Los lakota-dakotas, en pie de lucha

LOS “PROTECTORES DEL AGUA” se movilizan en defensa del río Missouri, para evitar que un oleoducto cruce sus tierras sagradas. Los legendarios Sioux se enfrentan a Donald Trump.

Alexandra McNichols-Torroledo
20 de marzo de 2017 - 02:00 a. m.
Protectores del Agua en ceremonía sagrada por el río Missouri en el duro invierno de Dakota del Norte. La mujer echa tabaco al río y lo bendice con agua que riega sobre él. Campamento Oceti Sakowin, Dakota del Norte. / Alexandra McNichols-Torroledo
Protectores del Agua en ceremonía sagrada por el río Missouri en el duro invierno de Dakota del Norte. La mujer echa tabaco al río y lo bendice con agua que riega sobre él. Campamento Oceti Sakowin, Dakota del Norte. / Alexandra McNichols-Torroledo

Hoy, los indígenas lakota-dakotas, conocidos como los sioux, se ponen de nuevo en pie de lucha en contra de la decisión del presidente Trump de transportar la mitad del petróleo crudo producido en el mercado de Estados Unidos a una milla de distancia de la reservación indígena de Standing Rock, en Dakota del Norte. El pasado diez de marzo más de 4.000 “protectores del agua” -como se denominan los indígenas y sus seguidores-, marcharon por las calles de Washington hasta la casa presidencial exigiendo se detenga al oleoducto de la empresa Energy Transfer Partners (ETP) en sus territorios.

Ahora, los lakota-dakota estarán en la Asamblea General de las Naciones Unidas en abril para presentar las evidencias de más de 750 casos de violación y abusos de derechos humanos, la profanación de 69 sitios sagrados y ceremoniales con la construcción del oleoducto, y el rompimiento de los tratados de soberanía de tierras que el gobierno estadounidense firmó con los indígenas en el siglo XIX. El presidente Trump en sus primeros días de mandato revocó la orden que Obama había firmado el 5 de diciembre de 2016, en el cual se suspendía la construcción del oleoducto cerca de la reservación indígena y se ordenaba buscar una nueva ruta para terminar la última sección de este gasoducto.

Los indígenas lakota-dakotas están protegiendo sus bancos de agua en el lago Oahe, que provienen del río Missouri, una de las fuentes hídricas más largas e importantes de Estados Unidos, por eso se hacen llamar los “protectores del agua”. Pero también están protegiendo la soberanía de sus territorios, cementerios, sitos sagrados y el futuro de sus generaciones y de las generaciones de muchos estadounidenses, ya que si hay una falla en el oleoducto por una tubería defectuosa o si hay un derrame, más de 18 millones de estadounidenses se verían afectados por la contaminación del río Missouri.

El oleoducto, que paradójicamente se llama Dakota, transportará 470.000 barriles de petróleo crudo por día y cruzará los estados de Illinois, Iowa, Dakota del Sur y Dakota del Norte a través de 1.120 millas de tubería, una de las más grandes en Estados Unidos. Según la empresa Energy Partners Transfer, este oleoducto es la manera más segura para mover el crudo. Pero en la opinión de los indígenas y de los ambientalistas el riesgo de contaminar el agua y destruir el medioambiente es grande. Según un informe publicado por la Red de Desastres en Estados Unidos y por Lousiana Bucket Bridage, en los dos último años, Energy Transfer Partners ha sido responsable de 69 accidentes, entre los que se cuentan fugas de cientos de miles de galones de productos petrolíferos y la contaminación de los ríos Delaware, Schuykill, Red y Netches en cuatro estados.

La protesta de los “protectores del agua” se ha convertido en un movimiento ambientalista con gran acogida en el mundo entero. No sólo por los indígenas de todas las tribus en Estados Unidos, sino también por indígenas de muchos países y gentes de todas las razas y culturas que estuvieron presentes en el fuego sagrado de los campamentos creados para cantar y orar con el lema de “El agua es vida/ MiniWiconi (lenguaje Lakota”). Más de 750 protectores del agua desarmados y quienes protestaron pacíficamente con cánticos y plegarias fueron arrestados y sus derechos humanos fueron violados por la Fuerza Pública.

En los enfrentamientos con los solados y la policía en la reservación de Standing Rock una joven perdió un brazo y otra persona perdió un ojo; muchos resultaron enfermos debido a que la policía antimotines disparó a los manifestantes balas y granadas de caucho, gases lacrimógenos y espray de pimienta. El sheriff del condado y los policías usaron incluso mangueras y cañones de agua para producir hipotermia a los manifestantes. Varios periodistas fueron arrestados y llevados a corte, como Amy Godman, del programa La Democracia Ahora, y Erin Schrode fue herida con las balas de caucho cuando hacia un video.

Vivian Billy, llamada también en lengua indígena Spunkawin, o Sin miedo para hablar, quien ha sido una de las mujeres que ha protestado desde el comienzo y ha sido arrestada relata los abusos de derechos humanos que se cometieron en Dakota del Norte en contra de los protestantes: “Fui desnudada delante de todos y llevada a los calabozos con otros 146 personas, y cuando no hubo más celdas para tanta gente muchos fueron puestos en jaulas para perros. Este es el modo en que hemos sido humillados, atacados y maltratados por la Fuerza Pública, que también trabaja en las noches como la fuerza privada de la compañía Energy Transfer Partners”. Billy fue arrestada el 27 de octubre por los soldados y policías de Dakota del Norte, cuando en un intento desesperado por frenar la maquinaria del oleoducto, los indígenas y manifestantes confiscaron tres buldóceres de la compañía.

Al igual que los otros protectores del agua, está hoy en pie de lucha: “Estoy enraizada en la reservación indígena de Standing Rock, nadie me sacará de aquí, mi hijo menor fue sepultado en estas tierras. He vivido por 20 años en el modo en que los lakota-dakotas lo hacen desde que me casé. Soy una india ponca-pomo, pero practico sus ceremonias y fumo la cannunpa -la pipa de la paz-, que me fue dada por un bailarín del sol en una ceremonia sagrada”.

Esta tierra ha estado y está en disputa desde los días en que los colonizadores y peregrinos la atravesaron, y en donde el famoso jefe espiritual Toro Sentado y el líder de guerra de Oglala-Lakota, llamado Caballo Loco, lucharon a muerte por defender a su gente contra el general estadounidense George Custer y su caballería, en la famosa batalla del Little Bighorn, donde ganaron los indígenas. Es la misma tierra en donde se firmaron los tratados Fort Laramie (1851-1868) entre el gobierno estadounidense y representantes de lo que eran entonces las naciones indígenas Sioux, Cheyenne, Arapaho, Crow, Assiniboine, Mandan, Hidatsa y Arikara.

Entre los representantes estaba el máximo líder de la nación Sioux, el jefe Lakota Toro Sentado, quien tuvo que exiliarse en Canadá luego de su última firma. Bajo esta serie de tratados el gobierno norteamericano les dio a los indígenas la propiedad sobre las reservaciones con soberanía absoluta sobre ellas. Estos tratados fueron una estrategia para reducir sus propiedades y así poder seguir la construcción de las vías férreas y dar paso a los colones en busca de oro. 

El primer tratado Fort Laramie, firmado en 1851, falló casi desde su comienzo, por esto tomó 17 años su consolidación. Ya que muchos colonos con la fiebre del oro y buscando reclamar tierras las invadieron y asesinaron a los indígenas. Las batallas entre indígenas y colonos, y entre los mismos indígenas, se extendieron durante este período. Los indígenas estaban divididos. Algunos se habían aliados a los ingleses y otros a los franceses. A lo largo de estos turbulentos años los indígenas bajo los tratados fueron masacrados y sus prácticas culturales y sus rituales fueron prohibidas.

En 1868, los niños indígenas fueron obligados a ir a internados dirigidos por cristianos y católicos en donde se les prohibió hablar la lengua, practicar su cultura y volver a sus reservaciones. Y fue hasta 1974, cuando el gobierno les devolvió legalmente en la Constitución la práctica de su religión, bailes y ritos. Y en 1978, gracias a la lucha del Movimiento Indigenista Estadounidense (AIM), los padres recobraron el derecho de mantener a sus hijos en las reservaciones. Desde hace dos años, los tratados de Fort Laramie han sido transgredidos por el gobierno estadounidense en beneficio de la construcción del oleoducto Dakota, ya que no hubo consulta previa para la construcción y las tierras fueron vendidas sin la aprobación de los indígenas. 

En agosto del año pasado, la lideresa Ladona Allard, Toro Valiente, invitó públicamente a todo el mundo a través de las redes sociales a venir a su propiedad en la reservación indígena de Standing Rock, a apoyar su lucha por defender el río y la tierra del oleoducto. Ella les dio a aquellos que llegaron comida, techo en carpas y en tipis (casa tradicional indígena cónica). Luego empezaron a llegar todo tipo de donaciones de todas partes de Estados Unidos, incluso medicinas. Ladona creó el primer campamento de los protectores del agua en su finca llamada Piedra Sagrada.

Poco tiempo después la joven indígena Bobbie Lee, Tres Piernas, se sumó a la causa de Ladona atrayendo a miles de jóvenes y creando el movimiento de resistencia actual en solidaridad con Standing Rock. La gente llegó a los campamentos de la Piedra Sagrada (Sacred Stone), Oceti Sakowin (escrito en lenguaje Dakota), Botón de rosa (Rosebud) y Río Cheyenne. Para el día de Acción de Gracias, el campamento Oceti Sakowin, al lado del río, contó con más de 10.000 personas. El 22 de febrero, bajo la orden de Trump, 200 soldados redaron los campamentos y tomaron posesión de ellos, arrestando a quien encontraron en su paso, incluso a una mujer lakota de 82 años. 

Los esfuerzos del gobierno de Trump por dominar la resistencia indígena y su lucha por salvar al río Missouri no han sido suficientes. En la actualidad han surgido seis campamentos más en Texas, Iowa, Michigan, Wisconsin, Minessota y la Florida. También hay campamentos en México y Canadá. Los bancos en Finlandia están despojando a bancos en este país que apoyan a la empresa Energy Transfer Partners. En Estados Unidos, los concejos de las ciudades en Seattle y en San Francisco, en California, también votaron por despojar a los bancos que están apoyando la construcción del oleoducto.
 

Por Alexandra McNichols-Torroledo

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