José “Pepe” Mujica murió con seis heridas de bala en su cuerpo. Aun así, esta no fue la causa de su deceso, pues a todas sobrevivió. Esas cicatrices, como lo dijo Piedad Bonnett en su poesía, son “las costuras de la memoria”, de las derrotas y las adversidades que padeció por las luchas que asumió a muy corta edad, anhelando un tiempo distinto para su país. A sus 14 años tuvo su primera militancia en el Partido Nacional. Luego, fue uno de los líderes del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros.
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Como Tupamaro pasó cuatro veces por prisión, pero la definitiva fue en 1972, cuando fue apresado por Juan María Bordaberry junto con otros referentes del movimiento como Raúl Sendic Antonaccio, Engler Golovchenko, Julio Marenales Sáenz, Eleuterio Fernández Huidobro, Mauricio Rosencof, entre otros. “Nunca dejaré de ser lo que soy, desde el inicio en la militancia cuando tenía 14 años, en una organización anarquista de estudiantes. Los años de batalla, de cárcel, junto a mi esposa, Lucía Topolansky, me forjaron”, dijo Mujica.
En varios libros, pero quizá en la película La noche de 12 años, dirigida por Álvaro Brechner e inspirada en la obra Memorias del calabozo, de Mauricio Rosencof, se puede “conocer” la que pudo ser la época más determinante en la vida de Pepe Mujica, que fue torturado junto con Rosencof y Eleuterio Fernández Huidobro por ese lapso en distintas cárceles de Uruguay.
“El síntoma más evidente de vida eran siete ranitas a las cuales alimentábamos con miguitas de pan. ¿Sabés que las hormigas gritan? Lo descubrí al ponérmelas en el oído para entretenerme. Estuve siete años sin leer nada, salvo unos pedazos de diarios”, contó el expresidente, quien también en varias oportunidades aseguró: “Esos años en el fondo me transformaron. Y fueron los años que más me dieron, porque los hombres aprenden mucho más de la adversidad que de la bonanza. No sería quien soy ni pensaría como pienso si no hubiera vivido esa peripecia”.
El 8 de marzo de 1985 quedó en libertad. Mujica nunca se desligó de la política, ya muchos sabrán que esto derivó tiempo después en su llegada a la presidencia. En paralelo a su pasión por los asuntos sociales y del Estado, la vida en el campo, lo rural y lo agrícola fueron las fijaciones claves no solo para su programa de gobierno, sino para su estilo de vida.
Fue senador electo de la lista más votada en 2004. Con el número 609, y bajo el lema Movimiento de Participación Popular, obtuvo 327.947 votos, que representaban el 15 % del total. Al año siguiente, bajo el gobierno de Tabaré Vásquez, fue nombrado ministro de Ganadería, cargo en el que estuvo hasta el 3 de marzo de 2008.
En diciembre de ese año, el V Congreso Extraordinario del FA, declaró a Mujica como candidato del oficialismo con 1.694 votos, que correspondían al 71,1 % de las votaciones. En marzo de 2009 lanzó de manera oficial su candidatura bajo el lema “Un presidente para todos”.
Lucy Cordano, su madre, militante del Partido Nacional, vaticinó décadas atrás que Mujica llegaría a la presidencia de Uruguay. Debido a la muerte de su padre cuando tenía siete años, pasó a ser ella una de las figuras más influyentes y determinantes en su vida. “Pepe va a llegar a ser presidente gracias a su piquito de oro”, cuenta Walter Pernas que eso fue lo que le dijo la mamá de Mujica a un vecino en el libro Comandante Facundo. El revolucionario Pepe Mujica. “En qué lío nos metimos, vieja”, le dijo a Lucía, su esposa, al ser elegido presidente.
En su gobierno, la tierra y la educación fueron sus temas primordiales. Sobre lo primero, fueron más los fracasos, pero como documentaron Danza y Tulbovitz, uno de sus éxitos fue crear un impuesto para terratenientes que tuvieran propiedades de más de 2.000 hectáreas. En educación también tuvo varias derrotas, pero logró mejorar los resultados de la educación técnica y pudo aumentar el rango de enseñanza en el interior del país con la construcción de una universidad pública fuera de Montevideo, la capital.
“Hay una concepción de la vida que va más allá de un esquema de ideas políticas, hay una manera peculiar de ver el mundo. Aprendimos en la orfandad de los calabozos, en todos estos años. Muchachos: con qué poco se puede ser feliz, y si con eso no lo lográs, no lo lográs con nada. Aprendimos también sin libros. Un modo de mirar, si vos querés un tanto panteísta: nos gustaban las arañas, nos gustaban las hormigas, porque eran la única cosa viva que teníamos en la soledad de nuestros calabozos”.
Bajo esa concepción interiorizó la sencillez y renunció a toda pretensión de acumulación y de considerarse más que otros, sin importar el rol que cumpliera para la sociedad. Hubo coherencia con su idea de no ser más que el resto. El poder “le chupaba un huevo”, decía, y nunca se fue en el asiento de atrás en su vehículo, pues no iba a permitir que, si iban a atentar contra él, solamente el chofer se viera en riesgo. Puso a la venta la casa presidencial en Punta del Este; redujo los viáticos al exterior y mandó a retirar un yate.
Durante su gobierno y después de él, Mujica se convirtió también en un referente en temas de medio ambiente. En su mandato se incorporaron energías renovables, la búsqueda de gas y petróleo y se creó una nueva interconexión eléctrica con Brasil. Su postura frente a la vida, que no solo se refiere a la vida humana, viene de la idea de que “Hay que estudiar al hombre como animal, después como civilización, y creo que la cooperación, ese afán de cooperar, es una característica brutal de la especie, la más digna que tiene”. “Precisamos menos ‘yo’ y más ‘nosotros’”, aseguró.
La despenalización de la interrupción voluntaria del embarazo; la regularización del cannabis; la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo y disminuir a niveles históricos la desigualdad y el desempleo fueron otros puntos a destacar de Mujica en su período presidencial. “Para nosotros, tiene que estar claro que hay que vivir en la igualdad de los más: aprendimos en todos estos años que la dureza con nosotros mismos es la mejor fuente de ternura para los demás”.
Mujica dedicó su vida a su chacra, que queda cerca de Montevideo, a cuidar su tierra no como una propiedad sino como una manera de honrar su relación con la naturaleza. Tan no fue una propiedad el terreno en el que vivió sus últimos años, que en 2019 donó cinco hectáreas y media para la construcción de viviendas para exconvictos.
En su chacra recibió a los amigos de la vida, también a los periodistas que cada tanto querían narrar y mostrar al mito de Mujica, a ese personaje peculiar que rompió el libreto y el estereotipo del político sudamericano. Se le vio labrando y cuidando la tierra junto a Lucía Topolansky, con quien compartió ideales, luchas, esfuerzos y un amor alimentado por las convicciones de ambos. “Lo hermoso nos cuesta la vida”, decía Silvio Rodríguez.
Mujica: entre los animales y la sobriedad
También estuvo en compañía de los animales, de más de 10 perros, 12 gatos, gallos y gallinas. Pero de todos ellos sobresalió Manuela, una perra de tres patas que siempre estuvo a su lado y que Mujica denominó “La reina de la casa”.
Llevó una vida sobria porque asoció este concepto a la libertad. “Cuando yo planteo la sobriedad como manera de vivir, lo que te planteo es la sobriedad para tener más tiempo, la mayor cantidad de tiempo posible, para vivir la vida de acuerdo con las cosas que te motivan”.
“Esto no es una apología de la pobreza, esto es una apología de la sobriedad. (…) Hay que vivir comprando y tirando, y lo que estamos gastando es tiempo de vida: porque cuando compro algo no lo hago con plata, lo compro con el tiempo de vida que tuvimos que gastar para tener esa plata. Pero con esta diferencia: la única cosa que no se puede comprar es la vida. La vida se gasta. Y es miserable gastar la vida para perder libertad”, aseveró Mujica.
Podría uno llenar este texto de cientos y cientos de citas que reflejan el pensamiento de Pepe Mujica, quien para muchos fue un bicho raro de la política, pero termino con una que quizá explica la serenidad del expresidente uruguayo y que deja un ejemplo para la región, el mundo y estos tiempos que recolectan con terquedad los rencores del pasado, que incluso él demostró cuando llegó al poder al reconocer que los primeros con los que debía mostrar respeto y cordialidad debían ser los militares, esos que décadas atrás fueron sus verdugos.
“No se puede vivir cultivando el rencor, ni se puede vivir dando vueltas alrededor de una columna. Los dolores que padecí en el transcurso de mi vida no me los repara nadie, ni me los devuelve nadie; hay que aprender a cargar con las cicatrices y con las mochilas, y seguir andando y mirando pa’delante. (…) Para mí la vida siempre es porvenir”, dijo.
Fuentes:
Una oveja negra al poder. Confesiones e intimidades de Pepe Mujica (Andrés Danza y Ernesto Tulbovitz).
Chomsky y Mujica. Sobreviviendo el siglo XXI (Saúl Alvídrez).
José Mujica en sus palabras. Ideas, opiniones y sueños del presidente más popular del mundo (Darío Klein y Enrique J. Morás).
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