Donald Trump juró como presidente el mismo día en el que Estados Unidos conmemoró el legado de Martin Luther King, como lo viene haciendo desde hace casi 40 años. También lo hizo el mismo día en el que Cecile Richards, defensora de los derechos de las mujeres y expresidenta de la organización Planned Parenthood, dedicada a la educación sexual y reproductiva, falleció. Mientras el interior del Capitolio, el mismo que fue asaltado por varios de sus simpatizantes hace cuatro años, se preparaba para la segunda ceremonia de investidura, las calles de Washington vieron cómo públicamente salieron a mostrarle su apoyo al republicano varios miembros de los Proud Boys, grupo que participó en los hechos violentos del 6 de enero de 2021, con los cuales se trató de impedir en el Legislativo la certificación del gobierno del ahora expresidente Joe Biden y llevaron a 22 años de prisión a Enrique Tarrio, uno de sus líderes, bajo el delito de conspiración sediciosa.
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Alrededor de Trump estaba su círculo cercano, su esposa Melania y su hijo Barron, también uno de sus aliados más fuertes, Elon Musk, y su vicepresidente J.D. Vance. Del otro lado, se vieron a varios de sus opositores, entre ellos a Kamala Harris y Hillary Clinton, quienes disputaron con él la jefatura de la Casa Blanca, además de la ex primera dama Jill Biden y los expresidentes Barack Obama, Bill Clinton y George Bush. En el lugar se sintió la ovación hacia el líder republicano en varias ocasiones, cuando dijo que iba a declarar emergencia nacional en la frontera con México, donde también enviará tropas, cuando comentó que se iba a “excavar, excavar, excavar”, con referencia a permitir licencias para la exploración de petróleo, y en el momento en el que mencionó la liberación de tres rehenes israelíes tras la tregua que empezó el fin de semana en la Franja de Gaza entre Israel y Hamás. Ese fue, quizás, el único fragmento de la ceremonia en el que los demócratas sentados al lado suyo se unieron a los aplausos de pie en el vestíbulo del Capitolio, que vio al magnate asumir oficialmente como el presidente estadounidense número 47, pero el primero en ocupar la Oficina Oval tras ser declarado culpable en un caso de falsificación de registros comerciales para, en últimas, ocultar la relación sexual que sostuvo con Stormy Daniels, exactriz para adultos, por lo cual no tuvo que pagar ninguna pena de prisión.
En su discurso se le escuchó hablar de varios asuntos, que se podrían englobar en tres grandes temas: soberanía, seguridad y relaciones exteriores. Bajo esos parámetros, anunció que declarará emergencia en el borde sur, así como en el asunto energético, bajo los argumentos de “repeler la desastrosa invasión de nuestro país” y “ser una nación manufacturera con la mayor cantidad de petróleo y gas”. Una de sus promesas fue la de “bajar los precios, llenar las reservas estratégicas hasta el tope y exportar energía estadounidense a todo el mundo”. El “oro líquido”, como llama al petróleo, será, al parecer, la vía para lograr eso en los próximos cuatro años. De hecho, en sus primeros instantes como mandatario, aseguró que terminará con el Green New Deal, con el que se pretendía descarbonizar la economía estadounidense, e informó que revocará los incentivos fiscales que su antecesor implementó para el uso de carros eléctricos. “Podrás comparar el carro que elijas”, aseguró poco antes de advertir que en la arena internacional “mediremos nuestro éxito no solo por las batallas que ganemos, sino también por las guerras que terminemos y, quizá lo más importante, por las guerras en las que nunca nos involucraremos”.
Resultó paradójico que en su discurso mencionara los incendios de Los Ángeles, que dejaron 27 muertos, miles de personas obligadas a abandonar sus casas y más de 13.000 estructuras dañadas, pero que, a propósito (o no), evitara hablar sobre la crisis climática. Ese fue un tema que Rafael Piñeros, profesor de relaciones internacionales de la Universidad Externado, echó de menos durante la intervención del republicano, en la que se escuchó hablar de un Estados Unidos manufacturero, extractivista y amigo del sector automotor. Eso, según el docente, muestra el retroceso en algunos aspectos que se habían consolidado dentro de la agenda nacional, y ahí también menciona la idea del republicano de terminar con los programas de diversidad y las políticas de identidad de género, reconociendo solo dos: el masculino y el femenino. “La autodeterminación del género había sido un elemento importante en la última década, y eso se está dejando de lado”. Dorian Kantor, profesor de relaciones internacionales de la Universidad Javeriana, lo pone en estas palabras: “Sí, parece que, por ahora, la agenda progresista está terminada en gran medida”.
Ambos profesores coinciden en un punto: Trump necesita la inmediatez. De ahí que optara por apostar desde un inicio a los imperativos del momento: inflación y migración, dejando de lado cuestiones de más largo aliento, como el cambio climático y la igualdad racial y de género. Él, según Piñeros, necesita los focos de las cámaras para demostrar que está retomando el control. Si bien no es el primer presidente en enviar la Guardia Nacional a la frontera, es probable que se implementen políticas migratorias similares a las que se vieron en su primera administración. El problema con ella, al menos para Kantor, es el nivel de deshumanización que ha creado la retórica del presidente: “Ya vimos lo que hicieron las políticas de tolerancia cero en su anterior mandato: desde la separación de familias hasta niños muriendo en jaulas”. Su narrativa puede, de acuerdo con el docente, crear un ambiente para aprobar políticas más permisivas a nivel estatal y federal, como la propuesta que los legisladores de Arizona hicieron el año pasado para disparar y matar legalmente a migrantes.
El margen de maniobra de los estados y de la Corte Suprema de Justicia, por mencionar solo a algunos actores más en la compleja ecuación de la política estadounidense, es una de las grandes incógnitas. Kantor cree que la capacidad de acción de los primeros es limitada y no descarta, por ejemplo, que Trump presione a California con la ayuda para atender la emergencia por los incendios con la intención de deshacer algunas políticas progresistas. Pero no solo eso: algunos estados conservadores han amenazado con arrestar a proveedores de aborto cuando estén viajando por su territorio y otros han propuesto leyes para castigar a las mujeres que se sometan a uno en otro estado y luego regresen a su lugar de residencia. En el caso de la máxima institución judicial, con una mayoría conservadora de 6-3 y que ha demostrado ser receptiva a esa causa, como cuando derogó Roe vs. Wade, caso que protegió por varias décadas el derecho de las mujeres a abortar, Piñeros es partidario de no asumir que dicha inclinación implique que las votaciones que lleguen a ella serán siempre a favor del nuevo gobierno. Entretanto, y a la expectativa de lo que será este segundo período presidencial del republicano, hay quienes hablan de que el llamado a recuperar la confianza y a poner fin al declive quedó opacado con un mensaje de división.
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