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A finales de marzo, en las calles de Guayaquil, en Ecuador, era común encontrarse con ataúdes y cadáveres envueltos sobre sábanas, tirados a su suerte en las esquinas. El coronavirus había llegado con tal fuerza a esta región, que los muertos se acumulaban en los hospitales, las casas y hasta en los andenes, sin nadie que pudiera, o quisiera, reclamarlos.
La ciudad, capital económica de Ecuador, fue escenario de uno de los brotes más agresivos –y tempranos– del COVID-19 en América Latina. En un momento en el que países como Colombia, Argentina y Chile todavía podían contar los muertos con los dedos, en la ciudad de Guayaquil ya hacían falta manos.
Como muchos países, Ecuador se vio abrumada por la pandemia. La reacción lenta por parte del gobierno se vio agravada por las luchas políticas entre Quito, ciudad capital, y Guayaquil, centro financiero del país. En medio de la crisis, el entonces ministro de Salud, guayaquileño, presentó su renuncia y acusó de “indiferencia” al presidente Moreno.
Sigue a El Espectador en WhatsAppPuede leer: Muertos en las calles y contagios disparados, ¿Qué pasó en Guayaquil?
Y es que la peor parte se la llevó Guayaquil. A mediados de abril, el gobierno informó que hubo un desfase en los reportes de fallecidos y que en los primeros 15 días del mes se registraron unas 6.700 muertes en esa región, en la que normalmente hay 1.000 fallecidos por quincena. Y aunque las autoridades no pudieron determinar las causas de todas las muertes, infirieron que, además de las muertes naturales, lo que había detrás de este abrupto crecimiento era la pandemia de coronavirus.
Pero pasados tres meses de esta grave emergencia, Guayaquil parece estar volviendo lentamente a la normalidad. Mientras que el 27 de marzo, la jornada más crítica de la pandemia, se reportaron 118 fallecidos, en la última semana hubo días en los que no hubo muertos por COVID-19, de acuerdo con el Ministerio de Salud ecuatoriano. Y aunque se calcula que dos tercios de la ciudad se contagió, el epicentro de la enfermedad en Ecuador se trasladó ahora a Quito.
¿Cómo hizo Guayaquil para revertir esta tendencia? Varios medios ecuatorianos e internacionales reseñaron, con entusiasmo, que la ciudad había logrado “vencer al coronavirus”, pero epidemiólogos ecuatorianos consultados por El Espectador aseguran que esto no es del todo cierto. De hecho, aseguran que los números positivos que se ven hoy son resultado del alto precio que tuvo que pagar la ciudad por no haber actuado de manera eficaz al comienzo de la pandemia.
“En Guayaquil no se hizo nada bien. Fue la ciudad con mayores casos y número de muertes per cápita en el mundo hasta ahora. Fue tal el nivel de contagio, que no se le puede tomar como un ejemplo positivo”, asegura Esteban Ortiz, salubrista y experto en salud global con mención en epidemiología de la Universidad de las Américas de Guayaquil.
“Los contagios se redujeron en estos días básicamente por la dinámica de las enfermedades. Si tienes una población 100 % susceptible y llega un virus, la gente se enferma. Si de ese 100 % se contagia al menos el 40 %, como seguro ocurrió aquí, eso disminuye la cantidad de susceptibles en las calles”, explica Esteban Ortiz a El Espectador. “Al no haber susceptibles en las calles, más el uso de mascarillas y el distanciamiento físico, eso de por sí baja la velocidad de contagio”, agrega Ortiz.
En eso concuerda el médico y catedrático de la Universidad Central del Ecuador Alberto Narváez Olalla. “Guayaquil se inmunizó a un alto costo, la pérdida de miles de vidas”, dijo al diario El Tiempo.
De los 58.297 casos totales que tiene Ecuador, el 25 % se encuentran en la zona de Guayas. Es también la región con más muertos del país, 1.597 decesos de los 4.576 que se han reportado en todo el país.
Mapas y datos, la lección aprendida de Guayaquil
Si bien la inmunización de la población cumplió un papel importante en la reducción del número de contagios, como afirman los expertos, después de abril se implementó en Guayaquil una estrategia, basada en datos, que ayudó a descongestionar el entonces colapsado sistema de salud de la ciudad.
Héctor Hugo, arquitecto ecuatoriano, diseñó un plan que le permitió determinar cuáles zonas de la ciudad fueron las más afectadas por la pandemia
y dónde probablemente se propagaría el virus. Para hacerlo, cruzó los datos demográficos del censo poblacional, los tests para detectar contagios y las llamadas telefónicas a ambulancias y servicios fúnebres.
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“Pudimos identificar zonas y las pusimos en conocimiento de las autoridades sanitarias de la ciudad. Ellos compraron la idea y, con su experiencia médica, planificaron un sistema de atención temprana, enfocada más en los barrios que en los hospitales”, explica Hugo, quien forma parte de la denominada Mesa Técnica de Guayaquil, conformada por 60 profesionales de diferentes áreas del conocimiento.
Con los datos de Hugo, la Alcaldía de Guayaquil, en convenio con varios actores públicos y privados, colocaron clínicas móviles, denominadas “Unidades Covid”, en ocho puntos estratégicos de la ciudad. Se contrataron a unos 500 médicos y se dotaron unos 40 centros de salud móviles en contenedores. Allí la gente podía consultar, de manera voluntaria, si sus síntomas correspondían al COVID-19 y los médicos determinaban el grado de gravedad de los pacientes.
“Entendimos que combatir el coronavirus desde los hospitales era el peor error”, explica el doctor Washington Alemán, infectólogo y coordinador de la Unidad de Enfermedades Infecciosas en la lucha contra la pandemia COVID en Guayaquil. “Esto no se vence construyendo más hospitales o colocando más respiradores. La lucha de la epidemia está en la atención primaria”, asegura.
Alemán explica que en los centros Covid a los pacientes con síntomas leves y sin factores de riesgo se les ofrecía hidratación y tratamiento sintomático, además de recomendar el aislamiento. A los que tenían mayor gravedad se les trató con hidroxicloroquina, que en abril todavía se usaba. Y si el caso era más complicado, se le daba oxígeno y tratamiento con corticoides. Ya después de eso, si no se mejoraba, se referían a los hospitales y centros de salud.
“A Guayaquil no la salvamos a tiempo, pero se evitó algo peor”, afirma Héctor Hugo, quien reconoce también el rol que tuvo la ciudadanía en acatar las medidas dispuestas por las autoridades. “Hubo un rol de cada uno para revertir esta situación”, concluye.
Pero en la ciudad las heridas aún no se cierran. Cientos de familias reclaman al día de hoy la entrega de los cuerpos de sus seres queridos, pues muchos fallecidos en hospitales o en sus casas se encuentran desaparecidos o no han sido identificados. La Defensoría del Pueblo de Ecuador interpuso una acción de protección para exigir respuestas y calcula que al menos 100 cadáveres con paradero desconocido.