todo en tiempos de pandemia, es difícil ofrecerles una vida digna a base de empleos bien pagados que les facilitarán el acceso a los servicios”, explicó Luis Fernando Lima Costa, miembro de la comisión técnica de OBMigra, que elaboró el informe “Refugiados en Números”. 

De acuerdo con los datos recolectados entre el Ministerio de Justicia y Seguridad Pública y OBMigra, el 90% de los reconocimientos o regularizaciones otorgadas a refugiados en Brasil fueron concedidos durante la última década, con un total de 265.729 autorizaciones concedidas entre 2011 y 2020. 

Además, según CONARE, de las 63.790 solicitudes de refugio analizadas por el Comité en 2020, 41,7% obtuvieron el reconocimiento. La mayoría dentro de este total filtrado pertenece a hombres (62,3%) en la franja etaria de los 25 a los 39 años. 

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Por su parte, la región Norte del país fue la que recibió más pedidos de refugio el año pasado (75,5% del total), con Roraima en primer lugar (59,9%) y Amazonas en segundo (10,1%). No es casualidad que ambos sean los estados que limitan con Venezuela, desde donde proviene la principal ola migratoria actual hacia Brasil. 

Por su parte, el gobierno de Roraima divulgó que, también en 2020, nacieron 2.310 hijos de madres venezolanas en los diferentes hospitales del estado, lo que dio un promedio de 6,3 nacimientos al día. Ese número cayó a 5,4 entre enero y mayo de este año, tal vez como reflejo de la pandemia. 

En 2018, el gobierno brasileño puso en marcha la Operación Acogida, con el objetivo de establecer cierto orden en el flujo migratorio que en los últimos años solo paró de crecer por la pandemia, y a pesar de que las cifras de desempleo se mantengan en aumento en el país.

El brazo ejecutor de las acciones de la Operación Acogida son las Fuerzas Armadas, sobre todo en Amazonas y en Roraima. Los militares se encargan de organizar campamentos, de distribuir la alimentación y de proveer asistencia a quienes llegan a Brasil por la frontera. 

Muchos de los venezolanos que arriban a Brasil caminan durante cientos de kilómetros y continúan su marcha, ya dentro del país, hacia Boa Vista, capital de Roraima, que está ubicada a 220 kilómetros de la frontera entre los países. 

“La crisis que se vive en Venezuela, sobre todo por la caída de los precios del petróleo, impulsó la inmigración masiva dentro de Sudamérica, alterando todos los flujos migratorios antes conocidos. Los venezolanos no solo intentan su vida en Brasil, sino que también buscan pasar hacia Colombia u otros países más distantes para ellos, como Chile y Argentina, por citar algunos ejemplos”, le dijo a la Agencia Anadolu Antonio Tadeu Ribeiro de Oliveira, coordinador de OBMigra y coordinador estadístico del informe “Refugio en Números”. 

La llegada masiva de los ciudadanos venezolanos a Roraima elevó la población del estado a 631.000 habitantes, según estimaciones del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE). Ese número era proyectado por el mismo instituto solo para 2031. Durante el último censo, correspondiente a julio de 2014, Roraima contaba con 496.936 habitantes.

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Sobre los cambiantes flujos migratorios en Brasil, Ribeiro de Oliveira realizó una breve descripción. “Desde que tenemos un monitoreo más preciso, las primeras personas que llegaban pidiendo refugio provenían, sobre todo, de países africanos como Angola o Senegal. Luego fue Colombia, por la guerrilla, y Haití”, explicó el coordinador de OBMigra. 

“Ahora es casi todo de Venezuela, y muchísimo menos de Cuba, por los médicos que se quedaron tras el fin del acuerdo Más Médicos, que traía profesionales cubanos para atención primaria y de emergencia en el interior más profundo de Brasil”, agregó. 

En uno de sus últimos informes, además de alertar sobre una caída de más del 35% en la acogida a refugiados en todo el mundo, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) destacó a Brasil como un ejemplo positivo en el recibimiento de las solicitudes. 

“Nos complace afirmar que hemos observado más avances que retrocesos en Brasil. Aún bajo el contexto de la pandemia, el país mantuvo el funcionamiento del sistema de reconocimiento de refugiados y, efectivamente, concedió un enorme número de pedidos a personas de Venezuela. También se mantuvo el funcionamiento de la Operación Acogida”, dijo Luiz Fernando Godinho, oficial de información pública de ACNUR.

”Garantizar la educación es importante tanto para la persona que llega como para el país que lo recibe. No alcanza con darles el pan, el alimento, y ver al refugiado como un ‘pobrecito’. Educar al refugiado es también darle la oportunidad de aportar algo. El refugiado llega para crecer con el país, no para traerle problemas”, comentó la venezolana Marifer Vargas en uno de los testimonios recogidos por ACNUR en Brasil. 

Antes de dejar Venezuela atrás, Marifer, que es profesora, vivía en Maracay, a 119 kilómetros de la capital nacional, Caracas. La violencia y las amenazas comenzaron a golpear a su familia cuando su pareja, que es periodista, publicó denuncias de corrupción. Ambos, el marido primero, en 2016, y ella con su hija después, en 2017, abandonaron su país e ingresaron a Brasil por Roraima. Actualmente residen en Sao Paulo. 

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“Soy profesora de historia y geografía venezolana. Por ese motivo no puedo hacer aquí lo que hacía allá. Pero estoy actuando como educadora social en los programas de interiorización de los refugiados”, cuenta Vargas, que fue parte de la Operación Acogida y actualmente trabaja en proyectos educacionales de Cáritas, una organización humanitaria que pertenece a la Iglesia católica. 

“No tengo palabras ni gestos para agradecerle a Brasil todo lo que ha hecho por mí. Brasil y Venezuela son vecinos, pero no se conocen bien. Entonces tenemos intercambios muy interesantes. Todos tenemos algo que podemos enseñar. En casa seguimos comiendo arepas, hablamos español y escuchamos nuestra música. Pero ya estamos establecidos aquí en Sao Paulo; nuestra vida es aquí. Nos sentimos en casa”, agregó Marifer. 

A más de 4.500 kilómetros de Marifer y su familia, en Boa Vista, capital de Roraima, los hermanos adolescentes Lexandra y Leobel Arrieta, junto a su madre, Bélgica Martínez, también se sienten bien recibidos por Brasil pero, a diferencia de la familia Vargas, pretenden regresar. “No ahora, pero en algún momento queremos volver a Venezuela. Allí sigue nuestro padre, que seguramente nos está esperando”, dice Lexandra, desde el centro de acogida en el que viven los tres.

”El deporte nos propició muy buenos amigos aquí en Roraima, que es una ciudad muy bonita, por cierto. En segundos, todos saben nuestros nombres. El deporte nos ayuda a fortalecer el cuerpo y a abstraernos mentalmente”, afirma Lexandra Arrieta, que juega al fútbol y al kickball (una mezcla de fútbol y béisbol) todos los días con otros adolescentes, venezolanos y brasileños. “Mi ídola es Deyna Castellanos, porque demuestra que no solo los hombres pueden jugar al fútbol. Me encantaría ser como ella”, agrega, haciendo referencia a su compatriota, de 22 años, delantera del Atlético de Madrid y de la selección venezolana.

Según el estudio “Autonomía e integración local de refugiados e inmigrantes venezolanos acogidos en Boa Vista”, publicado por la alianza establecida entre ACNUR y la Asociación de Voluntarios para el Servicio Internacional (AVSI Brasil), el 72% de los venezolanos que están en los centros de refugio de la capital de Roraima consideran las oportunidades laborales y las posibilidades de generar ganancias como el factor principal para decidir dónde se establecerán de forma permanente. Un 27,1% le da más peso a la ubicación geográfica, más cercana a Venezuela, para no alejarse tanto de sus familiares. Solo un 0,3% de los entrevistados afirmó que no tiene intenciones de permanecer en Brasil. 

El mismo estudio corroboró el perfil más que calificado de la población adulta residente en los centros de acogida: el 83% de los refugiados e inmigrantes tienen Enseñanza Básica o Secundaria completa; un 10,2% posee formación técnica y un 6% tiene formación superior en diversas áreas de conocimiento. 

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El estudio contará con otras dos fases de análisis, referentes a las oportunidades de “absorción” brasileña de esa mano de obra calificada, proveniente de refugiados e inmigrantes. De esta forma, será posible obtener datos para subsidiar iniciativas de capacitación que fomenten la inserción laboral de los venezolanos en Roraima, atendiendo las necesidades del mercado de dicho estado, y de otros puntos del país, como Sao Paulo, Minas Gerais o Río de Janeiro, que se encuentran en la próspera región sudeste.

Además del informe Refugio en Números, el Ministerio de Justicia Brasileño, también junto a OBMigra, informó que los pedidos de residencia por parte de extranjeros en el país cayeron de los 181.556 de 2019 a 92.521 en 2020. Al igual que con los pedidos de refugio, la pandemia dificultó la entrada de extranjeros e hizo más compleja la burocratización de los procesos. 

De las poco más de 92.521 personas que solicitaron la residencia en 2020, el 70% pertenece al acumulado entre venezolanos y haitianos. El número de solicitantes de residencia en Brasil también venía creciendo a ritmo acelerado desde 2015. Para esta estadística se incluye a quienes pidieron la residencia temporal (válida por dos años) y la residencia definitiva (10 años, renovable), pero no abarca a quienes solicitaron refugio ni a aquellos que entraron a Brasil de manera irregular. 

El momento atípico generado por la pandemia de COVID-19 también se reflejó en un cambio de orden entre las “puertas principales de entrada” de inmigrantes al país. Por primera vez desde que se realiza el monitoreo integral de los flujos migratorios, Manaos superó a Sao Paulo como la segunda ciudad con más registros (12.600 contra 12.000). Con 138.000 entradas, Boa Vista se mantuvo en el primer lugar, al igual que en 2019, debido al ingreso masivo de venezolanos por el paso fronterizo de Roraima.

La hipótesis de los responsables del informe es que el cancelamiento de la mayoría de los vuelos que deberían haber aterrizado en el Aeropuerto de Guarulhos, estado de Sao Paulo, por donde llegaban muchos inmigrantes hasta 2019, impactó directamente en la estadística de 2020.

Por último, el informe del Ministerio de Justicia y Seguridad Pública también reflejó una caída sustancial en los movimientos de entrada y salida en Brasil (67,8% menos que en 2019), sin contar a los inmigrantes y refugiados; los viajes de corta distancia fueron predominantes. 

Más allá de los viajantes brasileños, la lista la encabezan los argentinos (1.900.000 de movimientos), seguidos por los estadounidenses (318.000), los chilenos (288.000), los paraguayos (278.000) y los uruguayos (251.000), entre las nacionalidades más presentes.

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Por Federico Cornali

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