
Los presos adoptan informalmente a los gatos, trabajan juntos para cuidarlos, comparten su comida y sus camas, y, en algunos casos, les han construido casitas para gatos.
Foto: Angel Balashev en Unsplash - Angel Balashev en Unsplash
Algunos dicen que en un principio los trajeron para eliminar las ratas. Otros sostienen que entraron por su cuenta.
En lo que todos están de acuerdo —incluyendo a quienes han vivido o trabajado más tiempo en la cárcel más grande de Chile— es que los gatos llegaron primero.
Por décadas, han caminado a lo largo de los altos muros de la prisión, han tomado sol en el techo metálico y se han escabullido entre las celdas abarrotadas con 10 hombres cada una. Para los funcionarios de prisiones, eran una especie de peculiaridad, y la mayoría la...
Por Jack Nicas | The New York Times
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