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Monterey Park, Laguna Woods y Half Moon Bay. En menos de una semana, estas tres ciudades estadounidenses han capturado la atención nacional, como ocurre siempre luego de un tiroteo. Los medios no han dejado de filtrar los prematuros avances de la policía en las investigaciones de los ataques en estos tres lugares, cuya motivación aún es una incógnita. Mientras tanto, la clase política inunda con “pensamientos y plegarias” a la sociedad y reaparecen los debates sobre un control de armas que, como otros anteriores, no cuentan con el apoyo suficiente en el Congreso. La historia parece repetirse.
Pero para un país que ya tiene más tiroteos que días (44, según el registro del Archivo de Violencia con Armas), y donde la mayoría de estos ataques suelen pasar inadvertidos y no cuentan con un gran despliegue -a menos de que el número de víctimas sea escandaloso-, el interés en la cobertura de estos asaltos mencionados ha sido particularmente alto. Esto se debe a que hay un llamativo patrón detrás de cada evento: el objetivo de cada masacre pareciera ser la comunidad asiático-estadounidense.