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Harvard defiende la autonomía universitaria y no cede ante Trump como Columbia

Más de cinco universidades privadas en Estados Unidos están enfrentando presiones del gobierno que buscan intervención en la contratación de profesores, programas de estudio, visados y actividades en los campus. La presión de Trump viene de la mano de retener millonarios fondos para investigación y cancelación de exenciones fiscales.

Hugo Santiago Caro

17 de abril de 2025 - 12:56 p. m.
La gente se reúne alrededor de la estatua de John Harvard en el campus de la Universidad de Harvard en Cambridge, Massachusetts, el 15 de abril de 2025.
Foto: AFP - JOSEPH PREZIOSO
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Donald Trump redobló su ofensiva contra la Universidad de Harvard el miércoles al despachar un contundente mensaje contra el centro educativo, que ha mantenido firme su postura ante las claras intenciones de injerencia en la institución por parte del presidente.

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“Harvard ha estado contratando a casi todos los ‘woke’ (progres), radicales de izquierda, idiotas y cerebros de chorlito que solo saben enseñar FRACASO a los estudiantes (...) Ya no puede considerarse un lugar decente para aprender y no debería recibir fondos federales”, escribió el republicano en X después de la negativa contundente y pública de la universidad.

¿Qué desató tanto la ira de Trump? Harvard, la universidad de más prestigio (tal vez en el mundo) y la más rica de todo Estados Unidos, no cedió ni un milímetro ante la amenaza del Gobierno de, primero, cortar más de US$ 2.000 millones en apoyo para investigación y, luego, suprimir las exenciones de impuestos educativos, que ascenderían a más de US$ 9.000 millones. Por último, hasta ahora, la secretaria del Departamento de Seguridad Nacional (DHS, por sus siglas en inglés), Kristi Noem, anunció una nueva cancelación de una ayuda por 2.700 millones, afirmando en un comunicado del DHS que Harvard “no es apta para recibir fondos públicos”.

También exigieron un registro de “actividades ilegales y violentas” de todos sus estudiantes extranjeros.

La primera amenaza llegó a través del “Grupo de Trabajo Federal para Combatir el Antisemitismo” que Trump creó con el objetivo que su nombre advierte. Llegó después de que la Universidad de Columbia hiciera concesiones a Trump tras ser amedrentada por el mismo estilo. A cambio de fondos, se permitió mayor vigilancia dentro de la institución, la prohibición de mascarillas en el campus y se está contemplando la creación de un grupo especial de seguridad para “controlar” el antisemitismo.

Es esta la línea que Harvard no se permitió cruzar. “Es desafortunado que su carta ignore los esfuerzos y, en su lugar, presente demandas que, en contravención de la Primera Enmienda, invadan libertades universitarias reconocidas desde hace mucho tiempo por la Corte Suprema (...) Ni Harvard ni ninguna otra universidad privada puede permitirse ser intervenida por el Gobierno federal. Por consiguiente, Harvard no aceptará las condiciones del Gobierno como un acuerdo de principios”, respondieron abogados de la universidad al grupo contra el antisemitismo el martes, antes del redoble de la ofensiva.

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¿Por qué Columbia sí?

Sandra Borda, analista y docente de la Universidad de los Andes, no duda al afirmar que la de Columbia fue una respuesta apresurada: “Hubiese tenido más espacio de maniobra si se hubiera esperado la respuesta de Harvard, porque esto envalentona un poco a las otras universidades privadas que también se van a ver enfrentadas a este tema. El hecho de que Harvard esté liderando —como siempre lo ha hecho, digamos— no solo en temas relacionados con el mundo académico, sino también en el relacionamiento con el Gobierno, empodera a las demás universidades para tomar una decisión un poco más valiente frente a la intervención que está planteando el Gobierno de Trump”.

Sin embargo, también destaca que la posición de Columbia es diferente a la de Harvard, pues esta última tiene menor dependencia de la financiación estatal y está más alejada del “ojo del huracán”, en referencia a que Columbia fue epicentro de las protestas estudiantiles contra la guerra en Gaza en 2024. Producto de todo este caos, una semana después de ceder a las exigencias de Trump, Katrina Armstrong, presidenta encargada de Columbia, dejó su cargo.

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Un frente abierto por la autonomía universitaria

Otras universidades como Cornell y Northwestern también se están viendo afectadas por el freno de recursos que asciende a casi US$ 2.000 millones. El Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) asimismo está bajo presión del Gobierno. Para este punto, Borda recalca que los fondos federales para investigación no se entregan a estas entidades educativas como incentivos o bonificaciones.

“Es un uso de los recursos públicos que están usufructuando no solo las universidades. Eso no las hace ricas; lo que les permite es hacer investigación, y de esa investigación sacan ventaja tanto los ciudadanos estadounidenses como el Gobierno de Estados Unidos. Entonces, yo creo que para ellos es muy importante mandar el mensaje de que esto no puede ser sujeto de negociación, entre otras cosas, porque la consecución de esos recursos tampoco es como lo quiere hacer ver el Gobierno, como si se levantaran un día a regalar recursos a las universidades privadas. Eso es objeto de procesos de aplicación a través de proyectos de investigación que son superrigurosos y superdifíciles”, argumenta, añadiendo que ese usufructo y producción de conocimiento es un componente clave del liderazgo mundial que caracteriza a EE. UU.

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Alejandro Bohórquez-Keeney, docente de la Universidad Externado, resume la incomodidad de Trump con las universidades como un “antiintelectualismo disfrazado de defensa de la libertad”. “Es parte de ese espectáculo de Trump, de esta América blanca, antiintelectual, casi campesina, que quiere proyectarse como ese ‘hombre fuerte’”, afirma. Y tiene razón, pues partidarios de Trump se han mostrado a favor de esta guerra contra las universidades y los centros de conocimiento. Michael Goodwin, comentarista de Fox News, escribió en The New York Post que “Harvard, Columbia, Penn, Yale, Cornell, Brown, Berkeley, Michigan” se han convertido en centros de “antisemitismo, elitismo y eliminación de la libre expresión. También son una fuente de antiamericanismo”.

Borda y Bohórquez coinciden en que la línea de Harvard y la cruzada de Trump —una de tantas— es un frente bastante profundo que se abre en torno a la autonomía universitaria, la libertad de expresión y los espacios de disenso y diversidad que se permiten en estas instituciones.

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“Lo que está proponiendo la administración Trump en materia del manejo de las universidades es el fin de la educación liberal. El fin de la universidad como espacio de pensamiento autónomo, diverso y libre; como un escenario de producción de ideas y conocimiento variado. Esta batalla que está empezando a liderar Harvard es muy importante, no solo para las universidades de Estados Unidos, sino para las universidades del mundo. Ya hemos visto en muchos países la tendencia a imitar las formas y las propuestas de Trump para concentrar el poder en manos del Ejecutivo y, en ese camino, para eliminar la diversidad”, analiza Borda.

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Por Hugo Santiago Caro

Periodista de la sección Mundo de El Espectador. Actualmente cubre temas internacionales, con especial atención a derechos humanos, migración y política exterior.@HugoCaroJhcaro@elespectador.com
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