Luiz Inácio Lula da Silva está libre. Después de 18 meses de prisión, en una fría cárcel de Curitiba, el expresidente brasileño recuperó la libertad tras meses de lucha y de reclamar por su inocencia. Su libertad no dependió de él ni de sus abogados ni tampoco de sus seguidores. Un viejo amigo, que le había dado la espalda durante los últimos meses, fue quien inclinó la balanza a su favor.
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José Antonio Dias Toffoli, presidente del Supremo Tribunal Federal brasileño (STF), fue ese aliado inesperado. Durante el año y medio que Lula da Silva estuvo en la cárcel, el juez rechazó una y otra vez los recursos que la defensa del expresidente interponía para devolverle la libertad.
Fueron dos las veces que Toffoli votó en contra del recurso que podía darle la libertad de Lula. El expresidente, condenado a 8 años de prisión, argumentaba que al no haber agotado todos los recursos en su defensa era ilegal su encarcelamiento. Este argumento de la defensa llegó en un par de ocasiones al STF, y las tres veces fue rechazado por el tribunal, en su gran mayoría con votaciones de 6 a 5. Toffoli, al ser presidente del STF, era quien desempataba las votaciones. Para justificar sus votos siempre dijo que lo hacía para evitar “una grave lesión al orden y la seguridad”.
Pero este viernes el juez cambió sorpresivamente su voto. Toffoli inclinó la balanza y el STF declaró inconstitucional la prisión de una persona condenada en segunda instancia y antes de que se agotaran todos sus recursos en la justicia. Esto, indirectamente, abrió la puerta de la cárcel a Lula, que estaba preso desde hacía un año y 7 meses.
La historia de Toffoli y Lula da Silva es de vieja data y comenzó exactamente a finales de los años ochenta. Por ese entonces, el juez era un joven abogado de la Universidad de São Paulo, que comenzaba su carrera en el sector sindical. Fue consultor jurídico de la Central Unitaria de Trabajadores de Brasil y luego asesor del Partido de los Trabajadores, donde conocería a Lula de Silva. Allí se haría su amigo y uno de sus colaboradores más cercanos.
Al lado del líder izquierdista brasileño Dias Toffoli se desempeñó como abogado de sus campañas presidenciales de 1998 y 2002, en la que el líder del PT resultó electo. Durante ese gobierno trabajó como asesor presidencial durante dos años para luego regresar a la campaña de 2006, esta vez buscando la reelección de Lula da Silva.
La fidelidad de Dias Toffoli a Lula rindió frutos un año después. El presidente brasileño lo nombró procurador general del país, cargo en el que duró un par de años. Luego, en 2009, el mandatario lo nominó para ser parte de un cargo que le cambiaría la vida para siempre.
En abril de 2009, el juez de la Corte Suprema Carlos Alberto Menezes murió de cáncer de páncreas. Para suplir ese cargo, el presidente Lula da Silva nominó a su viejo amigo Toffoli, quien se encontró repentinamente con un asiento perpetuo en el tribunal. Y así, Con 41 años, Dias Toffoli se convirtió en el magistrado más joven en ser parte del STF.
El juez Toffoli asumió así el trabajo de su vida. Los magistrados de la Corte solo dejan de serlo en caso de que renuncien, fallezcan, o cumplan 75 años. Con toda una vida por delante, Toffoli asumió un bajo perfil en el STF y basó su trabajo en tres pilares: “autocontrol, diálogo y negociación”.
Pero con el tiempo el juez Toffoli fue cobrando mayor relevancia. Junto con sus colegas Gilmar Mendes y Ricardo Lewandowski, conformó un grupo de magistrados al que la oposición al gobierno de Lula le llamó “Jardín del Edén”, pues decían eran benévolos con políticos afines al PT acusados por actos de corrupción.
En 2018, gracias a la política de la Corte Suprema de rotar a su presidente, el juez Toffoli volvió a hacer historia y se convirtió en el jefe de la corte más joven a la edad de 50 años. Sin embargo, su pasado, estrechamente vinculado al PT y a Lula da Silva, ponía un manto de dudas sobre su imparcialidad, sobre todo en los sectores de la derecha brasileña.
Pero el año pasado las cosas eran muy diferentes a cuando Toffoli trabajó de la mano de Lula. En enero de ese año el PT ya no era el partido de gobierno y muchos de sus dirigentes estaban acusados de diversos actos de corrupción, entre ellos Lula da Silva. En abril de ese año, Toffoli vio cómo su anterior jefe caía preso en una cárcel de Curitiba. La justicia determinó, tras años de investigaciones, que el exmandatario era culpable de recibir sobornos a cambio de favorecer a la constructora OAS en contratos con Petrobrás, los cuales se habrían materializado en la reforma de un apartamento. Sergio Moro, el tenaz juez que lideró la investigación Lava Jato, fue quien dictó la sentencia.
Con la inminente elección presidencial y las dudas sobre su pasado, había mucha incertidumbre sobre cómo se comportaría políticamente, particularmente después de la elección del presidente de extrema derecha Jair Bolsonaro en diciembre.
Pero Toffoli sorprendió. Tras la elección el juez no viró a la izquierda, sino que hizo guiños a la derecha. Un día después de la elección que le dio la presidencia a Bolsonaro, el juez publicó una carta pública en el diario El País reconociendo la victoria de la democracia en Brasil. Acorde a su política de negociación, Toffoli tendió puentes con el Ejecutivo, al que invitó a tomar de nuevo las riendas del país.
“A pesar de la destacada importancia del Poder Judicial, es necesario que la política vuelva a liderar el desarrollo del país. La clave para el progreso de la nación reside en la armonía y en el equilibrio de fuerzas entre los distintos poderes”, escribió Toffoli.
Un hombre pragmático
Los gestos positivos con el gobierno continuaron este año. Durante una sesión para conmemorar el 30° aniversario de la Constitución de Brasil, el juez Toffoli habló del golpe militar de 1964, refiriéndose a él como un “movimiento”, en un guiño al presidente. Un comentario que le significó varias críticas, sobre todo de miembros del PT.A mediados de este año fue aún más allá para complacer a Bolsonaro al emitir un fallo para prohibir el uso de información de las autoridades policiales encargadas de investigar el lavado de dinero en casos penales, sin una orden judicial. Esta fue una solicitud del abogado defensor del hijo mayor del Bolsonaro, el senador Flavio Bolsonaro, quien enfrentaba una investigación de corrupción relacionada con su periodo como representante del estado de Río de Janeiro.
Si hay algo que caracteriza a Toffoli es que es un hombre pragmático. Su relación con el gobierno cambió poco después de que un portal independiente revelara unas filtraciones que pusieron en duda la parcialidad de Moro, ahora ministro de Justicia, en el proceso contra Lula da Silva.
Y previo a la votación del jueves, la atención de todo Brasil estaba en cómo podría votar José Antonio Dias Toffoli. Con Lula libre, así como una gran cantidad de presos, el juez Toffoli tendrá ahora la difícil tarea de determinar si Sergio Moro fue imparcial en su investigación contra el expresidente izquierdista brasileño. A finales de noviembre se conocerá la decisión del STF que, de determinar que sí hubo algún vicio en el proceso, podría anular la investigación contra el expresidente brasileño. Con un tribunal dividido, se espera que de nuevo sea Toffoli quien incline la balanza. Y otra vez el futuro de Lula da Silva. estará en sus manos.