“La unión hace la fuerza”, dice el viejo refrán. Eso se pone a prueba esta semana en Canadá y sobre todo en México. Luego de que el presidente estadounidense Donald Trump oficializó sus muy anticipados aranceles contra sus vecinos, la reacción inmediata pareció ser la de unidad contra los mecanismos coercitivos del republicano, quien asegura que estos países han creado una “crisis de salud pública (en EE. UU.)” al no adoptar suficientes medidas para combatir el tráfico de drogas ilícitas, por lo que busca obligarlos a actuar.
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El sector privado de México, en cabeza del Consejo Coordinador Empresarial (CCE), la Confederación de Cámaras Industriales (Concamin) y el Grupo Monterrey, se reunió el sábado con la presidenta Claudia Sheinbaum para cerrar filas en torno a ella y sus decisiones, además de condenar conjuntamente “cualquier arbitrariedad comercial o de otra índole” contra el país, como expresó el secretario de Economía, Marcelo Ebrard. Muchos reconocen cuáles son sus intenciones.
“La presidenta Sheinbaum hizo lo correcto al no aceptar las exigencias de Trump. En México ya sabemos lo que significa ceder frente a sus presiones. En su momento, el Gobierno de Andrés Manuel López Obrador aceptó que México fuera tercer país seguro. A Trump no le interesa incrementar los decomisos de droga, ni la extradición de narcos de alto perfil o la captura de los delincuentes más buscados de la lista de la DEA. Lo que Trump quiere es que México nuevamente sea tercer país seguro, tener 28.000 soldados mexicanos gratis que estén custodiando la frontera para frenar la migración ilegal, reducir el déficit comercial e imponer sus condiciones en la renegociación del T-MEC”, aseguró el periodista mexicano David Saucedo.
En Canadá también se vivió una descarga de unidad y patriotismo tras la imposición de los aranceles. Por un lado, los principales líderes de la oposición, como Carla Beck y Jagmeet Singh (Nuevo Partido Democrático) e incluso Pierre Poilievre (Partido Conservador) condenaron con vehemencia los aranceles de Trump. Danielle Smith, primera ministra de Alberta, férrea crítica de Trudeau, también prometió trabajar con el Gobierno para responder a las medidas de Trump. Por otro lado, en el ámbito social, se registró una escena sorpresiva y muy diciente: aficionados canadienses abuchearon el himno estadounidense cuando este fue entonado al inicio de un partido de hockey entre los Ottawa Senators y los Minnesota Wild en Ottawa.
“La identidad canadiense como tal, lo que tienen en común todos los canadienses a pesar de tener peleas internas y más de un idioma, es que no quieren ser estadounidenses. Ese es el principio. Eso es lo que llama a izquierda, derecha y todo el mundo al patriotismo”, señaló Alejandro Bohórquez-Keeney, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Externado de Colombia.
Sobre esto, el periodista Aaron Wherry plantea que los aranceles de Trump cayeron como una “bendición” que responde a la necesidad de despertar un patriotismo canadiense que se veía decaído, según él, porque Trudeau ha pasado “demasiado tiempo pensando en los defectos de Canadá y no se ha esforzado lo suficiente en entusiasmarse con sus éxitos”.
Pero ahora que el patriotismo está a flor de piel, surge la pregunta de a dónde nos puede conducir esto y qué tan duradero puede ser. En primer lugar, hay que destacar que esta descarga de unidad no fue absoluta. En México, las fracturas se vieron rápido. Al grito de “narcogobierno”, diputados de la oposición criticaron al Gobierno de Sheinbaum al enterarse de la noticia de la imposición de aranceles en el Congreso y el comunicado de la Casa Blanca sobre la supuesta alianza entre el Gobierno mexicano y las organizaciones criminales. La bancada oficialista respondió al canto de “presidenta, presidenta”, para respaldar a la mandataria.
“Lamentablemente, no han pasado ni tres horas y la oposición moralmente derrotada vuelve a demostrar su falta de amor y respeto al pueblo de México”, escribió Carolina Rangel Gracida, secretaria general del Comité Ejecutivo Nacional de Morena, partido de Sheinbaum.
En Canadá, Tobi Lutke, cofundador de Shopify, la segunda empresa más grande que cotiza en la bolsa canadiense, criticó al primer ministro saliente por no prevenir la guerra comercial. Poilievre, candidato a primer ministro en Canadá, en un tono más conciliador, pero de todas maneras áspero, les pidió a los liberales que dejen de pelear por el poder en el partido y se reúnan de nuevo para tomar medidas.
“En época de elecciones esto es clave”, declaró Bohórquez-Keeney, “si bien Trudeau está saliendo por muchas críticas a su gestión económica, todos los partidos se van a basar en este patriotismo durante campaña y el que le haga mejor frente a Trump y a sus bravatas y acusaciones claramente será aprovechado por un buen líder para ganar las elecciones. Y esto puede llevar a un momento de mayor unidad nacional”, agrega el experto, sin que este momento signifique que no habrá diferencias.
En el caso mexicano, Laura Valencia Escamilla, profesora e investigadora de la Universidad Autónoma Metropolitana, unidad Xochimilco, apunta que, “a primera vista, se ve que hay unidad nacional, reuniones y acuerdos con el sector empresarial, pero no necesariamente con partidos políticos. En este caso sigue habiendo una división, sobre todo porque de forma trasversal está la reforma al poder Judicial, que es un tema que divide a la oposición junto con el partido en el poder porque (como está planteada) favorece un control del mismo y pone en desventaja a la oposición y a la ciudadanía. Independientemente de esto, los partidos han hablado poco. Esta unidad puede tratarse de una reacción fundamentalmente al momento que vivimos. Creo que más adelante cuando se vean los resultados económicos de este y los otros dos países van a empezar algún tipo de reacciones adversas que no ayudarán al gobierno entrante”.
Solo el tiempo dirá qué tan duradera será esta unidad, política en el caso canadiense que enfrenta elecciones, y empresarial en el caso mexicano, que teme una recesión. Eso sí, ahora más que nunca se están revisando los valores que distinguen a los otros dos países de Norteamérica de su escandaloso vecino, y ambos se convocan a preocuparse más por su influencia cultural y económica, convirtiendo este turbulento episodio en una discusión sobre la identidad nacional. También desembocará en un sentimiento “antiestadounidense” que dificultará las relaciones fronterizas en el norte.
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