Gran parte de la historia reciente de Cuba está inscrita en las fachadas de La Habana. El rostro de Ernesto “Che” Guevara patrulla las avenidas de la capital. La silueta de Fidel Castro está presente con su boina militar, barba rala y el infaltable habano que fumó mientras ocupó el Palacio de la Revolución durante 60 años. En otras estructuras de cemento se ve con letras grandes, la frase que “el comandante” Castro pronunció para dar inicio a la revolución que se ha prolongado hasta la actualidad: “Patria o muerte”.
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La historia de Cuba en el último siglo es la narración de cómo el poder ha sido sucedido una y otra vez sin cambiar de enfoque. Es el relato de cómo los ideales que Fidel y Raúl Castro se han enquistado en toda la isla durante más de seis décadas.
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La nueva reelección de Miguel Díaz-Canel como presidente es la última muestra de ello: un protagonista que ostenta el poder, pero que sigue arraigado a las mismas ideas y métodos que sus antecesores utilizaron desde la década de 1960. Esta estrategia, que más allá de aparentar una sucesión en los hilos de la política, hace que se perpetúe el poder en Cuba en manos del mismo partido e ideas.
Díaz-Canel, el hijo de la Revolución
La llegada de Díaz-Canel a la presidencia de Cuba se debió a una larga trayectoria por las instituciones que Fidel y Raúl Castro más resguardaban. Ingeniero de profesión, el hoy reelecto mandatario pasó por diferentes entidades que lo indujeron en el juego de la política. Hizo parte de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, de la Unión de Jóvenes Comunistas y con los años logró abrirse un espacio en el auge de la pirámide del Partido Comunista Cubano, a tal punto de hoy ser el presidente, incluso por encima de Raúl Castro.
Cuando Raúl Castro, que fungía en el Ejecutivo tras la muerte de Fidel, entregó el poder a Díaz-Canel, aseguró que ese hombre de 58 años era el “único sobreviviente” de una docena de candidatos que la Revolución consideraba aptos para asumir el poder de Cuba una vez los hermanos ya no estuvieran. Una persona que, según AFP, tenía que asegurar que sin Fidel ni Raúl, el sistema comunista cubano pudiera seguir sosteniéndose en el tiempo.
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En pocas palabras, Díaz-Canel ocupa hoy los dos cargos más importantes en la arena política cubana: es la máxima cabeza del Ejecutivo y a su vez preside el único partido que hay en la isla. Aunque entre el mandatario y los hermanos Castro haya una amplia brecha generacional, las formas de gobernar han permanecido prácticamente iguales.
Nuevo tablero, mismas fichas
Cuba fue testigo de un cambio de paradigma que hacía décadas no veía. En 2021, cuando Raúl Castro anunció su dimisión a la jefatura de Estado, se convirtió en la primera vez desde 1959 no habría un Castro en el seno del Gobierno. Sin embargo, el retiro de Raúl no fue una renuncia completa, ya que el menor de los hermanos de la revolución continuó supervisando varias de las actividades del Partido Comunista Cubano y órganos estatales.
Esto hizo que la llegada de Díaz-Canel a la presidencia fuera el primer mandato presidencial civil que la isla tuvo en 60 años. No obstante, el heredero de los Castro aseguró que sus objetivos políticos consistían en la “continuidad”.
Sus decisiones han motivado que tanto la ciudadanía como la comunidad internacional lo cataloguen como un “títere” del castrismo. Por ejemplo, Deustche Welle se preguntaba en 2018 si el nuevo presidente realmente era un “hombre del cambio” o en su defecto, un “delfín político” que Raúl Castro había puesto “a dedo” para poder seguir manejando los hilos desde La Habana.
Hay que mencionar que Díaz-Canel no puede atornillarse en el poder como lo hicieron sus predecesores. Según la Constitución cubana de 2019, el jefe de Estado solo puede ser reelegido una vez. Lo que indica que el actual presidente puede dirigir, en teoría, únicamente hasta 2028.
Sin embargo, vale la pena mencionar que 459 de los 470 miembros que componen la Asamblea votaron por Díaz-Canel, es decir, un 97,6 % de los congresistas que pertenecen en su inmensa mayoría al Partido Comunista.
Hay quienes coinciden en que la nueva Constitución de Cuba no ofrece garantías sociales, políticas o electorales. De acuerdo con la ONG Civil Right Defenders (CRD), “a los cubanos se les permite votar, pero no elegir”. La Organización sueca explica que no hay posibilidad que una persona que no haga parte del Partido Comunista de Cuba “puedan ser alternativas o puedan presentar propuestas políticas”.
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Según está estipulado en la Constitución, el Partido “es la fuerza política dirigente superior de la sociedad y del Estado”. Además, la Ley Electoral establece que se “excluye cualquier tipo de propaganda electoral individual y cualquier otra acción destinada a inclinar la decisión de los electores a favor o en contra de algún candidato”.
Aunque Díaz-Canel asegure que en Cuba existe solo un partido para “asegurar la unidad”, Civil Rights Defenders considera que es un mecanismo que no da otras alternativas políticas o de liderazgo. Esto no da posibilidad a “ningún ciudadano que no haga parte del Partido a hacer una carrera política o a ser elegido”, asegura la ONG.
Sin embargo, la reelección de Díaz-Canel es todo menos innovadora. Este miércoles, cuando la Asamblea ratificó un nuevo período presidencial, el mandatario dejó su gabinete en apariencia intacto. De 29 carteras que componen la cúpula de Gobierno, Díaz-Canel solo cambió a cuatro de sus ministros.
El resto del equipo ministerial lo componen personas que, o bien cumplen una cuota política dentro del Ejecutivo, o que pertenecen a la época en que Fidel y Raúl derrocaron a Fulgencio Batista en 1959. Como es el caso de Ramiro Valdés, conocido como “el carnicero de Artemisa” por sus técnicas de represión, que hizo parte de la guerra de guerrillas que los Castro emprendieron en la Sierra Maestra. Hoy tiene 90 años y ha sido una de las fichas claves del castrismo desde la Revolución.
El discurso antiimperialista
Al igual que las alocuciones que se prolongaban durante horas de Fidel Castro, Díaz-Canel ha adoptado la misma dialéctica que han justificado las decisiones políticas en la isla. Tan solo este miércoles, el presidente mantuvo una declaración ante la Asamblea en la que aseguró que “la revolución es el método […] la vía para conquistar la mayor justicia y bienestar posible”.
Además, justo como lo hicieron los hermanos Castro durante décadas, Díaz-Canel culpa a protagonistas extranjeros de los males que se viven en el país; entre ellos la pobreza, la inflación o la inestabilidad. Por más de 30 minutos, el presidente reelecto empleó el lenguaje militar y revolucionario que caracterizó la retórica que se manejó en La Habana mientras estuvieron Fidel y Raúl. El mandatario insistió en que habrá “nuevas victorias” para Cuba durante su próximo período.
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Por ejemplo, Díaz-Canel, fiel a la doctrina, justificó la crisis que vive Cuba debido al “recrudecimiento del bloqueo norteamericano” y empeñó varios minutos en mencionar que desde Washington hay una estrategia para “subvertir el orden” en el país.
¿Y los derechos humanos?
Aunque la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos reconozca que Cuba “ha iniciado un proceso gradual pero significativo para implementar reformas”, hay opiniones que discrepan. CDR asegura que no ha habido una mejora en el manejo social entre la época de los Castro y el mandato presidencial de Díaz-Canel. Para la organización “la situación de derechos humanos es dramática”. Por ejemplo, la Organización hace énfasis en las protestas de 2021.
En este episodio cerca de 7.000 cubanos salieron a protestar por el desabastecimiento de comida y combustible y la carencia de servicios públicos, como por ejemplo la electricidad y el suministro de agua. Las manifestaciones fueron reprimidas y cerca de 700 personas fueron condenadas a penas de hasta 30 años de prisión.
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“La Constitución ratifica que no hay nada por encima del Partido”, asegura la ONG, por lo cual se genera un escenario en que es “imposible hacer cualquier tipo de oposición o ventilar ideas alternativas”.
Incluso se han implementado técnicas de represión que permite a la sociedad civil, lo que desde el Gobierno se bautiza como “revolucionarios”, a reprimir cualquier manifestación. “La brutal represión contra activistas, artistas, periodistas y hasta líderes religiosos se ha incrementado […] porque la Constitución dice que el sistema socialista puede defenderse por todos los medios posibles”, aclara.
“La gente está saliendo a las calles por hambre”, reconoce la ONG. Es más, este escenario ha generado que autoridades migratorias de Latinoamérica hayan encendido las alarmas. De acuerdo con Civil Rights Defenders, Cuba vive una nueva ola migratoria a causa de la crisis alimentaria y de servicios. La Organización asegura que entre 2021 y 2022, cerca de 300.000 cubanos se entregaron a las autoridades de Estados Unidos. […] Algo nunca antes visto en la historia del país”.
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