La dramática escena del viernes en la Oficina Oval estaba planeada, concluyeron periodistas alrededor de la Casa Blanca tras una de las más caóticas reuniones de un presidente estadounidense con un líder extranjero en Washington en la historia. “No tiene precedentes”, comenta Natalia Cabrera, corresponsal de France24 en Washington. “La prensa que era invitada a este tipo de reuniones simplemente tomaba la foto y se salía de la Oficina Oval para que los líderes llevaran a cabo sus discusiones en privado”, recordó. Pero el presidente Donald Trump parecía tener otro plan en mente: que toda la discusión esta vez fuera pública. Permitió que un pequeño grupo de periodistas, los más afines a su línea de gobierno, se quedara a presenciar, filmar y participar de toda la discusión con su homólogo ucraniano, Volodímir Zelenski, quien viajó a la capital estadounidense para discutir los planes del republicano para abordar y supuestamente “terminar la guerra”.
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La delegación ucraniana manifestó al culminar la jornada que esperaban tener una conversación fructífera sobre los planes de Trump, que incluyen tomar el control de los recursos minerales de Ucrania, un punto de interés creciente para el mandatario desde su primer gobierno. Pero lo que encontraron fue el deseo de sus anfitriones de “empezar una pelea”. Desde el primer minuto, Trump y su equipo intentaron desdibujar al mandatario ucraniano de cualquier manera.
“¿Por qué no vistes un traje? Eres el funcionario de mayor nivel y te rehúsas a usar un traje. ¿Siquiera tienes uno?”, le preguntó a Zelenski Brian Glenn, periodista de Real America’s Voice y novio de la representante Marjorie Taylor Greene, una de las trumpistas más reconocidas del Congreso estadounidense.
No es el tipo de preguntas que reciben otros invitados de la Casa Blanca, como el argentino Javier Milei, quien fue en zapatillas deportivas, y el indio Narendra Modi, quien estaba de chaleco. “Es un grado de bullying increíble para ir ‘domándolo’ lentamente en modo Twitter”, comentó el periodista Maximiliano Firtman.
En la entrada de la Casa Blanca, Trump también le lanzó una pulla: “Hoy se vistió de manera elegante”, dijo en tono burlesco. La idea era desdibujarlo de su rol de líder, ponerlo en un plano inferior al del resto. Zelenski se defendía como podía. “Usaré el traje cuando termine esta guerra. Tal vez algo como el tuyo, tal vez algo mejor”, le respondió el ucraniano a Glenn. Pero poco pudo hacer luego ante la arremetida en su contra. Estaba rodeado de bullies.
Trump y el vicepresidente J. D. Vance acusaron a Zelenski de “jugar con la tercera guerra mundial”, de usar la reunión para mostrar su postura frente a los medios de comunicación y de no agradecer a Estados Unidos por la cooperación brindada. Nada de lo que le decían, desde el punto de vista de expertos, tenía sentido. El ucraniano contestó mesuradamente cada cuestionamiento, pero este último punto, la falta de agradecimiento, elevó la temperatura en la sala.
“Creo que ya hemos visto suficiente. Esto va a ser una gran televisión, lo digo”, dijo Trump, ordenando a los periodistas que salieran de la sala. El objetivo de Trump parecía cumplido: sacar de casillas a Zelenski frente a las cámaras y retratarlo como un hombre ingrato, “lleno de odio” e incapaz de negociar con Rusia, empujando al mundo a una guerra mundial. ¿Por qué y para qué? Para entender las acciones del presidente hay que revisar cómo operan los matones.
Los bullies suelen recurrir al acoso y la humillación por razones psicológicas. Por un lado, la teoría de la dominancia social sugiere que algunas personas buscan mantener su jerarquía mediante la intimidación. Muchos bullies ejercen poder sobre los demás para reafirmar su autoridad o estatus. Trump ha usado la humillación pública con éxito en su carrera, desde la televisión hasta la política, para reafirmar su poder, y lo ha aplicado con Zelenski, a quien quiere sometido por completo para aceptar todas sus condiciones. Por eso lo marginó por completo de la mesa con Vladimir Putin y lo humilló en video.
La psicología analiza la agresión narcisista reactiva, donde alguien con un sentido inflado de superioridad reacciona con furia cuando siente que su dominio es cuestionado. Y así es como opera el trumpismo frente a la política exterior, que ve cómo su país ya no tiene el mismo peso que antes. “Lo que representa el trumpismo es una reacción a la hegemonía estadounidense en decadencia. Por eso, el tono defensivo y de víctima herida es su distintivo característico. Es el matón que no acepta que ya no recibe obediencia automática; se enoja y se ofende con facilidad”, explica John Rees, investigador visitante en Goldsmiths, Universidad de Londres, y cofundador de la Coalición Stop the War.
El de Trump es el típico comportamiento del agresor que se presenta como la verdadera víctima. El republicano no solo quiere intimidar, sino que justifica su agresión con una sensación de injusticia y traición al apuntar a Zelenski como un hombre ingrato que, además, no quiere la paz en el mundo.
Por último, en algunas ocasiones el bullying se enfoca en castigar a alguien por una ofensa. En este caso, el maltrato a Zelenski podría ser parte de la venganza de Trump por la falta de apoyo en 2019, cuando intentó usarlo contra Joe Biden en la campaña electoral.
El matoneo en la política no es solo un acto impulsivo, sino una estrategia con profundas raíces psicológicas: control, miedo, refuerzo social, baja empatía y venganza. El concepto de Trump como un “matón” no es nuevo: su visión del mundo, como la de muchos bullies, está basada en una lógica de dominancia social. En su perspectiva, los países deben someterse a la fuerza del más fuerte, y los aliados no son más que piezas de un juego de poder. Pero este enfoque, aunque al principio es eficaz en términos de coacción, genera costos a largo plazo.
Como señala James M. Lindsay en su análisis sobre la política exterior de Trump en el Council of Foreign Relations, “el comportamiento agresivo, como el bullying, proporciona rendimientos decrecientes y probablemente hará más daño a los intereses de EE. UU. que lo que podría aportar”.
Trump, con su enfoque de “hacer lo que se puede porque el más fuerte manda”, está dispuesto a sacrificar las alianzas claves de Estados Unidos. El trato a Zelenski, al igual que su falta de respeto por las normas diplomáticas tradicionales, forma parte de una estrategia más amplia de desmantelar la red de alianzas que EE. UU. ha cultivado desde la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, este matoneo diplomático no solo desgasta la autoridad estadounidense, sino que empuja a muchos de sus aliados a alinearse con potencias como Rusia y China, que, a diferencia de Trump, ofrecen oportunidades económicas sin condiciones humillantes.
También reagrupa a los aliados incondicionales de Washington en un bloque en el que saben que ya no pueden contar con su ayuda. Por eso, tras la jornada del viernes, Europa reafirmó su deseo de trabajar sin Washington. “Ha quedado claro que el mundo libre necesita un nuevo líder. Depende de nosotros, los europeos, asumir este desafío”, manifestó Kaja Kallas, responsable de política exterior de la Unión Europea.
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