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“Esto sólo va a ser tan efectivo como su implementación”. Las palabras son de John Kerry, secretario de Estado norteamericano, quien ayer se reunió con Benjamin Netanyahu, primer ministro de Israel, para discutir con éste los detalles del acuerdo logrado entre Estados Unidos y Rusia para desmantelar el arsenal químico de Siria.
Aunque el pronunciamiento de Kerry suena como una verdad obvia, sus palabras sirven para ilustrar el escepticismo que existe acerca del plan propuesto para encontrar, inventariar y destruir las mil toneladas de agentes químicos que posee el régimen del presidente Bashar al Asad, más aún cuando la operación se debe desarrollar durante una guerra civil que, hasta el momento, parece que no se va a detener para permitir estas labores.
Bajo el acuerdo logrado entre Kerry y Sergey Lavrov, ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, el arsenal de Al Asad debe terminar de ser destruido en la primera mitad del próximo año. Asimismo, para noviembre de 2013 se debe haber terminado la inspección a las instalaciones en donde se cree están almacenadas las armas, además de los sitios utilizados para producirlas; en este mismo mes también se debe completar la destrucción de los equipos utilizados para instalar los agentes químicos en la munición utilizada para lanzarlos.
El número de instalaciones involucradas en la producción o almacenamiento de armas químicas fue uno de los puntos de choque entre Kerry y Lavrov. Según Estados Unidos, 45 bases militares sirias están asociadas con estos fines; Rusia desmiente esta versión, de acuerdo con un reporte publicado por el diario The New York Times.
El acuerdo logrado aún tiene que ser incorporado en una resolución del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, en la que podría contemplarse el uso de fuerza en caso de falta de cooperación por falta de Siria. Rusia aseguró que, como lo ha hecho hasta el momento, no apoyará una intervención militar contra el gobierno de Al Asad. Por su parte, Ban Ki-moon, secretario del organismo, expresó su apoyo al documento y, además, aseguró, que Siria aceptó formalmente unirse a la Convención de Armas Químicas (firmada en 1993), que entrará en vigencia para el caso sirio a mediados de octubre; la Convención obligaría el régimen de Bashar al Asad a declarar la totalidad de su armamento y permitir su destrucción.
Según varios analistas, como David Kay, jefe de inspectores de armas de la ONU en Irak durante la era de Sadam Husein, la velocidad es un factor clave a la hora de desmantelar un arsenal de este tipo porque, entre más rápida se haga la tarea, menos probabilidades hay de negligencia por parte del gobierno a la hora de cooperar con los inspectores.
Pero esa misma velocidad podría indicar que la tarea se haría de una forma menos controlada y, en últimas, más riesgosa (en términos de peligros para el medio ambiente o la población) y barata. De acuerdo con el testimonio de varios inspectores de armas en Irak, la forma más usual de destrucción en estos casos es la incineración de los agentes químicos en fosas abiertas.