En sus años en el poder, Chávez gobernaba como si no fuera un mero presidente sino un emperador. Con un estilo de liderazgo basado en el culto de personalidad, logró convertirse en la omnipresente figura de una novela que pudiera haber sido escrita por mi compatriota George Orwell. Y aunque ya muerto, aún no desaparece. Las murallas de Caracas todavía lloran la pintura roja que dibuja sus famosos trajes revolucionarios y los canales de televisión estatales pasan las horas en llanto.
Chávez murió para que su imagen viviera para siempre. Por consiguiente, convocar a elecciones en medio de este luto nacional hace inevitable que serán contestados sobre el cadáver y el alma del líder fallecido. El 14 de Abril es más un voto por un legado que cualquier otra cosa.
El revolucionario no fue un simple dictador como algunos lo tildan. Es innegable que fue amado por un sector de la población venezolano, el cual votaría por él, incluso muerto. Hoy aquellas personas son viudos y viudas políticos, y es muy temprano pensar en un nuevo pretendiente. Son fieles a su memoria.
Para esta campaña, entonces, el juego es sencillo. Maduro ha tenido que disfrazarse de Chávez, apropiarse de su lenguaje y convertirse no solo en el heredero político sino también en familiar de Chávez, en la encarnación de él. Mientras tanto, Capriles ha tratado de hacerle ver a los venezolanos que su adversario es un impostor, un pobre imitador. "Nicolás, no eres Chávez", dice.
Para ganar, Maduro ha pretendido ocultar a su persona, como sí no fuera él el candidato sino el comandante. Nicolás dice que es el hijo de Chávez, dice que todos somos Chávez, que Chávez era un profeta, que el manto de Chávez nos cubrirá y protegerá.
Nicolás nos quiere hacer creer que es hijo de un Dios, que Chávez es un espíritu que le habla en las sombras y a través de pajaritos mágicos. Nicolás finge que tiene línea directa al cielo. Como los reyes de la edad media, el de facto presidente se encuentra en el palacio de Miraflores por derecho divino.
Pobre Maduro, que siempre tendrá el fantasma de Chávez a su lado, como el fantasma de Banquo, que siempre hacía a Macbeth recordar sus crímenes y sus defecciones como persona y líder. Pobre, porque si bien ahora la imagen de Chávez es el arma electoral más poderosa de la campaña oficialista, pronto se convertirá en una pesadilla para Maduro.
Nicolás, sabemos que no eres Chávez, después del acto de homenaje el 14 de Abril, tendrás las riendas del país sin impedimento constitucional. El 15 de Abril tendrás que gobernar y la imagen y el fantasma de Chávez te estará vigilando.
* Editor de “Colombia Politics”, consultor político y asesor del parlamento británico