El 23 de noviembre la oposición convocó protestas en los municipios del país contra las facultades extraordinarias (Ley Habilitante) para el presidente Nicolás Maduro. En Caracas la concentración fue en Plaza Venezuela. Hablaron los principales dirigentes, candidatos y no candidatos. La matriz de las intervenciones fue la pintura de un cuadro de desastre integral del país, corrupción oficial y tiranía chavista. Cerraron las intervenciones Antonio Ledezma, candidato a la alcaldía metropolitana de Caracas, y Henrique Capriles Radonski. Los estribillos más recurrentes fueron: “Libertad, libertad” y “No tenemos miedo”.
Para un extranjero que visite Venezuela con alguna frecuencia, como es mi caso, el ejercicio de sombría retórica aparecía tocado por cierta pátina surrealista: ningún miembro de la fuerza pública alumbró por parte alguna. Recordé mi asombro de hace cuatro años al “descubrir” el bello bulevar de Sabana Grande, que se extiende por parte del centro de la ciudad y que había sido devorado, no sé cuándo, por un largo túnel de comercio informal. Era apenas el comienzo del paulatino retorno al conjunto de la ciudadanía, del centro de Caracas no sólo de las vías sino de los objetos arquitectónicos. Justamente en Plaza Venezuela, lugar de la concentración, arranca el mencionado bulevar. Los buhoneros encontraron solución convenida con el gobierno. El paisaje ha sufrido otros cambios, como las numerosas torres de vivienda construidas por compañías mixtas de capital estatal y extranjero coordinada por la Gran Misión Vivienda.
Me produjo cierta irritación la ocurrencia del orador Pablo Medina, quien señaló que los venezolanos estaban gobernados por “un extranjero, un Colombiano”, aludiendo al supuesto nacimiento en Colombia de Maduro. Torpe recurso de revivir un sentimiento anticolombiano que se ha combatido en el tiempo bolivariano. La concentración estuvo lejos de las magnitudes alcanzadas por la oposición en anteriores ocasiones. Quizá sea el reflejo de los ciudadanos corrientes que acusan la fatiga con unas formas de comunicación política agresiva que alimentan tanto la oposición como el chavismo.
Después de la desaparición de Chávez, cierta apatía política ha avanzado en las grandes ciudades. Por ello no sería sorprendente que se produzca una abstención alta en las elecciones de ayer. Es cierto que la intervención en los precios de las mercancías puesta en marcha por el presidente en medio de una inflación que ha llegado al 54,3%, le ha devuelto cierto perfil como cabeza de un gobierno con capacidad para tomar iniciativas. Se trata del examen de precios y la baja de los mismos, apoyados en la investigación de registro de importación y de depósitos de mercancías. Ha sido la respuesta a escasez de algunos productos, a desabastecimiento parcial, y a los altos precios.
Los motivos de tales fenómenos se vincularon a la incidencia de otros como las importaciones ficticias, la sobrefacturación, la retención de mercancías en depósitos. Se intervinieron cadenas comerciales y se puso particular atención en la rama de los electrodomésticos, textiles y alimentos. Igualmente se ha sometido al control de precios a la importación de vehículos nuevos y al mercado de los usados. La gente se agolpó a comprar. Los almacenes fueron protegidos y a los comerciantes se les prometió la pronta reposición de inventarios. La población recibió con alivio las medidas, pero no podría ignorarse que por ahora ellas tienen un carácter reactivo y un efecto tranquilizador a corto plazo.
Maduro ha denunciado con razón el despliegue por parte de la oposición de una “guerra económica”, pero ello no debe hacer perder de vista que intervienen causas estructurales que facilitan tal estrategia. Por el control de cambios, los importadores privados reciben dólares oficiales a Bs. 6,30 y fijan los precios de venta siguiendo el dólar paralelo, que hoy supera los 50 bolívares. El economista Manuel Sutherland sintetiza uno de los resultados: “Se ha creado un mecanismo fabuloso para transferir renta petrolera a la burguesía: la importación de mercancías con tipo de cambio sobrevaluado y su reventa a precios de oro”. Si en 2003, ante la escandalosa fuga de capitales el control de cambios resultaba inevitable, su mantenimiento indefinido lo desgastó y lo puso a producir efectos perversos.
Desde la coyuntura una mirada de conjunto sugiere un tipo de análisis. El Proceso Bolivariano (1999-2013) ha alcanzado resultados históricos: 1. Recuperó para el país el petróleo sustraído al control del Estado por la Política del segundo gobierno de Rafael Caldera y por la “gente del petróleo”, (alta gerencia de Pdvsa). 2. Redistribuyó la renta petrolera logrando incorporar a una vida digna a grandes sectores de la población excluidos y convirtió a las personas de esos sectores en sujetos políticos con todas las consecuencias sociales, políticas y culturales que eso conlleva 3. Ha contribuido desde América Latina al fortalecimiento de un mundo multipolar que controvierte el dominio en solitario de EE.UU.
Para mantener y profundizar ese tipo de procesos resulta hoy imprescindible el diseño de un curso económico y político renovado. Si en el inmediato futuro el gobierno bolivariano, el PSUV y sus aliados no sientan bases firmes para esa nueva etapa, se producirá en Venezuela una reconfiguración política en la que la oposición marcaría la pauta con unos objetivos de distinto signo a los señalados arriba.
*Profesor Universidad Nacional.
Por Medófilo Medina*
