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El canal que une y separa a Estados Unidos y Panamá desde hace más de un siglo

Una relación de más de un siglo entre la principal potencia mundial y el pequeño país centroamericano explica las actuales tensiones sobre el control de la vía interoceánica. Desde la separación de Colombia hasta las amenazas actuales de Trump, la historia del canal es un choque entre el expansionismo estadounidense y el nacionalismo panameño.

Thomas Hoffman y Fernando Carreño Arrázola

10 de marzo de 2025 - 12:00 p. m.
Un hombre en una de las esclusas del canal, 1912.
Foto: Autor desconocido
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La construcción del canal de Panamá fue un “evento geológico” que implicó excavar el equivalente a 80.000 piscinas olímpicas, conectó el Atlántico con el Pacífico, elevando los barcos 26 metros sobre el nivel del mar, y creó el lago Gatún, uno de los mayores embalses artificiales del mundo. Todo esto empleando a más de 75.000 trabajadores bajo un sistema de segregación laboral.

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El canal fue la cristalización de un “destino manifiesto” para una nación expansionista que se convertía en potencia mundial, la esperanza económica de Colombia en tiempos de guerra civil y el impulso separatista de un sector en la sociedad panameña que ya no se sentía representada por Bogotá. Pero, por encima de todo, el canal representó una oportunidad de negocios para millonarios empresarios que estuvieron dispuestos a cruzar límites legales y morales con tal de engrosar más sus billeteras.

Todos estos intereses continúan hasta hoy. Para no ir muy lejos, en la semana pasada, el fondo de inversión estadounidense BlackRock anunció la compra de dos puertos cercanos al canal bajo control chino en medio de una fuerte presión. Trump, además, en su primer discurso ante la Cámara y el Senado estadounidense, anunció los avances en la “retoma” del canal, al tiempo que el presidente panameño, José Raúl Mulino, lo calificó de mentiroso.

“Je préfère le Panama”

Pero la historia del canal no comenzó con Estados Unidos, sino con Ferdinand de Lesseps, el ingeniero francés que construyó el canal de Suez, considerado el mayor logro de ingeniería de su época. En su libro El país creado por Wall Street, Ovidio Díaz Espino narra su llegada a Nueva York tras el fracaso apocalíptico en Panamá de la Compagnie Universelle du Canal Interoceanique. Su única esperanza era William Nelson Cromwell, un abogado conectado con el poder del naciente imperio estadounidense. Desde su bufete, Cromwell influía sobre los titanes del capitalismo: John D. Rockefeller, Andrew Carnegie, William H. Vanderbilt, Jay Gould y J. P. Morgan.

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Cromwell, que sabía que su país necesitaba conectar militarmente sus dos costas sin navegar 22.000 kilómetros por el cabo de Hornos, sirvió de intermediario para que Estados Unidos pudiera comprar los derechos de construcción del canal, otorgados al ingeniero francés por Colombia en 1878.

Estados Unidos ya planeaba hacer un canal por Nicaragua con el apoyo mayoritario de políticos y del cuerpo de ingenieros, que, después de múltiples estudios, lo consideraba más barato y menos desafiante que la opción panameña. Sin embargo, Cromwell aprovechó su influencia política para redirigir el interés hacia Panamá, prometiendo financiar futuras campañas del Partido Republicano. Esto desató una feroz batalla en el Congreso, que se resolvió con la creación de una comisión en la que Philippe Bunau-Varilla, socio de Cromwell, jugó una carta tan simple como brillante: distribuyó entre los senadores estadounidenses estampillas nicaragüenses que mostraban volcanes en erupción, sugiriendo así los riesgos geológicos de esa ruta.

“I took the canal”

La llegada de Theodore Roosevelt como presidente en 1901 fue clave. Decidido a consolidar el poder imperial de Estados Unidos, resumió su postura con una frase contundente: “He tomado el canal”. Además, los avances científicos ayudaron al éxito del proyecto. Según Paul S. Sutter, profesor de la Universidad de Colorado Boulder e investigador de la historia del canal, “los estadounidenses comprendieron que la malaria y la fiebre amarilla eran transmitidas por mosquitos, un conocimiento que los franceses no poseían y los llevó a perder decenas de miles de vidas”. Esto permitió que oficiales estadounidenses intervinieran en Ciudad de Panamá y Colón con fumigaciones, limpiando propiedades y eliminando viejos sistemas de recolección de agua.

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Pero el sistema social estadounidense también llegó a Panamá. Matthew Parker, en su libro Panama Fever: The Battle to Build the Canal, explica que Estados Unidos impuso su sistema de segregación racial en una región que había sido históricamente diversa y tolerante. “Había una nómina de ‘oro’ (estadounidenses y algunos europeos) que recibía las mejores condiciones laborales y alojamiento, mientras que la nómina de ‘plata’ (principalmente hombres negros de Jamaica y Barbados) sufría condiciones precarias, lo que resultaba en enfermedades y muertes”, señala Parker a El Espectador.

Además de la segregación racial entre blancos y negros, surgió otra cuestión importante: “¿Qué hacer con los panameños, los venezolanos y los 1.449 colombianos que trabajaban en el canal?”, le dijo a este mismo diario Julie Greene, autora del libro The Canal Builders y profesora de la Universidad de Maryland. “El ingeniero en jefe tenía el derecho de deportar o sentenciar a trabajos forzados a aquellos que no fueran productivos. Como resultado, se construyeron grandes prisiones y cárceles, se fortaleció la fuerza policial y se implementaron espías de trabajo, todo con el propósito de gestionar eficazmente la empresa”.

Una ardilla en el hombro

Estados Unidos sabía que la concesión para construir el canal vencía pronto e intentó negociar con Colombia. John Milton Hay, quien había sido secretario de Abraham Lincoln y estaba encargado de negociar por Estados Unidos, decía que tratar con Colombia era como “intentar mantener una ardilla en el hombro”, por su naturaleza inquieta y escurridiza.

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Tomás Herrán, un buen diplomático bogotano que fue la contraparte de Hay en la negociación, estaba en una situación sin salida. Los estadounidenses redactaron el tratado Herrán-Hay sin la participación de Herrán. Este documento, que pretendía entregar los derechos exclusivos a Estados Unidos en el istmo y le cedía la franja del canal por 99 años, nunca fue aprobado por el Congreso colombiano.

El presidente José Manuel Marroquín, que buscaba fondos para la guerra, intentó negociar con Estados Unidos, pero en 1903 Roosevelt decidió actuar. Mientras presionaba a políticos colombianos con “incentivos económicos”, también apoyaba a los separatistas panameños, quienes declararon la independencia con el apoyo del cañonero USS Nashville.

“Encontré en el Archivo General de Colombia un cablegrama del crucero Bogotá de noviembre de 1903, donde el comandante Jorge Martínez relata cómo se acercó a la costa Pacífica de Panamá y disparó porque había escuchado rumores de actividad separatista”, dice David Marcilhacy, autor del libro El istmo de Panamá, un puente entre Europa y las Américas: 1879-1936. “Aunque la separación de Panamá ya estaba consumada hace días, daba detalles de la muerte accidental de un chino y un burro, lo que refleja la atmósfera surrealista de esos días”.

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Un país, tres historias

En Panamá se habla de una leyenda negra, una dorada y otra ecléctica para explicar su independencia. Una heroica, otra económica y la tercera una mezcla de las dos. Pero lo que demuestra la historia, más allá de cualquier lectura, es que la injerencia de Estados Unidos en Panamá continuó de una manera evidente y por momentos sofocante.

Los panameños recuerdan de memoria los momentos más tensos de su relación con Estados Unidos. En 1912, tropas estadounidenses aplastaron un levantamiento interno. En 1925, la bajada de la bandera de Estados Unidos en Colón desató una intervención militar. En 1964, la crisis de la bandera dejó varios muertos tras enfrentamientos entre panameños y estadounidenses. La intervención más grave ocurrió en 1989, cuando Estados Unidos invadió Panamá en la operación Causa Justa, derrocando a Manuel Noriega, quien había desafiado su influencia.

“Estados Unidos solo calmó su hambre en Panamá después de las guerras, cuando el uso militar era irrelevante y el canal les representaba dolores de cabeza financieros y operativos”, sostiene Díaz Espino. “Solo ahí, Estados Unidos pensó en entregarle el canal a Panamá. Tuvieron que pasar muchos gobiernos para que se firmara el tratado Torrijos-Carter, en 1977, que ahora Trump pretende desconocer”.

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Arma de doble filo

“Cromwell y sus socios también lograron controlar la construcción del canal, donde hubo cientos de millones de dólares en contratos que fueron otorgados a sus compañías. La ganancia fue extraordinaria para este grupo de Wall Street”, advierte Díaz Espino.

Pero el control de Cromwell sobre Panamá no solo era económico. Influenciando a políticos locales como Harmodio Arias, favoreció las sociedades anónimas y atrajo inversión extranjera, gracias a su sistema fiscal favorable, y creó el modelo económico problemático que ahora hace de Panamá un paraíso fiscal con reglas laxas, las cuales facilitan la evasión de impuestos y el lavado de dinero. Hoy, el legado de esas políticas ha dejado al país con una imagen algo opaca y una distribución de la riqueza extremadamente desigual.

*En el próximo capítulo de la serie, conozca los intereses del comisionado marítimo Louis Ernest Sola, quien solicita préstamos bancarios para realizar donaciones al Partido Republicano, la venganza personal de Donald Trump tras la humillación de su fallido proyecto inmobiliario en Panamá, los dineros oscuros de DMG, las sociedades anónimas donde figuran colombianos y la estrecha relación de Trump con Larry Fink, el magnate de Wall Street que ha establecido su presencia en Panamá.

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Por Thomas Hoffman y Fernando Carreño Arrázola

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