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La vida en Ecuador tras el terremoto

El Gobierno pidió ayudas en efectivo, para acelerar la reconstrucción.

Redacción Internacional

03 de mayo de 2016 - 11:52 p. m.
Habitantes de Ecuador viven en refugios tras el terremoto de 7,8 grados. / Crédito: Albert Masias - MSF
Foto: Albert Masias/MSF - lluis carbonell
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Las cifras hablan de la magnitud de la tragedia que vivió Ecuador el pasado 16 de abril: 660 muertos, 32 desaparecidos y más de 22.000 albergados. La destrucción es casi total en varias zonas costeras del país.

El presidente, Rafael Correa, dijo que se han iniciado discusiones con el Fondo Monetario Internacional para contar con una línea de crédito por US$400 millones, “sin condicionamientos”, para hacer frente a las labores de reconstrucción. Se trataría del denominado Instrumento de Financiamiento Rápido (IFR), que busca proporcionar rápida asistencia financiera a todos los países miembros que enfrentan una urgente necesidad.

Médicos Sin Fronteras (MSF), presente en algunas de la zonas más devastadas por el sismo, acompaña a los miles de damnificados. Estos son algunos de sus testimonios.

“Necesitamos asistencia en salud mental”

(Nancy Muñoz, 35 años. Refugio Nuevo Milenio, Chamanga). “Tenía una casa en la parte baja de Chamanga y en su momento creí que era una de las mejores de la comunidad, estaba segura de que nada la podía afectar. Pero ante los embates de la naturaleza, ningún lugar es seguro.

Al momento del terremoto estaba ayudando a mi madre en su tienda, cuando de repente todo empezó a moverse. Quisimos salir corriendo, pero nos dimos cuenta de que una de mis sobrinas de tres años no estaba por ningún lugar. La encontramos mirando dibujos animados en una de las habitaciones. Felizmente la pude rescatar antes de que una pared de la casa se le cayera encima. Todos los vecinos caminamos hacia las partes altas de Chamanga.

Llegamos a un albergue, en donde en principio había 120 familias, pero luego se fueron con familiares o amigos y quedamos 95 familias. Aquí, los niños están muy intranquilos, quieren volver a sus casas. Una niñita de tres años me preguntó un día: ‘¿Por qué pasó esto? ¿Por qué se dañó mi casa? Yo quiero irme al cielo’. Esos pensamientos nos arrancan lágrimas y creo que necesitamos mucha asistencia en salud mental.

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Chamanga es muy tranquilo y seguro. Nunca hemos vivido una situación igual. Esta zona es un brazo de mar y tenemos todas las especies de aves y animales. Es un lugar rico en naturaleza, que quedó devastado en un 80 %. Mi casa, además de ser mi hogar, era mi fuente de ingreso económico. Alquilaba piezas y bodegas para pagar la educación de mis hijos. ¿Cómo les voy a decir a mis hijos este año que no estudien? Muchos nos hemos quedado sin trabajo y aún no tenemos voces oficiales que nos digan qué va a pasar con nuestras viviendas y cómo reactivar nuestra economía”.

“Por ahora, la ayuda llega”

(Glass Moreno, 50 años, Refugio San Francisco del Cabo). “Estaba en mi casa, en un segundo piso, cuando vino el terremoto. Escuché que todos los vecinos empezaron a gritar, a correr y a salir de sus viviendas. Entonces bajé rápido para buscar a mi nieta y al tratar de llevarla conmigo, me fracturé una pierna. A mi casa, por suerte, no le ha pasado nada, pero al lado hay una vivienda que está muy deteriorada y hay peligro de que se derrumbe sobre la mía. Estoy en un refugio con 200 personas más. En Muisne, la mayoría de las personas se dedican a la pesca, pero ni los pescadores están saliendo a hacer su labor. En caso de que las réplicas continúen, tenemos que prepararnos. Ahora la ayuda llega, pero nosotros también tenemos que subsistir”.

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