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¿Será el fin de Bolsonaro? Probablemente, pero no del bolsonarismo

Lula ya lo reconoció: así como ocurrió con Paulo Maluf, exalcalde de São Paulo y su malufismo, la posible salida de Jair Bolsonaro del poder no significará el fin del bolsonarismo. Muchas personas tomarán el testigo si llega a ser derrotado.

02 de octubre de 2022 - 02:00 a. m.
Las últimas encuestas en Brasil alimentan la ilusión de Lula da Silva de ganarle a Jair Bolsonaro en primera vuelta.
Las últimas encuestas en Brasil alimentan la ilusión de Lula da Silva de ganarle a Jair Bolsonaro en primera vuelta.
Foto: AFP - ERNESTO BENAVIDES

Hay tres grandes incógnitas que rodean las elecciones en Brasil, que se celebrarán este domingo. La primera es si el populismo electoral del actual presidente y candidato de la ultraderecha, Jair Bolsonaro, en la recta final de la campaña, habrá servido para recortar la suficiente diferencia con su archirrival, Luiz Inácio Lula da Silva, como para forzar una segunda vuelta. En las más recientes encuestas, el mandatario ha recuperado algunos puntos gracias a los últimos resultados económicos, como una mejora en la inflación y el empleo, pero también por los subsidios y las ayudas que les ha ido entregando a las familias más pobres desde julio, apoyado por las fuerzas que tiene en el Congreso. También hay que tener en cuenta que hay una gran cantidad de votos vergonzantes, por lo que los resultados del domingo pueden ser más ajustados de lo que se esperaba.

La segunda incógnita es sobre la reacción de Bolsonaro en caso de una muy probable derrota y el significado de esta para el futuro inmediato del país. El presidente se ha enfrascado en una campaña por deslegitimar el sistema electoral con el que él mismo ganó hace cuatro años sembrando dudas sobre su transparencia. ¿Aceptará su derrota en las urnas? ¿Qué tan rápido lo hará? Las lecciones que nos dejaron las elecciones de 2020 en Estados Unidos nos indican que cuando un líder no reconoce que perdió, como lo hizo Donald Trump, los resultados para el país pueden ser mortales. Se teme que si Bolsonaro, que ha ido alivianando su discurso para conquistar más votos de cara al domingo, no acepta la voluntad del pueblo en las urnas, se puedan observar escenas similares a las del 6 de enero de 2021 en el Capitolio de Washington D. C., cuando una turba de trumpistas asedió las instalaciones y amenazó la seguridad del Congreso. Cabe recordar que en septiembre del año pasado, seguidores de Bolsonaro ya intentaron tomarse un ministerio, el de Salud, y que con varios ataques violentos entre seguidores de bando y bando al país le augura un clima muy polarizado que puede terminar en duros enfrentamientos.

La tercera duda es sobre Lula: más allá de ofrecer una alternativa a los brasileños para salir de Bolsonaro y cuatro años de pesadilla, con una pésima gestión de la pandemia, el medio ambiente y la economía, no hay claridad sobre qué puede tener el líder del Partido de los Trabajadores para entregar en un nuevo término. De hecho, que Lula esté en la contienda refleja la carencia de Brasil para producir una nueva personalidad de calibre desde la izquierda. Lula ha tenido errores. Al igual que Bolsonaro, el expresidente se ha olvidado de presentar su programa y se ha centrado en defender su legado o atacar el de su adversario. Así lo demostraron en el último debate electoral celebrado el pasado jueves. El documento de Lula consta de 21 páginas -el de Bolsonaro lo duplicaba en extensión y en detalle-, cuya estructura escueta no es clara en las directrices que se tendrán. La crisis en la educación ha sido olvidada al igual que otra docena de temas.

“Cuando hay una fuerza tan grande de los candidatos y de su pasado, tampoco se vislumbra una gran necesidad de programas políticos muy específicos. El programa de Lula es bastante genérico en términos de política económica, pero él lo vende como que es una vuelta a la tranquilidad y a la política económica de años atrás. Bolsonaro ya ha ejercido de presidente cuatro años atrás y tampoco tiene que prometer nada”, le señaló Ignacio Cano, sociólogo de la universidad del estado de Río de Janeiro, a La Voz de Galicia.

Pero dejemos por un momento de lado todas estas grandes preguntas. Supongamos que, en el hipotético caso de que las encuestas acierten a la perfección, Lula gane este domingo, que Bolsonaro acepta sin mayor problema su derrota y que también el expresidente izquierdista sorprenda desde su primer discurso y presente un programa más aterrizado y sin concentrarse en atacar a su rival. Después de esto, hay una inquietante pregunta que queda todavía: ¿será el fin del bolsonarismo? El presidente Bolsonaro ha dicho que si pierde dejará la política, pero, ¿qué hay de su movimiento?

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En primer lugar, habría que definir el bolsonarismo como movimiento. La internacionalista Letícia Vargas Benito, doctoranda en la Universidad de San Gall, lo describe como la reacción de un grupo que se ve amenazado por el ascenso de otros y siente que está “perdiendo sus privilegios”. “El feminismo político desafía la cultura machista del país, hay cuotas para brasileños negros en las universidades, etc. La sociedad brasileña siempre ha tenido conciencia de clase y ahora las viejas élites ven cómo se erosionan sus privilegios”, describe.

Los “bolsominion”, como se les bautizó a los seguidores de Bolsonaro, también son nostálgicos de la dictadura militar que consideran que, con el intervencionismo de las fuerzas armadas en asuntos de salud pública, educación o seguridad, se solucionarán todos los problemas. Toda su reacción se ha visto avivada desde la inclusión política de sectores que habían sido marginados, a través de los programas sociales que han beneficiado a los pobres, y por la popularidad que han adquirido los movimientos feministas y contra el racismo, por ejemplo. La elección de Bolsonaro les mostró a las personas que están disgustadas por la inclusión de otros sectores, y que creen que el autoritarismo es la respuesta, que una persona asociada a las fuerzas de seguridad sí podía llegar al poder. En estos comicios se presentaron 1.520 candidatos que pertenecieron al ejército, policía militar y bomberos. Esos son 334 más que en las elecciones de hace cuatro años. Fue el efecto Bolsonaro.

“En el presente democrático de Brasil, es decir, después de la dictadura, existía la percepción de la sociedad civil de que los militares no debían estar en la política. Había candidaturas de personas que estaban ligadas al ejército como a la policía, pero no prosperaban. Lo que pasó después de la elección de 2018 fue que Bolsonaro rompió con lo que creía la sociedad civil. Los partidos alineados a Bolsonaro incentivaron también este tipo de candidaturas porque vieron que ya no hay resistencia de la sociedad para elegir a estos candidatos relacionados a las fuerzas armadas en alcaldías y otros puestos públicos, ante su interés de regresar a un régimen autoritario con énfasis en seguridad en el poder”, señaló la internacionalista brasileña Ana Carolina Evangelista Mauad, quien agregó que “la política brasileña va a seguir teniendo un componente importante de militarización y de seguridad importante”, aunque Bolsonaro ya no esté, debido al éxito que tuvo en las urnas.

El candidato Lula da Silva sabe muy bien que un movimiento no se erradica cuando cae la cabeza de su líder. Así lo recordó esta semana cuando revivió el caso de Paulo Maluf, exalcalde de São Paulo. Maluf tuvo una carrera política marcada por la corrupción y encabezó el malufismo, un grupo de miembros del Partido Democrático Social, partido del régimen militar, que le acolitó su accionar delictivo y que participó de él. Una vez Maluf quedó en evidencia por las revelaciones del diputado Mario Juruna, quien mostró los cheques con los que era sobornado, el malufismo no se extinguió, sino que continuó a través de su entorno en São Paulo.

“Cuando pensábamos que el malufismo había terminado, el malufismo no terminó, porque Maluf era muy fuerte. Y esto nos servirá de lección. Venceremos a Bolsonaro, pero el bolsonarismo seguirá existiendo. Y hay que derrotarlos. Derrotarlos en el debate político, en la sana discusión para que la sociedad no pueda entender que el país puede tener gente de su calaña gobernando este país o haciendo política”, afirmó Lula.

Además, las nuevas candidaturas de miembros de las fuerzas de seguridad no serán lo único que mantendrá vivo al bolsonarismo. “Cuando Bolsonaro fue elegido en 2018, trajo consigo una lista de políticos alineados con su forma y su visión, una política antiderechos humanos, contra la comunidad LGBTiQ+, contra la protección de las personas indígenas, así como una política racista. En 2018 se eligieron muchos ‘bolsonaros’ en varios niveles del Estado. Tenemos a Claudio Castro, por ejemplo. Entonces sacar a Bolsonaro del poder no será suficiente. Es un movimiento, así que tenemos que hacer mucha más fuerza y organización para que los otros políticos en otras esferas estatales y municipales salgan también del poder. Esto requiere una organización y una fuerza más larga en términos de tiempo. No creemos que sacar a Bolsonaro solucione los problemas de Brasil, pero es una respuesta a todo lo malo que él representa”, manifestó Bruna Benevides, activista de la Asociación Nacional de Travestis y Transexuales (Antra).

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