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De la Guerra Fría a la “paz caliente”: las líneas rojas entre Trump y Putin en Venezuela

Trump y Putin mueven sus fichas. América Latina no se escapa del tablero nuclear de este período de miniguerras frías o “paz caliente”.

Camilo Gómez Forero

16 de agosto de 2025 - 12:00 p. m.
Vladimir Putin y Donald Trump se reunieron en Alaska.
Foto: EFE - GAVRIIL GRIGOROV/SPUTNIK/KREMLIN POOL / POOL
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América Latina es, hasta ahora, la única zona del mundo libre de tensión nuclear en el último año. En Oriente Medio, el conflicto entre Irán e Israel, en el que participó Estados Unidos abiertamente con ataques a instalaciones nucleares iraníes, desató una nueva crisis que, aunque se ha diluido entre otros titulares, sigue activa.

En mayo, India y Pakistán pusieron a todos en alerta tras un conflicto que escaló con rapidez en la región de Cachemira. En Europa del este, en la central nuclear de Zaporizhzhia (Ucrania), se han mantenido condiciones de alta tensión: ataques, presencia militar cercana y drones sobrevolando la planta, preocupando por un incidente nuclear grave, mientras que Corea del Norte ha continuado expandiendo su programa nuclear y lanzando misiles de alcance intercontinental, sacudiendo la geopolítica del Indo-Pacífico.

Así, la suerte que ha corrido América Latina en medio de lo que los expertos llaman esta “policrisis” (cuando varias crisis ocurren al mismo tiempo y se interrelacionan, de modo que se refuerzan o agravan mutuamente, generando un impacto mayor que la suma de cada crisis por separado) es enorme.

“Hay un problema de inseguridades en plural lo suficientemente compleja que nos lleva a entenderla como una policrisis. No hay solo crisis, sino unas miniguerras frías o una ‘paz caliente’ tal vez en el mundo. No es una guerra global a todas luces como la llamaron en la Segunda Guerra Mundial, sino un conflicto en el que cualquier cosa puede romper el statu quo”, apuntó César Niño, profesor especializado en asuntos estratégicos de Relaciones Internacionales.

Sin embargo, los tiempos en los que la región gozaba de esta zona libre de tensión nuclear podrían estar cerca de cambiar. La paz en América Latina, al menos entre Estados latinoamericanos, no solo se ha visto alterada por varias disputas territoriales, alimentadas por calendarios electorales (como en el caso de Perú, Colombia y Venezuela), sino por el papel que jugaría en esa policrisis un alfil clave en este tablero de ajedrez: Nicolás Maduro.

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La cumbre de Alaska: Trump y Putin van a la mesa

Para entender la importancia de Maduro en esta historia, primero hay que volar a Alaska, Estados Unidos, donde el presidente Donald Trump se reunió con su homólogo ruso, Vladímir Putin, a discutir un plan para poner fin a la guerra en Ucrania. La reunión del viernes no empezó como se esperaba: antes del almuerzo, la secretaria de prensa de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, informó que ya no habría un encuentro privado entre los dos líderes, sino que estarían acompañados por sus equipos.

Del lado de Trump, estuvieron presentes el secretario de Estado, Marco Rubio, y el enviado especial Steve Witkoff; el secretario del Tesoro, Scott Bessent, el secretario de Comercio, Howard Lutnick; el secretario de Defensa, Pete Hegseth, y la jefa de gabinete, Susie Wiles. Putin, por su lado, estuvo con su canciller, Serguéi Lavrov, y su consejero, Yuri Ushakov.

Independientemente de si había o no reunión privada, de la cumbre no había mucho que esperar. Al menos no el inicio del fin de la guerra. Las pretensiones de Putin han sido hasta ahora demasiado altas: que Ucrania ceda parte de su territorio y renuncie a sus ambiciones de pertenecer a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Trump, por otro lado, parecía dispuesto a ceder y presionar a Kiev para que acepte tales condiciones con tal de mostrar que fue él quien terminó con la guerra.

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“Por más que la tesis rusa sea la anexión de territorio ucraniano, y esta sea apoyada por Washington, esa no es una posibilidad para el alto mando y tomadores de decisiones ucranianos. Así, esta sería evidentemente una victoria de Putin. También hay que decir que la guerra solo termina cuando Rusia deje de invadir, no cuando Ucrania deje de luchar. Entonces aquí hay un punto: yo no creo que caiga muy bien en Europa, con los antecedentes de la capitulación frente a Hitler en 1938 o con Finlandia ante los soviéticos. La canibalización del territorio no es una posibilidad que se pueda dar Ucrania, porque recordemos que Crimea, Donetsk y Lugansk ya están canabilizados. Y estos territorios han sido absorbidos y depredados por Putin, por lo que Ucrania no puede acceder a que estas cosas sigan sucediendo”, apuntó Niño.

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El analista explica que si llega darse esta cesión de territorio, estaríamos observando un pésimo precedente al legitimar invasiones sin que sus responsables salgan con algún tipo de condena. “Los regímenes autoritarios se pasan por la faja las reglas del derecho internacional. De hecho, les conviene que haya reglas para violarlas. Así, fijar nuevas reglas de juego no va a contener las ambiciones expansionistas de Putin”, agrega Niño.

Maduro en la ecuación

Con ese contexto de la cumbre, hay que observar la incidencia de Venezuela en Alaska. ¿Cómo ocurrió eso? Niño explicó que todas las crisis están conectándose en esta policrisis, y la venezolana no es la excepción. En las últimas semanas, Putin ha intentado elevar la apuesta sobre la mesa con Trump, generando tensión en su llamado “patio trasero”. De hecho, lo lleva haciendo incluso desde antes de que Trump asumiera el poder.

El año pasado, se confirmó en Venezuela que el Grupo Wagner —brazo paramilitar asociado con Putin— estaba operando en Caracas en las protestas poselectorales contra el régimen de Maduro. Y en cada capítulo de la crisis venezolana, Putin ha estado ahí reafirmando su apoyo al chavismo con el envío de buques y aviones con efecto disuasorio: 2019, 2013, 2008... la lista es vieja y sigue creciendo. Solo que ahora hay condiciones para tomarla más en serio.

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En julio de 2024, Rusia envió una flota naval a Cuba, que luego se dirigió al puerto de La Guaira, en Venezuela, entre ellos el submarino Kazan, cuyo armamento principal son misiles de crucero que pueden ser equipados con ojivas nucleares, pero no podía cargar ese armamento hasta ahora. Hace dos semanas, Rusia abandonó oficialmente el Tratado para la Eliminación de Misiles Nucleares de Medio y Corto Alcance (INF por sus siglas en inglés), y el Kremlin le ha recordado al mundo que ya no tiene restricciones sobre dónde y cuándo desplegar sus misiles nucleares.

Esto quiere decir que ahora, como lo expresó el portavoz de la presidencia rusa, Dmitri Peskov, Venezuela puede ser uno de los lugares en los que Rusia pone sus misiles con efecto disuasorio: “Rusia ya no se considera limitada por nada. Se considera con derecho, si es necesario, a tomar las medidas apropiadas”, dijo Peskov.

Trump no se ha quedado atrás, y por eso también ha tomado medidas contra Maduro (sin él en Miraflores, Putin no tendría a su socio en el Caribe), como redoblar la recompensa por información que conduzca a su captura y catalogar de organizaciones terroristas a los grupos criminales que operan en Venezuela, como el Cartel de los Soles.

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Esto le permite, en teoría, que todos los cuerpos de seguridad, incluyendo la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) y la Agencia Central de Inteligencia (CIA), participen en operativos contra estos carteles. Es el tipo de medidas que se activaron para permitir que Estados Unidos condujera operativos contra Osama Bin Laden y Qasem Soleimani en el extranjero, una razón por la que Maduro tendría que estar razonablemente asustado de las renovadas amenazas estadounidenses. Tanto el secretario Rubio como el senador Bernie Moreno, de origen colombiano, han advertido que el líder chavista “no pasará” de este año. El viernes, Washington desplegó en la región a 4.000 agentes, principalmente infantes de Marina. “No toleraremos a un narcoterrorista que inflija daño a los Estados Unidos. Trataremos a los terroristas como EE. UU. los ha tratado en el pasado. No lo veo en el cargo más allá de finales de este año”, dijo Moreno desde Colombia.

Estados Unidos continuó elevando la apuesta al enviar un operativo de su Comando Sur al Caribe el jueves, mientras Caracas reaccionó desplegando activos también en sus aguas. ¿Significa que tendremos una nueva crisis de los misiles en el Caribe, con las dos potencias usando esta ficha para presionar a la otra parte sobre Ucrania? ¿La Venezuela de 2025 será la Cuba de 1962? Aunque no es tan fácil que eso ocurra, el abandono de nuestra región como una zona de paz es innegable.

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“La gran crisis se ha estado dando, y no necesariamente con factores nucleares. Estados Unidos tiene líneas rojas en América Latina, así como Rusia en Europa y Asia. Y Trump tiene un afán por recomponer de una u otra manera el lugar de Estados Unidos en el mundo, pero en ese afán está cometiendo unos errores muy grandes en términos estratégicos. Hay muchos frentes abiertos que Estados Unidos querrá evidentemente cerrar o atender: el asunto nuclear, el ucraniano, el europeo, el de Latinoamérica, el de Maduro... Pero en el caso con Maduro también apuesta incluso por coquetearle a mercenarios para que hagan trabajo de cacería de Maduro, y eso puede abrir una caja de Pandora muy peligrosa en la región. Todos sabemos cómo inician los conflictos, pero no cómo terminan”, dice Niño.

¿Y Colombia dónde queda? El profesor Niño dice que un operativo contra Maduro solo les daría a los gobiernos antiimperialistas la oportunidad de fortalecer su discurso. “Para la muestra, tenemos un presidente en Colombia que aprovecharía esas circunstancias”, dice Niño, quien agrega que por eso hay que mirar con tanto cuidado cómo es el comportamiento de la región en materia de seguridad.

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“Colombia ha entrado en una fase muy peligrosa de relacionamiento con el Ejército de Maduro. Y esto lleva a otros peligros regionales, entendiendo que Maduro es el jefe de un cartel y es ilegítimo, lo que no ocurre con el presidente colombiano que, nos guste o no, es legítimo. Entonces, Washington va a mirar ahora la relación de Colombia con una suerte casi de complicidad con Maduro, y eso puede traernos unas implicaciones y consecuencias gravísimas, por lo menos en materia de cooperación”, concluye.

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