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El presidente Donald Trump finalmente se va, cuatro años que parecieron una eternidad para segmentos importantes de Estados Unidos y defensores de la democracia, del multilateralismo, de la libertad de expresión y de la ética, de los derechos humanos, de la salud pública y del medioambiente.

Es posible que gran parte del mundo respire aliviado y empiece a imaginar un mundo mejor, o por lo menos una gobernanza global más responsable, sensata y más discreta.En sus 4 años en Washington, Donald Trump demostró su carácter intempestivo y su forma ejecutiva de gobernar, sin importarle la pérdida de aliados y las múltiples controversias con el Congreso y su propio partido. Agilizó las medidas propuestas durante su campaña, por medio de órdenes ejecutivas. Solamente en sus primeros 100 días expidió 32, de acuerdo con la prensa norteamericana.
Su gobierno se caracterizó por contradicciones. A lo largo de su mandato algunos analistas catalogaron su gestión como incierta, impredecible, errática y algunos mencionaron desgobierno en la Casa Blanca.
No obstante, se va, pero qué país entrega el presidente Trump a Joe Biden y Kamala Harris. Sin sombra de dudas, un país volcado a una extrema derecha populista y peligrosa. Algo impensable hace unas décadas, la invasión del Capitolio el 6 de enero fue un divisor de aguas en la historia republicana de Estados Unidos. Jamás ninguno de sus antecesores había herido tanto, directa o indirectamente, los principios consagrados por la democracia norteamericana.
¡Está claro! A lo largo de su campaña y de su mandato, infortunadamente, el Presidente Donald Trump logró consolidar una polarización inusitada, un grupo de militantes del odio, dispuesto a pasar por encima de los cimientos históricos de la Casa Blanca para defender a un presidente o segmentos de su propio partido. Una amenaza interna explícita que el gobierno de Joe Biden y Kamala Harrys tendrá que manejar.
Sin embargo, Trump será recordado como el primer presidente de la historia de Estados Unidos sometido a un segundo proceso de impeachment. En este último juicio él es acusado “de incitar a la insurrección”.
En las últimas semanas, llama la atención la postura de los militares estadounidenses. No obstante, debido al contexto tan complejo, después del ataque al Capitolio y su impacto simbólico y real, parece que la alta cumbre militar sintió la necesidad de reiterar su misión y su postura históricamente apolítica ante sus filas y ante la opinión pública, por medio de un comunicado dirigido a miembros del ejército y firmado por los siete generales y por el almirante que conforman el Estado-Mayor, el cual afirmó que la violenta protesta en Washington DC el 6 de enero “fue un ataque directo al Congreso, al edificio del Capitolio y a nuestro proceso constitucional”.
Este mensaje también es un indicador del momento tenso que se vive en la historia republicana de Estados Unidos y también intenta diluir la impresión que algunas veces se tuvo de que, de alguna forma, los militares se habían alineado a Trump en momentos en que no deberían haberlo hecho, por ejemplo, cuando la guardia nacional salió a establecer el orden alterado por las protestas provocadas por la controvertida muerte de George Floyd. Según expertos, Trump intentó personalizar su relación con las fuerzas armadas a expensas de los principios constitucionales, pero jamás pudo, pues esas lograron mantener su neutralidad.
Mientras tanto, la toma de posesión de Joe Biden y Kamala Harris contará con el mayor operativo militar en este país, después del 12 de septiembre de 2001, pero esta vez para contener a un enemigo interno: los millones de seguidores de Donald Trump que como él seguirán repitiendo que en las elecciones de 2020 hubo fraude y serán una piedra en el zapato del nuevo gobierno. *Profesora Universidad Externado de Colombia.
