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Llamó “dictadura” al gobierno de Daniel Ortega siendo representante de Nicaragua ante la OEA. Separado del cargo tras el incidente, el ahora exembajador Arturo McFields reflexiona por vía telefónica desde Estados Unidos sobre la situación en su país.
En una sesión de marzo de la OEA, McFields denunció la falta de libertades en Nicaragua, bajo la presidencia del exguerrillero Daniel Ortega y la vicepresidencia de Rosario Murillo, su esposa.
El 18 de abril de 2018 estallaron protestas contra el mandatario que se extendieron por varios meses. Reprimidas por los cuerpos de seguridad, dejaron 355 muertes reportadas, decenas de presos y miles de exiliados, según organismos de derechos humanos. Este fue el inicio de una crisis política que perdura.
En noviembre de 2021, Ortega, de 76 años y líder del izquierdista Frente Sandinista, logró un cuarto mandato consecutivo, con sus rivales y opositores detenidos, en condiciones “inhumanas”, según McFields, acusados de complotar contra el gobierno.
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¿Cómo está Nicaragua tras cuatro años de las protestas?
Mientras aumenta la delincuencia y el narcotráfico, la policía está persiguiendo y acosando a religiosos, periodistas, cantautores y a los pocos defensores de derechos humanos que quedan. Es una cuestión irracional. Sin embargo, toda muerte tiene su resurrección y creo que Nicaragua va a tener su Domingo de Gloria.
¿Cuáles cree que serán los siguientes pasos del Gobierno?
Que se atrevan a encarcelar líderes religiosos. Eso podría ser una nueva etapa de la represión. El año pasado, el presidente dijo que en cualquier otro país los religiosos [críticos del Gobierno] estarían presos (...). Los catalogó de terroristas.
¿Lo dice también por la expulsión del anuncio apostólico en marzo?
Este año han continuado las amenazas y sabemos que luego se concretan. Quiero creer que va a haber esperanza, la gente está cansada de tanta represión, los mismos funcionarios del Gobierno, los policías, los militares.
¿Ve alguna manifestación colectiva?
Ese cansancio, en algún momento, se va a concretar en una manifestación de algo diferente. ¿Cómo lo sé? Yo soy la prueba viviente. Estaba dentro y me cansé. Me cansé de tanta crueldad, de tanto maltrato.
La represión es un bumerán. Cuando aumentas la represión y la crueldad, eso te desnuda como dictador, y ya la retórica del imperio y de la CIA, y de todas esas cosas que se suelen decir, se cae y demuestras que eres un dictador sin mayor carisma.
Esa represión exagerada (...) está dejando al desnudo lo grotesca que puede ser la dictadura y la violencia con la que se actúa.
Usted habló de un descontento dentro del Gobierno, ¿a quiénes se refiere?
El Gobierno no permite que la gente revele posicionamientos así de categóricos. Le estoy dando el ambiente del entorno y de las interacciones que uno tiene a nivel de altos funcionarios, en donde uno ve los comentarios y oye las reacciones. Uno siente y dice: “No soy el único”.
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El Gobierno logra aplacar estas inconformidades con prisión, prebendas y persuasión. La persuasión no se está usando mucho, las prebendas no hay, porque no hay cooperación venezolana, entonces lo que se usa es la prisión. A los funcionarios se les quita el pasaporte y esto se ha reforzado por lo que ha sucedido conmigo.
¿Quién lleva el liderazgo: Ortega o Murillo?
En la cotidianidad, Rosario es la que está más al frente. Sin embargo, cuando son decisiones de extrema envergadura, el presidente tiene la última palabra.
Por ejemplo, la decisión de sacar a Nicaragua de la OEA, anunciada a finales de 2021...
Esas son decisiones donde a él se le consulta. Pero en el día a día, en mi caso particular, la comunicación era directa con ella.
¿Cuál es su estatus en Estados Unidos?
Estamos en la transición hacia un asilo. En mi país se me ha catalogado como un traidor a la patria (...) y si regreso me espera una celda en El Chipote, la prisión policial donde están recluidos los opositores.
¿Qué espera de la administración Biden?
Rogamos que extienda un estatus de protección temporal para los nicaragüenses que huyen del país, que les permita ganarse la vida honestamente, porque la “migra” los puede regresar a un régimen de terror. Tenemos una situación de catástrofe institucional en Nicaragua. Esto es peor que un tsunami.
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Por Moisés Ávila
