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La CIA, de mito chavista a realidad trumpista: el regreso del fantasma más antiguo de Latam

La CIA vuelve a asomar su sombra sobre Venezuela. Pero esta vez no lo hizo a escondidas, sino con el sello público de Donald Trump, quien promete “mostrar poder” en una región marcada por décadas de intervenciones silenciosas.

Camilo Gómez Forero

19 de octubre de 2025 - 07:26 a. m.
Nicolás Maduro asegura que el Gobierno de Trump ordenó a la CIA "acabar" con Venezuela.
Foto: EFE - Wendys Olivo/ Palacio de Miraflores
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Cada país escuchó el anuncio de Donald Trump mientras resonaban los nombres de sus propias heridas abiertas. Unos recordaron a Jacobo Arbenz, primer gran éxito operativo de la inteligencia estadounidense en América Latina. Otros a Allende, otros a los contras, otros la Operación Cóndor. Todos a la CIA. Aunque el presidente suele hablar con estridencia, esta vez, al asegurar que había autorizado a esta agencia para llevar a cabo operaciones encubiertas dentro de Venezuela, despertó un miedo que se creía superado: los fantasmas de la injerencia, los golpes y las misiones secretas bajo el sello de Washington.

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En la práctica, la autorización anunciada por Trump —lo que en la jerga de Washington se conoce como un “Presidential Finding”, una orden secreta firmada por el presidente— habilita a la CIA a financiar, reclutar o coordinar operaciones encubiertas dentro o fuera del territorio venezolano, sin necesidad de reconocimiento público.

Estas acciones pueden incluir desde labores de inteligencia y ciberespionaje hasta el apoyo logístico o financiero a grupos opositores, operaciones psicológicas o sabotaje económico. Según exfuncionarios y analistas, no implica necesariamente el despliegue de agentes armados, pero sí abre la puerta a una fase más agresiva de intervención indirecta, especialmente si se coordina con aliados regionales.

“No significa que van a aparecer agentes encubiertos debajo de la cama de Nicolás Maduro a matarlo. En la práctica, eso no pasa así. Son más preocupantes y dicientes las acciones militares en el Caribe”, explica Peter Kornbluh, historiador del intervencionismo en América Latina y autor de libros como “Pinochet desclasificado”, los archivos secretos de Estados Unidos sobre Chile.

Horas después del anuncio, Diosdado Cabello reaccionó en su programa televisivo con una mezcla de burla y advertencia. “Por primera vez van a mandar a la CIA a Venezuela”, dijo, enfatizando el “por primera vez” como si no llevara dos décadas denunciando infiltraciones y conspiraciones estadounidenses contra la “Revolución Bolivariana”. Su comentario, más que una réplica, reveló una grieta discursiva: si es la primera vez que la CIA entra al país, ¿entonces las denuncias de espionaje y sabotaje de los últimos años fueron exageraciones, mitos o parte de una narrativa política interna?

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El anuncio también deja expuesta esta paradoja del chavismo. Durante años el chavismo construyó su relato sobre la amenaza constante de la CIA. Esa narrativa le permitió justificar detenciones, purgas y un estado de vigilancia permanente. Pero ahora que Cabello sugiere que la agencia nunca estuvo allí, ese discurso que servía para cohesionar al chavismo frente a un enemigo externo queda, de repente, descolocado.

La historia desmiente a Cabello. Según el recuento de expertos, como Kornbluh, hay constancia de que la CIA operó en el país mucho antes de que Hugo Chávez llegara al poder. En los años 60 y 70, agentes como Luis Posada Carriles colaboraron con la policía venezolana en tareas de contrainsurgencia. En 2002, documentos desclasificados muestran que la agencia tenía conocimiento de los preparativos del golpe que sacó temporalmente del poder a Chávez, aunque no hay evidencia concluyente de que lo haya ejecutado. Durante las presidencias de Chávez y Maduro las acusaciones de espionaje, sabotaje e intentos de magnicidio se multiplicaron, pero sin pruebas verificables.

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“Había operaciones pensadas para hacer sabotaje a los barcos que llevaban petróleo de Venezuela a Cuba, pero estos al final no salieron”, dijo.

Pero el contexto de estas infiltraciones es diferente, dice el experto, pues todo el anuncio tiene implicaciones que van más allá de la coyuntura. En Estados Unidos también tiene efecto: rompe la regla no escrita de que los presidentes estadounidenses no confirman en público las operaciones encubiertas de la CIA. Internamente, esta declaración abierta reaviva la discusión interna sobre los límites del poder presidencial en materia de operaciones encubiertas. La ley exige que el Congreso sea informado, pero no necesariamente que apruebe cada acción. Algo que buscan que sea revisado.

“La tradición es guardar como secreto las operaciones encubiertas, por eso se llaman encubiertas. Pero Trump tiene otra agenda: le interesa mostrar su poder. Decir ‘yo puedo hacer esto’, y estoy mandado a la CIA contra otro país”, afirma.

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En el Capitolio, varios legisladores demócratas han pedido una sesión cerrada para exigir detalles sobre el alcance de las operaciones que ya se libran en el Caribe, aumentando el debate en Washington sobre el control civil de las operaciones encubiertas.

En Venezuela, entretanto, le ofrece al gobierno de Maduro una nueva bandera de resistencia: denunciar ante la ONU una “violación flagrante de la soberanía nacional”. Pero, por otro, reactiva un debate histórico: el de la presencia —visible o no— de la inteligencia estadounidense en Venezuela desde mediados del siglo XX.

Más allá de la disputa retórica, el retorno formal de la CIA a Venezuela, si se concreta, marcaría un nuevo capítulo en la historia de la intervención estadounidense en la región. No solo porque revive métodos del siglo XX, sino porque lo hace en un contexto distinto: el de una América Latina más polarizada, y uno de estos polos más activo y menos dispuesto a aceptar la lógica de la “seguridad hemisférica” que justificó tantas operaciones en el pasado.

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“Latinoamérica ha cambiado mucho desde los 60, cuando era mucho más fácil para Estados Unidos intervenir. Pero incluso así es fácil para Washington, porque no sigue las leyes internacionales”, señala el experto, quien añade que la intervención sería problemática para los vecinos de Venezuela.

En las horas posteriores al anuncio, Trump confirmó que sus fuerzas en el Caribe habían atacado un submarino “cargado de droga” y aseguró que Maduro “ha ofrecido de todo” para evitar una confrontación directa. Desde agosto, Washington mantiene buques de guerra en aguas internacionales cercanas a Venezuela y ha ejecutado varios ataques contra embarcaciones, lo que ya ha dejado más de 20 muertos.

Para Kornbluh, el despliegue militar y las declaraciones del presidente revelan un patrón claro: “Trump está decidido a atacar para demostrar poder, incluso cuando existen canales diplomáticos abiertos para una transición negociada en Caracas”. El historiador advierte que la tensión actual exige una respuesta regional: “Urge que países como Brasil o México encabecen negociaciones que eviten una escalada. Si no lo hacen, volveremos a un escenario que América Latina creyó haber dejado atrás”.

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