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Han pasado 17 años desde que Salvatore Mancuso, exjefe paramilitar, empezó a purgar su pena en cárcel, en las últimas semanas ha confesado datos importantes que evidencian el lugar que Venezuela ha tomado en el conflicto armado colombiano. Numerosos hechos recuerdan la interdependencia de ambos países vecinos en este aspecto y la relación bilateral debe estar preparada para ello.
Mancuso dijo en Audiencia Única de Aporte a la Verdad ante la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) que, en la zona fronteriza colombo venezolana, había cuerpos de personas asesinadas por los paramilitares y por operaciones conjuntas con las Fuerzas Militares. Roberto Vidal, presidente de la JEP, confirmó el hallazgo de los cuerpos (cuyo número aún no se confirma) en la ubicación que Mancuso había dado, el corregimiento Juan Frío de Villa del Rosario, Norte de Santander, justo al borde del río Táchira que colinda con San Antonio. Ahora, la Unidad de Búsqueda de Personas Dadas por Desaparecidas está recopilando la información necesaria para construir el contexto que hace parte de la investigación humanitaria y extrajudicial.
También, según Mancuso, habría más de 200 cuerpos sepultados en territorio venezolano. A partir de la declaración la Cancillería acordó con su homólogo en Venezuela el acompañamiento al equipo colombiano para la investigación en territorio venezolano. La respuesta del gobierno de Maduro fue positiva y, según informó el Canciller Álvaro Leyva, iniciaron mecanismos institucionales para buscar los restos mortales y, dado caso, repatriarlos para entregarlos a sus familiares. Incluso, se evalúa la posibilidad de que Mancuso se dirija a Venezuela para obtener resultados.
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Las confesiones de Mancuso referentes a Venezuela no solo se limitaron a hablar de desapariciones y asesinatos cometidos por los paramilitares en el país vecino. También dijo que, en el pasado, las Autodefensas Unidas de Colombia se reunieron con políticos venezolanos con el fin de juntar fuerzas para hacer un golpe de estado al expresidente Hugo Chávez, pero no se concretó porque los paramilitares se negaron.
Asimismo, se suma como factor el crecimiento del margen de acción del ELN en Venezuela durante los últimos años. Considerando que se acaba de cerrar la tercera ronda de negociaciones con esa guerrilla y que se alcanzó, por fin, un acuerdo de cese al fuego bilateral (tal vez la mayor ganancia hasta ahora), hay que preparar lo necesario para que, en un anhelado futuro panorama de posacuerdo haya mecanismos establecidos para la cooperación binacional que será necesaria para conocer la actuación del ELN en ambos países.
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Si bien se felicita la celeridad con la que han actuado las cancillerías colombiana y venezolana para la búsqueda de restos mortales de las víctimas que estarían del otro lado de la frontera, es importante insistir en que las instancias de cooperación entre países deben consolidarse más allá de la fraternidad que exista entre los presidentes de turno, con el objetivo de que sean sostenibles en el tiempo.
Es óptimo utilizar este buen momento de voluntades para sentar las bases de una relación colombo venezolana que no sea fácilmente desechable, que no se cierre ante desencuentros políticos como ocurrió en el año 2019 con Duque y Maduro. Esto se logra institucionalizando la relación bilateral, dotándola de planes para llevar a cabo intereses mutuos para Colombia y Venezuela, memorandos de entendimiento, acuerdos, tratados y mecanismos diplomáticos de conciliación.
Esta institucionalización de la relación bilateral y la concreción de vías de cooperación con procesos definidos deberían tener lugar, inicialmente, en el esclarecimiento del rol que ha ocupado Venezuela en el conflicto armado colombiano, pues ya se ha demostrado que no se limita a ser un patio trasero de nuestra violencia.
*Daniella Monroy Argumedo es Investigadora del Observatorio de Venezuela de la Facultad de Estudios Internacionales, Políticos y Urbanos de la Universidad del Rosario e investigadora principal del RADAR Colombia-Venezuela en alianza con la Fundación Konrad Adenauer. Consultora asociada de Diálogo Ciudadano Colombo Venezolano.
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Por Daniella Monroy Argumedo*
