Vuelos de deportación a México, Guatemala, Colombia y Brasil. Una crisis diplomática entre Donald Trump y su homólogo colombiano, Gustavo Petro, que marcó el tono de lo que puede ser en el corto y mediano plazo la relación bilateral. Una declaratoria de emergencia en la frontera sur de Estados Unidos, además de redadas contra indocumentados y la clausura de CBP ONE, una aplicación que buscaba trabajar en una migración ordenada y legal. Marco Rubio se inaugura como secretario de Estado con una gira por la región, algo que no se veía desde hace casi dos décadas, y lo hace en medio de ese tenso clima, justo después de que el republicano dio a conocer, a partir de la riña entre Bogotá y Washington, el repertorio de herramientas y estrategias que tiene en sus manos para implementar sus objetivos de política exterior.
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Panamá, El Salvador, Costa Rica, Guatemala y República Dominicana serán las paradas que hará a lo largo de su visita por Centroamérica, que se iniciará este sábado, 1.° de febrero, en un intento por impulsar la idea que se le escuchó decir a Trump reiteradas veces en campaña y que desde su discurso de posesión ratificó: “América primero”. A partir de reuniones oficiales y con líderes empresariales, Rubio buscará generar lazos de cooperación para frenar la migración irregular, así como el crimen transnacional y el narcotráfico, también para contener la influencia de China en la región.
Hay quienes extrañan que Colombia no esté incluido en la visita. Juan Carlos Pinzón, exembajador en Washington, es uno de ellos. Su inconformismo lo hizo saber en un evento que organizó la Cámara de Comercio Colombo Americana en Bogotá esta semana: “No puedo entender que Colombia no sea protagonista, que no sea el centro de gravedad de la estrategia de estabilidad en América Latina, porque lo fuimos”. Otros, sin embargo, tienen una lectura diferente. El exdiplomático estadounidense Lawrence Gumbiner, por ejemplo, enfatiza en que la visita de Rubio está pensada para países en Centroamérica y el Caribe, por lo que “no es significativo” que no haga una parada aquí.
Lo que sí se ha hecho evidente es que, tras el impasse del fin de semana, la relación entre Trump y Petro será complicada. Rubio, en entrevista con la periodista Megyn Kelly, comentó que Estados Unidos no estaba “matoneando” a Colombia y que lo ocurrido fue una respuesta a la ruptura de un acuerdo de deportación de migrantes. Reconoció que hubo conversaciones con “otras figuras del Gobierno colombiano” que estaban interesadas en solucionar el asunto. Más adelante, y con referencia a Gustavo Petro, añadió: “Creo que, a la gran mayoría de la gente en Colombia, un país que conozco muy bien, no le gusta. Si hubiera una elección ahora, perdería. Es impopular”, algo, que sea dicho de paso, ha sido leído como inapropiado por expertos en diplomacia.
Que el círculo cercano de Donald Trump tenga figuras con tintes más ideológicos, como el mismo Rubio, pero también el enviado especial para América Latina, Mauricio Claver-Carone, no significa necesariamente que el presidente actúe bajo ese mismo velo. Él, según Gumbiner, tiene un carácter más transaccional y, en aras de eso, llegará a acuerdos que beneficien a Estados Unidos. Prueba de ello es que él estaba dispuesto a negociar con Kim Jong-un, líder de Corea del Norte, durante su primer período presidencial. Ahora bien, la cuestión con Colombia es que, con lo ocurrido el fin de semana, se reforzó una idea que ya circulaba entre la gente cercana al republicano: “Petro no es amigo de Estados Unidos. El gobierno Biden aguantó las críticas en sus discursos y tuits, pero Trump no va a ser tan pasivo”, cuenta el también analista internacional.
Que Colombia no haga parte de este primer viaje a Latinoamérica deja tres mensajes, o al menos así lo cree Enrique Prieto-Ríos, profesor de derecho internacional de la Universidad del Rosario: “El país no parece ser importante para la agenda de Trump, o no lo es en el asunto comercial. En lo que queda del gobierno Petro, la relación va a ser pragmática, pero distante y fría. Tratará de mantenerlo como un país que dependa de ayuda humanitaria y militar, pero no dentro del círculo con los que puede llegar a tratar. Estados Unidos no va a encontrar una situación favorable para sus políticas, cosa que sí puede hallar en los demás Estados que visitará”.
El viaje a Guatemala, El Salvador y Costa Rica no es solo porque ellos están en medio de la ruta que toman los migrantes para llegar a la frontera con México, sino porque son países que pueden llegar a presionar para acordar la recepción de personas en movimiento. En cuanto Panamá, está la tensión alrededor del canal. Si bien el mandatario José Raúl Mulino dijo que el control sobre el paso marítimo no iba a ser parte de la discusión de este fin de semana, en la entrevista con Kelly, Rubio dio a entender otra cosa: “El presidente ha sido bastante claro en cuanto a que quiere volver a administrar el canal. Hay muchas otras áreas en las que podemos trabajar muy de cerca. Quiero decir, su gobierno, en general, es proestadounidense en varios frentes, pero este es un interés nacional fundamental para nosotros”. Es probable, de momento, que se negocien nuevas tarifas para los barcos estadounidenses que pasen por el canal.
Si bien Colombia es el que tiene una fuerte dependencia comercial con Estados Unidos, al ser el principal socio, no es menor la ubicación geográfica del país y tampoco la alianza estratégica que se ha mantenido por años en la lucha contra las drogas. Esa será otra prueba de fuego en la relación bilateral: la certificación que permite que desde Washington se desembolsen fondos para enfrentar desde aquí el problema del narcotráfico, e incluso para financiar programas de desarrollo alternativo. La labor está, quizá, en trabajar por una diversificación comercial, y eso implicaría mirar a China, pero también al Reino Unido posbrexit y a la Unión Europea.
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