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Groenlandia tiene minerales que interesan a Trump, pero hay una dura realidad

Los recursos diseminados por la isla, especialmente las tierras raras, causan entusiasmo por su lucrativo potencial. Pero el clima extremo, los ecologistas enardecidos y otros factores moderan las esperanzas de una bonanza.

Jeffrey Gettleman, Maya Tekeli y Chris Buckley | The New York Times

05 de marzo de 2025 - 01:00 p. m.
El fiordo de hielo de Nuuk en Groenlandia, el 15 de enero de 2025.
Foto: NYT - IVOR PRICKETT
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Hace más de una década, unos mineros canadienses que buscaban diamantes en el oeste de Groenlandia vieron en el horizonte una enorme joroba blanca.

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La llamaron Montaña Blanca y pronto descubrieron que era un yacimiento de anortosita, un mineral de color blanco y negro usado en pinturas, fibras de vidrio, retardantes de llama y otras industrias. Ese mismo mineral crea un brillo fantasmal en la superficie lunar.

El yacimiento de White Mountain resultó tener varios kilómetros de largo y varios kilómetros de ancho, y “solo Dios sabe a qué profundidad llega”, dijo Bent Olsvig Jensen, director gerente de Lumina Sustainable Materials, la empresa que explota la zona.

Lumina está respaldada por inversores europeos y canadienses, pero Jensen dijo que no fue fácil convertir el depósito en una montaña de dinero.

“No se puede hacer exploración todo el año; estás en el Ártico”, explicó.

Habló de vientos feroces que inmovilizaban helicópteros y cortaban las comunicaciones, de hielo que bloqueaba los barcos y de temperaturas que caían a un nivel tan terriblemente bajo —a veces 40 grados Celsius bajo cero—que el fluido hidráulico que accionaba las máquinas excavadoras de la empresa “se volvía como mantequilla”.

Sentado en las humildes oficinas de Lumina en Nuuk, la capital de Groenlandia, con los copos de nieve húmeda cayendo a tijeretazos por las ventanas, Jensen aportó una dosis de sobriedad a toda la conversación sobre Groenlandia como tierra de incalculables riquezas minerales. Señaló que, aunque la isla cuenta con docenas de proyectos de exploración, solo hay dos minas activas: la suya y una pequeña explotación de oro.

La gigantesca isla semiautónoma del Ártico ha acaparado la atención mundial después de que el presidente Donald Trump insistiera en enero en que Estados Unidos se hiciera cargo de ella (algo que reiteró en su discurso del martes ante el Congreso). Parte del atractivo reside en sus minerales de tierras raras, vitales para las industrias de alta tecnología y fuente de competencia en todo el mundo.

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China domina en los minerales críticos del mundo y ha restringido severamente la exportación de ciertos minerales a Estados Unidos. El gobierno de Trump, decidido a asegurarse activos minerales en el extranjero, ha recurrido a tácticas de alta presión. El acuerdo sobre recursos naturales (el cual Ucrania estaba a punto de firmar con el gobierno hasta que las conversaciones estallaron espectacularmente el viernes) se centraba en los minerales críticos.

La Unión Europea está igual de obsesionada. Recientemente firmó un acuerdo estratégico sobre minerales con Ruanda, país sospechoso de fomentar la inestabilidad en el vecino Congo, rico en minerales.

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No debe sorprender, pues, que Trump y sus aliados estén entusiasmados con el panorama mineral de Groenlandia. El vicepresidente J. D. Vance ha hablado de los “increíbles recursos naturales” de Groenlandia, y los senadores republicanos celebraron recientemente una audiencia sobre la “Importancia geoestratégica de Groenlandia”, destacando sus tierras raras.

Los gigantes de la tecnología como Bill Gates y Jeff Bezos, junto con algunos aliados de Trump, como Howard Lutnick, su secretario de Comercio, han invertido en empresas que realizan prospecciones aquí. Según un reciente estudio danés, 31 de los 34 materiales definidos como críticos por la UE, como el litio y el titanio, se encuentran en la isla.

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Pero por cada casilla de la tabla periódica que Groenlandia puede llenar, hay una lista aún más larga de retos.

Además del clima extremo, la isla tiene menos de 160 km de carreteras, solo 56.000 habitantes (lo que significa una mano de obra minúscula) y unos pocos puertos pequeños.

Igualmente desalentador para los mineros es el grupo de presión ecologista de Groenlandia. Muchos groenlandeses dicen que necesitan más minería para independizarse económica y políticamente de Dinamarca, que la mantiene a flote con cientos de millones de dólares en subvenciones anuales.

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Pero los groenlandeses también han expresado su cautela ante cualquier nueva industria pesada. Son protectores de su medio ambiente, que es abatido por el cambio climático. El Ártico se está calentando casi cuatro veces más rápido que el resto del mundo, lo que muy probablemente hará que los recursos minerales sean más accesibles.

El partido político que gobierna la isla llegó al poder hace cuatro años con una plataforma ecologista y cerró uno de los proyectos mineros más prometedores. Las próximas elecciones son el 11 de marzo y, junto con la independencia de Dinamarca y el estrechamiento de las relaciones con Estados Unidos, la salvaguarda del medio ambiente ocupa un lugar prioritario en la agenda.

Para muchos groenlandeses, la naturaleza forma parte de su identidad y es algo con lo que conectan a través de la pesca, la caza, el senderismo y el tiempo que pasan al aire libre.

“Hemos convivido con la naturaleza desde que estamos aquí, de forma sostenible”, afirmó Ellen Kristensen, ecologista del sur de Groenlandia.

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No lejos de su comunidad está la pequeña mina de oro. Amaroq Minerals, respaldada por inversores islandeses, canadienses y de otros países occidentales, extrajo su primer oro en noviembre. Su director general, Eldur Olafsson, afirma que la lejanía de su mina obliga a la empresa a ser autosuficiente en energía, suministros y transporte: prácticamente en todo. “Operar en Groenlandia es diferente a todo lo demás”, dijo.

Los daneses, que controlan Groenlandia desde hace más de 300 años, han tenido un éxito desigual. Los ingenieros daneses descubrieron una enorme reserva de criolita a finales del siglo XVIII. La criolita solía ser un componente de la producción de aluminio, y los operadores daneses la extrajeron hasta la década de 1980, cuando las alternativas sintéticas se hicieron ampliamente disponibles.

Los daneses ganaron miles de millones, y muchos groenlandeses dicen que fueron explotados. Las mismas quejas se han presentado contra una gran mina de carbón que Dinamarca explotó el siglo pasado, aunque cerró en la década de 1970.

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Groenlandia está plagada de proyectos cerrados y lugares abandonados. Una mina de rubíes cerca de la costa oriental cerró en 2022 debido al aumento de las deudas. Por la misma época, el gobierno de Groenlandia abandonó formalmente sus ambiciones petrolíferas, alegando la falta de viabilidad comercial y los inaceptables riesgos medioambientales.

Ni siquiera la búsqueda de diamantes ha conducido aún a una mina comercialmente viable.

En la actualidad, gran parte del interés se centra en las tierras raras, pero una gran mina de tierras raras en el sur de Groenlandia sigue siendo un ejemplo a tener en cuenta.

Energy Transition Minerals, una empresa minera australiana con una considerable inversión de una empresa china, afirma que su emplazamiento en Groenlandia tiene uno de los mayores yacimientos del mundo de óxidos de tierras raras. La empresa gastó más de 100 millones de dólares en desarrollarlo, solo para que el partido gobernante de Groenlandia, Inuit Ataqatigiit, que había hecho campaña para acabar con el proyecto, hiciera exactamente eso.

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Parte de la razón por la que Trump siente tanta codicia por Groenlandia es que quiere acorralar a China. Dijo que China tiene “barcos por todas partes”.

Un groenlandés que trabaja para ayudar a Trump es Jørgen Boassen, un albañil que dice que ha seguido la política estadounidense desde que era adolescente y que se sintió atraído al instante por Trump. Boassen hizo campaña puerta a puerta por él en las últimas elecciones en Estados Unidos y fue invitado a las actividades de toma de posesión.

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