En sus 197 años de independencia, los golpes de estado, las renuncias, una dictadura de 35 años y 61 años de hegemonía colorada son el marco de la vida política del Paraguay. En ese entorno fue tomando fuerza la figura de Fernando Lugo, ex obispo de la diócesis de San Pedro, hasta convertirse, en nombre de la Alianza Patriótica para el Cambio (APC), en el presidente electo del Paraguay.
Visto como una esperanza de cambio por algunos y con cierta desconfianza por otros, lo cierto es que en tan solo ocho meses de campaña Lugo consiguió lo que parecía casi imposible: desbancar a los colorados, en el poder desde hace 61 años.
Conocedor como pocos de la pobreza que aqueja a este país, debido a su acción pastoral en zonas tan deprimidas como la de San Pedro, Lugo fue ganando espacio en medio de un caldeado y polarizado ambiente político, en donde las pugnas de poder y casos de corrupción en el seno del eterno gobernante Partido Colorado estaban a la orden del día.
Vida y Obra
Fernando Lugo proviene de una familia muy humilde de San Pedro del Paraná. Tiene 56 años y fue ordenado sacerdote en 1977. En la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma realizó sus estudios de Espiritualidad y Sociología. Fue nombrado obispo en 1994. En 2006 lideró la Organización Resistencia Ciudadana y convocó a una manifestación contra la corrupción en la que participaron miles de personas en todo el país.
Su familia vivió en carne propia los excesos de la dictadura. Su mamá era hermana de Epifanio Méndez Fleitas, un caudillo colorado, quien hacia fines de la década de los 50 fue perseguido por Alfredo Stroessner, quien lo envió al exilio. Su situación afectó a toda la familia, que vivió las consecuencias de esa persecución y debió salir del país. Con muchas dificultades, Lugo logró estudiar y graduarse como maestro rural, y ejerció la docencia en una escuela pública.
Sus primeros años como sacerdote los vivió en la provincia de Bolívar, Ecuador. Lugo los recuerda como una experiencia enriquecedora que marcó en todos los sentidos su vida y su formación ideológica.
De Lugo se dice que es sencillo, de gustos muy simples, inquieto y un rebelde por naturaleza. Dice que nunca ha usado corbata, usa siempre sandalias por un problema de várices, y que si algo aprendió en la Iglesia, es que no se puede juzgar por la apariencia. Quienes lo conocen de cerca afirman que es abierto, emotivo, con un profundo sentido del humor, don de escucha y ecuanimidad y justicia.
El fútbol figura entre sus aficiones y se reconoce seguidor del equipo paraguayo Cerro Porteño. Su hermana, Mercedes Lugo Méndez (militante confesa del Partido Colorado, aunque de las decentes, como ella dice) ocupará el despacho de la Primera Dama y su agenda es manejada por Wálter, un joven sacerdote que ha pedido un año de permiso al Vaticano para acompañarlo. No sabe aún si se mudará a la residencia presidencial de Mburuvicha Róga (en guaraní casa del jefe), o si despachará desde el Palacio de Gobierno y seguirá viviendo en su modesta casa de Lambaré.
Sus años como obispo en San Pedro lo llevaron a conocer de cerca el hambre, la miseria y el abandono. Lugo ha dicho que la necesidad de ampliar su opción preferencial por los pobres fue lo que lo motivó a convertir su acción pastoral en acción
política y ha afirmado que la alianza triunfadora de las recientes elecciones se hizo en nombre y a favor de los habitantes más pobres del Paraguay.
Su relación con la Iglesia Católica es de rebeldía y con la suspensión ad divinis por parte del papa Benedicto XVI, al tratar de renunciar a su condición de obispo, Lugo se rebeló aún más.
Eje latinoamericano
Lo relacionan con Hugo Chávez, Rafael Correa y Evo Morales y su elección es considerada por algunos analistas como la concreción de un proceso político de izquierdización en Latinoamérica. Otros opinan que, desde la Presidencia, Fernando Lugo será un nuevo aliado para Hugo Chávez en la región y que se reforzará el llamado eje Caracas. Por otro lado, hay quienes afirman que la alianza que lo llevó al poder es muy similar a la coalición que le dio el triunfo a Evo Morales en Bolivia. Dicen además que su posición ideológica es poco clara, y cuando lo ubican hacia la izquierda, éste manifiesta que tiende hacia “socialdemocracia del siglo XXI”, sin mayores explicaciones.
Frente a estas consideraciones, Lugo ha dicho que no le gusta que lo “etiqueten” y ha manifestado que el suyo será un gobierno con identidad propia, independiente y equilibrado. No obstante, ha asegurado que se siente identificado con el estilo de gobierno del socialista Tabaré Vázquez, presidente del Uruguay. Ha mencionado la necesidad de buscar la integración latinoamericana y de hacer una política exterior diferenciada. Ha hablado también del perdón y ha dicho que es tiempo de actuar con serenidad.
El fantasma de su presunto vínculo con las Farc estuvo presente a lo largo de la campaña que lo llevó a la Presidencia, lo mismo que las afirmaciones de que el secuestro y muerte de Cecilia Cubas se había preparado en la zona de San Pedro. Un afiche con una imagen de Lugo (trucada de un afiche de Raúl Reyes), aparentemente vistiendo el uniforme de las Farc y con un texto que lo señalaba como el “embajador de las Farc en Paraguay”, inundó Asunción en plena campaña. Al final, fue la propia madre de Cecilia Cubas quien pedía a los paraguayos abstenerse de votar por él.
El presidente electo no evade el tema, habla de su inocencia y afirma que todas estas acusaciones hacen parte de una guerra sucia de quienes tienen temor al cambio y a su llegada al gobierno. Ha dicho tajantemente que es contrario a cualquier manifestación de violencia, provenga de donde provenga, y que no tiene vínculo alguno con ningún grupo fuera de la ley.
Fernando Lugo, quien tomará posesión de su cargo el próximo 15 de agosto, encuentra un país con graves deficiencias en la administración de justicia, salud y educación, que espera que de su mano se dé la transformación de un Estado detenido en el tiempo. No le será fácil: tendrá que buscar alianzas en Congreso y en el Partido Liberal que lo acompañó, a fin de concretar los cambios que aguardan 6 millones de paraguayos, y aguantar —desde la oposición— los embates del Partido Colorado.
Aunque el panorama se presenta incierto, no deja de ser esperanzador para este país de jóvenes dispuestos al cambio, en el que el 62% de sus habitantes es menor de 30 años. Fernando Lugo tiene hoy por hoy el desafío y la oportunidad histórica de ser el artífice del nuevo Paraguay, el nuevo país que tanto anhelan los paraguayos.
* Periodista colombiana, residente en Paraguay hace más de 20 años y asistente en la entrevista que realizó María Emma Mejía para El Radar.