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“No veo a Petro con la influencia para llevar a una solución negociada en Venezuela”: Arnson

Cynthia Arnson, experta en relaciones internacionales y en política latinoamericana, dice que “la lógica conduce a pensar” que habrá un ataque en Venezuela, en donde por el momento no se ha dado un quiebre que saque a Nicolás Maduro del poder.

María Alejandra Medina

30 de noviembre de 2025 - 09:00 a. m.
Cynthia Arnson fue directora del Programa Latinoamericano del Woodrow Wilson International Center for Scholars.
Foto: Óscar Pérez
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Cynthia Arnson es profesora adjunta de la Universidad Johns Hopkins, en Estados Unidos, experta en relaciones internacionales y política latinoamericana. Por estos días está como docente visitante en la Universidad de los Andes.

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Durante su paso por Bogotá, analizó lo que para ella son las lógicas, los instrumentos y los estilos, más que una política concreta, de Donald Trump hacia América Latina.

Dado el despliegue militar en el Caribe, cree que todo parece indicar que habrá algún tipo de ataque en Venezuela, donde, no obstante, no se han dado las condiciones para que Nicolás Maduro deje el poder.

En medio de esto, también cree que las acciones del presidente Gustavo Petro, en relación con Estados Unidos, han hecho daño a Colombia. Esto contrasta con la actitud diplomática de otros presidentes de izquierda en el hemisferio, como Claudia Sheinbaum y Luiz Inácio Lula da Silva.

Esta fue la conversación de Arnson con El Espectador.

¿Cómo resumiría la política de Donald Trump hacia América Latina?

Diría que no hay una política bien pensada hacia América Latina, sino unas lógicas, unos instrumentos y unos estilos. La lógica tiene que ver con la doctrina Monroe: que Estados Unidos es dueño del hemisferio. Eso ha sido explícito no solamente en declaraciones del presidente Trump, sino recientemente del secretario de Guerra, Pete Hegseth, cuando dice “el hemisferio es nuestro y vamos a protegerlo”. Otra lógica, que hasta ahora no ha servido para impulsar acciones, es la doctrina del destino manifiesto, que en el siglo pasado fue un concepto para normalizar la expansión de Estados Unidos, de las colonias en el este del país hacia el oeste, tomando el continente en su conjunto. Sobre esta base, Trump anunció en su discurso inaugural que quería retomar el canal de Panamá, que estaba interesado en Groenlandia y que quería hacer de Canadá el estado 51 de Estados Unidos. No veo que ninguno de estos deseos tenga algo más que eso.

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Los instrumentos los conocemos: principalmente aranceles transversales contra países, con lo cual estamos en gran conflicto con China, pero también con los países amigos, de Europa y América Latina; aranceles punitivos a un país como Brasil por el juicio contra Jair Bolsonaro, pero lo que hemos visto últimamente es que el presidente Trump se está dando cuenta de que los aranceles a los productos alimentarios, como café, frutas y carne están impulsando un alza en el precio de la canasta básica, y este va a ser un tema muy importante en las elecciones de medio término el año que viene. Entonces, en los últimos días bajó los aranceles a Brasil, hay exenciones para muchos productos, pero el arancel del 50 % ha bajado al 10 %. En el caso de países como Ecuador, Guatemala, El Salvador o Argentina, hay también exenciones muy importantes para los productos alimentarios. Estos países han sido, en mayor o menor grado, aliados de Estados Unidos, y están cooperando de forma importante en la política antimigratoria.

La lógica de los aranceles es que los países del mundo han tomado ventaja de Estados Unidos, que hay que reequilibrar el comercio mundial, atraer inversiones a Estados Unidos. Esa también fue una política de Joe Biden: querer resucitar el sector manufacturero. Así que, de cierto modo, el deseo no es nuevo, pero el instrumento sí.

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El estilo, de una forma exagerada, es dividir el mundo entre los países amigos y los países enemigos. El ejemplo clásico de esto es el gobierno de Javier Milei. El mensaje fue clarísimo al pueblo argentino antes de las elecciones legislativas de octubre: si votas por Milei, nosotros les damos un rescate multimillonario.

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Diría que todos los presidentes buscan acercarse a los países amigos y tener una política distinta frente a los países con los cuales hay un conflicto, pero la descripción que se hace de la política del presidente Trump es que es, más que nunca, transaccional: usted me da esto y yo le doy esto. Y lo hemos visto también en el caso de Nayib Bukele, en El Salvador. Bukele prestó su megacárcel, el CECOT, para recibir a los deportados que fueron tildados como miembros del Tren de Aragua, sobre lo que no hay ninguna evidencia, y además está prestando su territorio para aviones en medio de la campaña de presión contra Venezuela. A cambio Bukele recibió una continuación del estatus migratorio temporal, el TPS, Temporary Protected Status, que Trump quitó a otros países, incluyendo a Venezuela, Nicaragua, Haití… países donde es imposible creer que existan las condiciones para deportar a la gente. Pero, en el caso de El Salvador, que ha tenido el TPS desde hace muchos años, pues hay una continuación. ¿Qué representaría para El Salvador si centenares de miles de salvadoreños entran al país después de décadas en Estados Unidos? Sería una desestabilización muy importante. Entonces vemos este tipo de estilo, pero también hay una falta de coherencia, y lo vemos justamente en el caso de Venezuela.

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Otra cosa, casi un regalo a Bukele: Estados Unidos tenía varios líderes de las maras salvadoreñas en la cárcel en Estados Unidos. Según varios reportajes, estos presos tenían información sobre las negociaciones entre Bukele y las maras, algo que el presidente salvadoreño siempre ha negado. Estados Unidos extraditó a estos líderes mareros a El Salvador después de una petición de Bukele.

¿Qué está haciendo Donald Trump respecto a Venezuela?, porque se habla de solo una presión psicológica, pero al mismo tiempo no se descarta una intervención militar.

Hay que preguntarse hasta qué medida el presidente Trump como persona realmente está involucrado en la toma de decisiones. Creo que, por ahora, el secretario de Estado, Marco Rubio, y el secretario de Guerra, Pete Hegseth, están manejando una gran parte de la política. La lógica primero fue atacar al narcotráfico. Hay que admitir que temas importantes en la política exterior son temas de la política doméstica: una política antimigratoria, la protección de la patria frente a las drogas ilegales que están matando a la gente. Dicho eso, el fentanilo es la droga que más muertos causa en el pueblo norteamericano, y esto entra en su mayor grado por la frontera con México y no desde el Caribe. Colombia es el productor mundial más grande de la cocaína y Venezuela es una ruta importante, donde los altos mandos militares están metidos, hay preguntas sobre si se trata de un cartel o no, o si es una alianza más informal de militares de alto rango corruptos que están colaborando en esto. Hace varios años nombraron a Nicolás Maduro como narcotraficante y pusieron esa recompensa muy grande.

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La lógica inicial de la campaña militar en el Caribe fue atacar a narcoterroristas y bombardear las lanchas, causando la muerte de más de 80 personas, bajo la lógica de que estamos en un conflicto no armado con los grupos narcoterroristas, y también inventando una serie de justificaciones legales para esto. En tiempos pasados era la Guardia Costera, con el apoyo de las Fuerzas Navales de Estados Unidos, que paraba las lanchas, arrestaba e incautaba la droga si estaba ahí, y se procesaba a la gente en Estados Unidos. Eso les da a los funcionarios de justicia en Estados Unidos la oportunidad para tener mayor información sobre las redes, los capos, etc., pero ahora están matándoles, y hasta el momento no han presentado ninguna evidencia de que estas lanchas son realmente del narcotráfico. Se supone que una gran parte sí. Declaran que hay inteligencia mostrando que son narcolanchas, y así pues van aniquilando a la gente.

Han surgido también muchas preguntas acerca de lo que es el fin de la política, porque no se puede justificar todo ese despliegue naval solamente con una campaña antinarcótica. Entonces, se ha comentado mucho que es una campaña para acabar con el régimen de Nicolás Maduro. Todos estaríamos felices si hay una transición a la democracia en Venezuela. Maduro es una persona que robó la elección que fue ganada masivamente por la oposición el año pasado. Ha encarcelado a la gente, torturado y toda una lista de terribles violaciones a los derechos humanos y a los derechos democráticos, pero lo que no se ha visto hasta ahora es la lógica que conecta la acción militar con la transición democrática en Venezuela.

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Creo que sería muy difícil en este momento retirar toda esa capacidad militar solamente atacando a las narcolanchas. La lógica conduce a pensar que va a haber algún tipo de ataque en el territorio venezolano: contra una base militar, contra unos laboratorios, unas rutas del narcotráfico, algo que ayude al presidente Trump a salvarse la cara políticamente y retirar, no necesariamente todo, pero sí una buena parte de este despliegue.

Hay una serie de preguntas detrás de esto: ¿cómo reaccionarán los cuerpos de seguridad de Venezuela? ¿Cuál es la conexión entre un ataque en territorio venezolano y la salida de Nicolás Maduro? ¿Qué vendría después? Hay unos que dicen que lo que pasaría sería un caos, que los cuerpos de seguridad no van a dividirse, están los colectivos, está el ELN, la disidencia de las FARC… y no estoy hablando de una intervención militar con tropas de Estados Unidos. ¿Pero qué pasará? No se sabe. El presidente Trump anunció acciones encubiertas, pero ahora no son tan encubiertas y fueron anunciadas desde la Casa Blanca. ¿Pero cuál es la relación entre los medios y los fines?

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También se dice que es probable que tras bambalinas estén negociando la salida de Maduro.

Parte de la lógica de la presión militar es justamente para crear divisiones en los cuerpos de seguridad. La recompensa de USD 50 millones va en esa lógica, pero hasta ahora no se ha producido, y eso ha sido un fin deseado por la política, incluso en el primer mandato del presidente Trump: ayudar a dividir a los cuerpos de seguridad. Hasta ahora no lo hemos visto y no se sabe si lo vamos a ver en algún momento.

Ya hubo una negociación liderada por el enviado especial Rick Grenell, en las primeras semanas de la administración Trump, cuando fue a Caracas y sacó a varios ciudadanos estadounidenses que estuvieron encarcelados. La administración renovó la licencia a Chevron para exportar petróleo, y la lógica es que Venezuela tiene los mayores recursos petroleros conocidos en el mundo; hay también recursos minerales muy grandes, y eso ha sido una estrategia de Maduro: ofrecer a Estados Unidos acceso preferencial a las empresas de Estados Unidos a estos recursos.

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Pero surgió otra línea, una línea dura, liderada por el secretario de Estado, Marco Rubio, que ha buscado un cambio de régimen en Venezuela. Hay una subida y bajada entre estas lógicas. Eso explica por qué el presidente Trump también ha dicho que están abiertos a una negociación, pero después niega que la haya, pero la parte transaccional del mismo presidente es algo que podría al final triunfar.

Y en medio de todo esto, ¿cómo lee el rol que ha tenido el presidente Gustavo Petro, teniendo en cuenta que Colombia puede ser clave?

Se dice que la relación personal entre Gustavo Petro y Nicolás Maduro no es la mejor del mundo. Es cierto que Colombia junto con Brasil intentó cumplir un papel constructivo después de las elecciones robadas en julio de 2024. Esto no dio ningún resultado.

Petro ha sido una de las personas más críticas de los ataques militares contra las narcolanchas, llamó al presidente Trump un matón. Esto resultó en que fue puesto en la lista de OFAC, la supuesta lista Clinton, como represalia, y también últimamente ha anunciado el esfuerzo de recrear la Gran Colombia. Esto implica que cualquier ataque contra Venezuela podría ser concebido también como un ataque contra Colombia. No veo ninguna posibilidad de que las tropas colombianas, la Fuerza Pública de Colombia vaya a participar en algún tipo de conflicto militar en Venezuela, pero esto da una idea de la incoherencia de la política de Gustavo Petro, obviamente, al igual que muchos países de América Latina, muy en contra de un ataque militar en el territorio de un país soberano de América Latina, suscitando las memorias de la diplomacia de cañoneros. Francamente no veo que Gustavo Petro tenga una influencia suficiente en la política interna de Venezuela como para producir una solución negociada. Sería fantástico si eso se produce, pero no lo veo en este momento.

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Si bien algunos dicen que Gustavo Petro ha sido muy torpe o poco estratégico peleándose con Estados Unidos, con sus bases es algo que funciona e incluso internacionalmente ha sido reconocido por “rebelársele” a Trump… ¿Cómo evalúa el manejo político que se le ha dado a todo esto?

Podría ser que le sirva políticamente con alguna base aquí en Colombia y en la izquierda radical en el mundo, pero no sirve para Colombia como país, está dañando mucho. Dicho esto, hay lazos institucionales muy fuertes, una relación comercial entre Estados Unidos y Colombia que sigue siendo muy importante para ambos países. Se dice mucho que Estados Unidos es el principal destino de las exportaciones de Colombia, pero Colombia a su vez es también uno de los grandes compradores de productos agrícolas de Estados Unidos. Es el mayor comprador en América del Sur, y en el mundo creo que ocupa el lugar número siete, así que hay una interconexión muy fuerte. De hecho, el sector privado de Colombia ha sido muy activo en intentar rescatar o mantener un equilibrio y evitar rompimientos. Igual los diplomáticos en Estados Unidos y en Colombia: han trabajado noche y día para evitar que los exabruptos del presidente Petro lleven a algún tipo de rompimiento importante en la relación. Todos están mirando hacia agosto del año que viene, cuando va a tomar posesión otro presidente aquí en Colombia, e intentando decir a todos los que quieren escuchar que hay problemas con el presidente Petro, pero, dicho eso, hay siempre una interlocución entre la embajada norteamericana aquí en Bogotá con la Cancillería, con la Casa de Nariño. Están intentando mantener el barco estable, pero es difícil. Diría también que la política entre Trump y Petro es tóxica. Pero existen todos los lazos interinstitucionales que siempre han servido.

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Venezuela no tiene muchos amigos en la región, pero los gobiernos pueden estar en una posición incómoda al no apoyar a Maduro, pero tampoco querer una nueva intervención de Estados Unidos en nuestra región. ¿Cómo lee el rol de América Latina en esto?

El rol de América Latina en el caso de Venezuela ha sido muy débil. En momentos pasados vimos iniciativas diplomáticas como el Grupo de Lima intentando servir como una tercera parte, insistiendo en una salida pacífica. Esto fracasó.

Creo que todos los países ahora están interesados en proteger sus intereses nacionales, evitar conflictos con la administración Trump, y eso se ve con gobiernos de izquierda, como el de Claudia Sheinbaum, con Lula en Brasil, siempre intentando buscar soluciones diplomáticas a los problemas que surgen, pero una posición en conjunto, que pone a la región entre Maduro y Trump, no la veo.

Hay mucha fragmentación, algún grado de polarización. Con la elección probable de Kast (en Chile), con la elección de Rodrigo Paz (en Bolivia) hay muchos más amigos, pero yo tampoco leería estos cambios políticos como algo necesariamente favorable a Trump. Veo a Rodrigo Paz en Bolivia como una persona que va a buscar mejorar la relación bilateral, pero no necesariamente apoyando la política de la Casa Blanca en todos los casos, sino buscando acuerdos comerciales, incluso Kast en Chile, no sé… El principal comprador del cobre de Chile es China. No veo que esto vaya a cambiar, especialmente con aranceles de Estados Unidos contra ciertos productos chilenos.

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Creo que los países de derecha y de izquierda están buscando mantener cierto equilibrio con la administración en Estados Unidos, no dañar a sus propios países y establecer una jerarquía de intereses, como en el caso de Sheinbaum, que hizo una renegociación exitosa del T-MEC.

¿Qué peso tiene el Congreso estadounidense en toda esta coyuntura, teniendo en cuenta, además, que habrá elecciones el próximo año?

Veo que algunas personas en el Congreso de Estados Unidos, como el senador Bernie Moreno, que han jugado un papel muy importante, y no solamente él, sino unos demócratas también, como Rubén Gallego, ellos vinieron juntos [a Colombia], intentando tranquilizar la relación, al igual que los diplomáticos de Estados Unidos en este país y de Colombia en Estados Unidos, enfatizando las relaciones de Colombia, del sector privado, de las instituciones, y no dejar que Petro destruya todo.

La retórica siempre es muy anti-Petro, pero también hay reconocimiento de la importancia de la relación bilateral. Yo veo en este momento menos bipartidismo en la relación con Colombia. Hay que tomar en cuenta que los recortes al presupuesto de la ayuda externa en Estados Unidos tienen fuertes implicaciones para Colombia. Incluso dentro del Partido Republicano dicen que no se pueden justificar los niveles anteriores de ayuda externa a Colombia al mismo tiempo que el país está recortando la ayuda externa para otros países. Así, creo que los niveles de ayuda externa van a reducirse, no como una medida tomada contra Colombia como país, sino como reflexión de las tendencias presupuestarias de Estados Unidos en este momento.

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Creo que la apuesta de mucha gente es que el próximo gobierno de Colombia será un gobierno más a la derecha. No se sabe todavía, hay muchos meses antes de la primera vuelta en mayo, pero se supone en muchos sectores que el rechazo a las políticas de Petro va a producir un gobierno más a la derecha, y eso ayudaría a restablecer las relaciones bilaterales como estuvieron antes.

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