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‘La plaza de los sueños’: los emprendedores que cautivaron el centro de Cartagena

Jóvenes emprendedores, migrantes y colombianos, se dieron cita en el centro de la ciudad amurallada para seguir impulsando sus ideas de negocios y sus proyectos de vida.

Pedro Mendoza / CARTAGENA
09 de mayo de 2022 - 11:52 p. m.
Tjada McKenna (centro), CEO de Mercy Corps durante su recorrido por la feria empresarial.
Tjada McKenna (centro), CEO de Mercy Corps durante su recorrido por la feria empresarial.
Foto: Lewis E Reales Yeneris

La Plaza de la Proclamación en el centro de Cartagena era el sitio de la reunión. Desde muy temprano llegaron emprendedores líderes y migrantes. Muñecas de tela, nuevas formas de reciclaje, bebidas con sabores de frutas, ropa para niños, miel, productos y servicios que se mezclaban con la tradición de la plaza. Allí fue la feria.

Todo era organizado por Mercy Corps, una organización mundial no gubernamental presente en Colombia desde 2005. En la ciudad de las murallas fue su reunión regional de las Américas con la asistencia de su CEO Global, Tjada McKenna.

A las nueve de la mañana, muy puntual, llegó a la plaza Lina Mercedes Caro Banquez. Camino al sitio que la feria le había destinado, miraba las paredes, el piso y parte de la cúpula de la iglesia. Me preguntó si sabía algo de la historia del sitio. El Instituto Cervantes afirma que, “lejos de ser un espacio para el reposo o la tertulia, es el lugar donde el 11 de noviembre de 1811 el pueblo reunido respaldó el Acta de Independencia de Cartagena”.

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Me dice que le gusta la historia. Lina llegó de María La baja, un municipio del departamento de Bolívar, a unas horas de Cartagena. Su vida se resume como se llama su emprendimiento: Uniendo retazos.

“Mi vida me la volvieron trizas y en trizas la estoy reconstruyendo. Fui esclava sexual por más de dos años de grupos paramilitares, sobreviví a un empalamiento, estoy sobreviviendo a un cáncer y es la lucha diaria. He encontrado en la confección ese calmante que me ayuda para no utilizar los sintéticos, me distraigo y distraigo el dolor”, cuenta.

Mira muy tranquilamente mientras se refugia en una muñeca grande de color azul, con cabello rojo y zapatos blancos, que está encima de la mesa donde se encuentran sus productos.

“Uniendo retazos significa reconstruir la dignidad de una mujer”, agrega la creadora de este emprendimiento, que nació formalmente hace 3 años. Sostiene que sus manos son como las alas de su logo, para volar.

Señala que la organización global le ha enseñado, además de lo económico, razones importantes de vida. “Con ellos he aprendido de la paciencia, cómo manejar las emociones y saber que nunca es tarde para aprender. Lo emocional es más importante que lo económico”, le dice a El Espectador esta mujer que sabe de la otra Cartagena, la que no aparece en las guías de turismo.

En la ciudad, de acuerdo con las proyecciones para 2022 del censo de 2018, hay aproximadamente 547.096 mujeres, el 52 % del total de la población. Estas cifras se encuentran en el estudio de “Cartagena cómo vamos”, que sostiene que en el 2020 aumentó la pobreza monetaria en la ciudad. “El 47,8 % de la población estaba en condición de pobreza monetaria, lo equivalente a más de 491 mil cartageneros que no cuentan con al menos $360.187 al mes para acceder a alimentación, vivienda u otros artículos de primera necesidad y El 12,6% de la población está en condición de miseria, es decir, 129 mil cartageneros no obtienen al menos $147.600 al mes para cubrir su alimentación”.

Esta Cartagena fue la que recorrió la CEO de Mercy Corps, quien se encontraba en la ciudad con mas de 50 directivos provenientes de diferentes países de la organización global que preside. “Nuestros programas trabajan para que se cumplan la implementación de los acuerdos de paz en toda la crisis con refugiados, migrantes, todo ese trabajo que nosotros hacemos es un ejemplo para todo el mundo”, le dice a El Espectador.

Es la primera vez que McKenna está en Cartagena; el clima húmedo de estos días la fatiga un poco. “Mis padres eran de Jamaica, he sentido la bienvenida caribeña, el calor humano, he conocido sobre su cultura, que es tan acogedora”.

La feria transcurrió en medio de turistas y residentes, con un calor y nubarrones que parecían anunciar la lluvia.

Con tortas, galletas y postres en la mesa, junto a una licuadora que mezclaba colores amarillos, Minoscas Salas, una venezolana migrante, habla sin perder su acento. Vivía en Baragua, la capital del estado de Lara. Hace 4 años salió de su país; allá era diseñadora digital. Sabe que la vida de todo migrante es difícil, pero se siente agradecida por la acogida de los cartageneros y el apoyo de entidades como Mercy Corps.

“Nuestro proyecto se llama Alimentando Sonrisas, fomentado la alimentación sana”, cuenta. Vive en un barrio de la zona sur oriental de la ciudad, San Fernando, y quiere hacer un comedor comunitario “para los niños más necesitados, colombianos venezolanos porque hay una fusión de cultura muy bonita entre toda la población”. Dice que el trabajo de organizaciones como Mercy Corps “ha permitido que nos vean, que nos escuchen, que sepan de nuestra problemática de las migraciones.”

Mientras hablamos, le piden un jugo de su fusión amarilla, con algunos secretos que se mezclan con la piña, el maracuyá y las uchuvas. No deja de sonreír y dice: “En esta plaza se cumplen los sueños”. La sede de esta feria ha tenido varios nombres, así han evolucionado muchos de los emprendimientos presentes.

“Cuando se terminó la construcción de la catedral, a comienzos del siglo XVII, los cartageneros empezaron a llamarla Plaza de la Catedral. Años después cuando se levantó el edificio del ayuntamiento colonial, la plaza tomó el nombre del Cabildo. Con el paso del tiempo, la plaza volvió a cambiar de nombre por el de Plaza del Palacio, y a partir del acto de proclamación de Independencia las autoridades decidieron denominarla Plaza de la Proclamación, nombre que ha conservado hasta hoy”, nos recuerda la historia del Instituto de Cervantes.

Allí, con el nombre final de la plaza, con mucha ilusión, acudieron los migrantes a la cita. Preguntan por formularios, fechas y apoyo. Marcela Duque es la subgerente del programa Avanzando Futuro, de Mercy Corps.

“Nosotros de manera transversal tenemos un componente muy importante en nuestra implementación en todas las ciudades y es el componente de protección y género. Estamos aquí como organización acompañándolos en ese proceso de asumir que este es su nuevo país, su nueva ciudad, que el duelo migratorio es importante que hay que llevarlo a cabo pero que también está toda la posibilidad de empezar de nuevo de la mano de nosotros”.

Afirma que Cartagena es un gran aliado y se ha articulado muy bien en los diferentes procesos.

Cuando la tarde terminaba y se esperaba la actividad cultural en la feria se habían hecho 280 afiliaciones a salud (EPS), 135 asesorías de migración Colombia y apoyo en información del Sisbén a 80 personas inscritas. A esto se le sumaba las ventas que conseguían los 35 emprendimientos que, como una gran familia, se apoyaban entre sí.

Para Johana Moreno, de 26 años, el día ha sido productivo. Su emprendimiento se llama El flow del hilo y la aguja. Antes era una empleada y ahora es jefe de su propio negocio. Una turista se acerca y le pide un vestido para niño. Hablan y, aunque el negocio no se termina, Johana está satisfecha. “Venir al centro y a la plaza ha sido muy bueno ya que me doy a conocer además de mis redes sociales y conozco nueva gente y ellos mi emprendimiento”, sostiene mientras me dice que el Flow de la aguja es desde muy pequeña: su mamá y abuela eran costureras. “Es una pasión de familia”, sonríe y recibe el periódico que durante el día se repartió. Noti Pro, un pequeño tabloide a color con historias escritas por jóvenes. La lluvia parece desaparecer.

Las luces de la plaza se encienden poco a poco. Un grupo de danza de niñas de una escuela ambientalista baila al ritmo de los temas del Joe. Los turistas intentan seguir los movimientos de caderas mientras cae la noche.

Con una gran sonrisa, una camisa blanca que dice “Somos emprendedores”, Alidis Ramirez Dominguez, mira a los bailarines. Su stand se llama Gotas de miel Bolívar. Vive con su hermana en Isla León, uno de los sectores más deprimidos de la ciudad. “Nosotros estamos en el área en donde dicen que de ahí no sale nada bueno, estamos para romper los esquemas”, sostiene con fuerza y unos ojos negros que brillan por la emoción.

Se va caminando lentamente a ver algunas pinturas que se encuentran en la feria; se queda en silencio observándolas. “Hay algo más allá de lo que se quiere mostrar, detrás de unas lágrimas hay una causa y detrás de una sonrisa, un motivo”. La plaza se queda vacía, sin la feria, pero lo seguro es que todos se fueron con algún sueño cumplido.

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Por Pedro Mendoza / CARTAGENA

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