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"No ganó la oposición, triunfó Venezuela": reacción de quienes celebran victoria de la MUD

Una joven votante en San Antonio del Táchira da su testimonio sobre la forma en que se vivió la jornada electoral del domingo pasado en la zona fronteriza con el vecino del país.

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Yesika Castellanos, especial para El Espectador
10 de diciembre de 2015 - 01:20 a. m.
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¡Tanta dicha luego de una agonía tan larga! Primero fue la ansiedad incontrolable. Estábamos frente al examen más duro, con la certeza de saber que no éramos el alumno favorito del profesor. Sin embargo, la gente salió desde temprano a votar. En cambio otros se confiaron y salieron raspados (perdieron). Aunque los votos nulos hicieron parte de los rumores y el temor fue creciendo a lo largo del día, ni las largas colas en las mesas de votación opacaron la victoria.
 
Inevitablemente, las conversaciones en las colas incluían a los niños. “Se ven tan bellos. ¡cómo es la inocencia! Ellos juegan y no saben que es lo que está pasando acá”, comentó uno de los electores. En medio de la espera, se oían pacientes comentarios: “Todo por el cambio”, “Todo por el futuro”, “Por los chamos”. Cuando llegaron las seis de la tarde, San Antonio del Táchira parecía un pueblo fantasma.
 
Las calles estaban solas. No se escuchaba gente. Era un silencio que parecía peligroso. Con algunos miembros de la familia y amigos recorrimos los centros de votación y, a pesar de que empezó a correr el rumor en el Táchira de que habíamos ganado, prevalecía un tenso silencio. En anteriores oportunidades, a esa hora se escuchaba bulla y la gente desbordada en las calles se agrupaba para salir a festejar.
 
Esta vez, todo fue diferente. Dominaba la incertidumbre. Del chavismo porque presagiaba que no iba a salir bien librado y de la oposición porque no confiaba en la reacción del gobierno. Por eso la gente se concentró en sus casas a esperar los resultados. El comentario común era que no se podían contar los pollos antes de que nacieran. Fue una espera más larga que la de la votación misma. Sobre todo porque otras veces ya estaba escrita la derrota.
 
Hasta que llegó el momento esperado. Comenzaron los reportes electorales y desde los primeros resultados, los anuncios fueron suficientes para que la gente reaccionara. No obstante, falta escuchar las primeras declaraciones del presidente Nicolás Maduro. Cuando lo hizo, la emoción fue tanta que a la gente no le importó salir de la casa después de la media noche a celebrar después de tantos años de acumular sinsabores.
 
Bastaba recorrer unas pocas cuadras para darse cuenta de lo que había pasado en Venezuela. La gente salió de sus casas como si hubiera sucedido un terremoto. Alguna gente iba sin zapatos, en pijama o con toallas a la cintura. El pueblo sintió que volvía a tener esperanza, la misma que ahora nos dice que no tenemos la batalla totalmente ganada. Sin embargo, el avance democrático del pasado domingo da fuerzas para creer en el poder ciudadano y revertir un camino que parecía imposible de rectificar.
 
No hay palabras para describir lo que fue la alegría de la gente en las calles. Literalmente, en ese recorrido nocturno, la gente en San Antonio del Táchira terminó en una caravana de júbilo. En cada cuadra recorrida se unió mucha gente. Fue una celebración tan emotiva que algunos momentos no se sabía si había que reír o llorar. En definitiva, fue un respiro de paz, un puente necesario para quienes reclamábamos un cambio de rumbo urgente en Venezuela.
 
Es cierto, aún no se ha ganado la batalla definitiva. Pero es el inicio del fin de un poder sin límites. La idea no es que ahora no se polarice de nuevo la nación y que exista una oposición fuerte que haga veeduría, que vigile y desarrolle las herramientas legales para ejercer control y contención a un gobierno que a veces no  actúa pensando en el futuro. En síntesis, no ganó la oposición, ganó el pueblo que pedía un cambio. Ganó Venezuela que quiere crecer en libertad. 

Por Yesika Castellanos, especial para El Espectador

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