
Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
La violencia perpetrada por grupos criminales en la selva del Darién contra la población migrante se mantiene en niveles elevados, pese a que durante unas pocas semanas descendió notablemente, coincidiendo con una mayor presencia de efectivos del Servicio Nacional de Fronteras (SENAFRONT) a lo largo de la ruta entre Colombia y Panamá.
Los ataques a los grupos de migrantes que cruzan esta frontera suelen ser de gran brutalidad, agravada, por lo general, con agresiones sexuales y violaciones a las mujeres. Médicos Sin Fronteras ha atendido a 288 supervivientes de dichas agresiones desde que comenzó sus proyectos en el mes de abril, alcanzando a realizar 30.000 consultas médicas a esta población.
Le sugerimos: Tapón del Darién: Panamá y Colombia necesitan examinar su pacto migratorio
“Era una chica de 17 años. La habían violado en la ruta, pero ese no era su único trauma. Se había distanciado en el camino de su madre, la gente lleva ritmos diferentes y ella, más joven, se había adelantado. Así que cuando la atendimos en Bajo Chiquito, no solo estaba traumada por la violación sino que sufría de una ansiedad añadida por cómo estaría su madre, si su madre pasaría por lo mismo, si la volvería a ver en vida”. Es uno de los casos que Guillermo Gironés, coordinador médico en Panamá de los proyectos de Médicos Sin Fronteras, recuerda con mayor nitidez, “aunque todos los casos de violencia sexual son terribles, durísimos, inaceptable”. Gironés finaliza tres meses en su puesto en los proyectos que atienden a la población migrante, una vez han cruzado la selva del Darién, entre Panamá y Colombia.
¿Qué le sorprendió de los proyectos a su llegada?
Que fuera tan global. Es cierto que la mayoría de los migrantes son oriundos de Haití, que se trasladan desde países como Chile o Brasil, donde habían migrado antes, pero el hecho de encontrar gente también de Pakistán o de Congo (el otro día conocí a congoleños de Kinshasa que residían en Argentina) me sorprendió.
Tampoco te esperas una crisis humanitaria como esta en un país como Panamá y, sobre todo, la violencia asociada a ella, la brutalidad con la que se encuentran en el camino, tanto con relación a la violencia sexual como a la general que se produce durante los robos.
¿Cuáles son sus cometidos como responsable médico?
Más allá de lo que respecta a la estrategia de abordaje de los pacientes y negociación con las autoridades para que se pueda disponer del apoyo necesario en Bajo Chiquito por el Ministerio de Salud, con los que trabajamos de la mano, hemos tenido que hacer, asimismo, bastante trabajo de divulgación de lo que supone ser superviviente de violencia sexual, de la necesidad de no revictimizar a las supervivientes (mediante la repetición de preguntas, numerosas entrevistas, etc.), de la importancia de la confidencialidad, de la necesidad de que la denuncia sea voluntaria.
Le puede interesar: La migración venezolana tiene 1,7 millones de nombres propios
Han atendido 288 casos de violencia sexual desde que comenzó el proyecto, a finales de abril. ¿Todos ellos se denuncian a las autoridades?
No, ni mucho menos. Y tenemos que pensar que los casos que hemos visto pueden significar únicamente el 25 % de los que realmente se producen. Los migrantes, por lo general, no denuncian por dos razones: por un lado, su criminalización por parte de los Estados y sus organismos hace que desconfíen de las autoridades. Por el otro, y de forma natural, lo que ellos quieren es avanzar en su camino lo antes posible, llegar a su destino rápido, por lo que evitan meterse en procesos que pueden demorarlos por un resultado incierto.
¿Cómo se atiende a una persona que ha sido sujeta a violencia sexual?
Para evitar lo que comentaba antes, la necesidad de someter a la persona a numerosas entrevistas y cuestiones, procuramos hacer una única consulta integral, con presencia de médica y psicólogos. En la asistencia médica, si el suceso se ha producido en las 72 horas anteriores, ofrecemos tratamiento para prevención de enfermedades de transmisión sexual, VIH y embarazos, además de tratar el dolor que puedan tener por el asalto y los golpes. El 89 % de los casos que atendemos, además, reciben tratamiento psicológico, de forma voluntaria, que puede demorarse durante una hora. Imagínese la carga emocional para el psicólogo, que igual tiene que atender siete u ocho casos en un día. Todos los casos son terribles, durísimos, inaceptables.
Y no disminuyen, ¿cierto?
No, durante unas semanas entre septiembre y octubre, descendieron los números, con una mayor actividad en todos los frentes por parte de las autoridades (militares, de procuraduría, etc.). Pero a medida que esta actividad ha disminuido, los grupos criminales han vuelto. Hemos tenido 18 casos en la última semana, un número desmesurado. Es evidente que se puede parar, está demostrado, pero es necesario que se vuelvan a tomar las medidas pertinentes para poner solución.
Le sugerimos: Solos y en peligro: el drama de los niños venezolanos que huyen de su país
¿Cuáles son las patologías más comunes que observa?
Las patologías más comunes son lesiones de la piel, infecciones respiratorias y alteraciones gastrointestinales, que se derivan de los peligros asociados a una ruta de cinco días a lo largo de la selva, donde además hay una violencia enorme.
El Darién tiene tres peligros: la violencia y los ríos, con crecidas súbitas de enormes corrientes (ahora me decía una compañera que estaba atendiendo a una mujer que había visto cómo el río crecido se había llevado a siete personas de su grupo), contra las que es difícil luchar para alguien que lleva tal vez cinco días agotadores de camino, en una selva por la que avanzar es un tormento. Luego están las caídas por ese mismo tormento. Es una selva con muchos desniveles que hay que subir y bajar, y en terrenos resbaladizos. Se producen caídas, algunas letales, y los migrantes siguen explicando que hay gente herida a la que tienen que abandonar en la selva a su suerte, tal vez a la muerte si no se consigue llegar a ellos en algún rescate.
Por otro lado, la comunidad de Bajo Chiquito en los últimos meses ha puesto un servicio -pagado- de piraguas que acortan dos días la travesía en el tramo final. Eso alivia en gran manera, pues ya no vemos a gente emerger del Darién con esos pies tan destrozados por la humedad, quemados por el roce del agua y la arena, terriblemente hinchados. Aun así, el Darién sigue siendo una travesía despiadada. Y es por ello que desde Médicos Sin Fronteras pedimos rutas seguras para esta población, compuesta en gran medida por unidades familiares con niños. Migrar no es un crimen.
*Alianza informativa con Médicos sin Frontera (MSF).
👀🌎📄 ¿Ya estás enterado de las últimas noticias en el mundo? Te invitamos a verlas en El Espectador.