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El oficial a cargo del ejercicio militar no salía de su asombro. La situación sobrepasaba todo lo que le habían enseñado en la academia. “Estamos entrando en aguas blancas, algo debe estar mal. No sabemos dónde estamos… No, el agua es verde, no blanca...”.
Era el 5 de diciembre de 1945 y en la base militar de Fort Lauderdale, Florida, reinaba la confusión. Los cinco bombarderos TBM Avenger de la Fuerza Aérea Estadounidense que realizaban un ejercicio de rutina habían desaparecido del mapa. De inmediato se armó un operativo de rescate: un hidroavión PBM Mariner despegó minutos después rumbo a la zona del Atlántico donde se produjo el último reporte de la flota aérea. Pero siguió la misma suerte.
La historia del Vuelo 19 vino a saberse siete años después. George Sand, periodista de la revista Fate, incluyó el caso en su reporte sobre las aguas misteriosas que se tragaban barcos y aviones cerca a Florida. El caso inspiró a periodistas, escritores de ciencia ficción y científicos a investigar las causas de las desapariciones en la zona entre el estrecho de Florida y las islas de Puerto Rico y Bermudas.
Desde entonces, y según fuentes oficiales, se han reportado cuatro casos de aviones y ocho de barcos perdidos en el Triángulo de las Bermudas; sin embargo, existen numerosos reportes, obras de ficción y rumores que llegan a triplicar esas cifras. Entre ellos se encuentra la versión del periodista Allen W. Eckerd, quien encontró un documento de la Marina estadounidense de 500 páginas donde se concluye que los 14 hombres del Vuelo 19 y los 13 marines que despegaron en su rescate desaparecieron por “causas desconocidas”.
Pero ésta no es la única zona del planeta cubierta por el misterio. Las aguas del Lago Ontario, en Canadá, esconden una cifra escalofriante: los registros marinos ubican en más de 10.000 los accidentes de barcos ocurridos desde 1679 a la fecha. Buques de carga, veleros, yates y otras embarcaciones han sucumbido al llamado Vórtice de Marysburgh, que algunos marineros ubican al oriente de lago, cerca a la ciudad de Kingston.
Uno de los primeros relatos sobre el vórtice se remonta a 1883, cuando los marineros sobrevivientes del Quinlan, un buque que transportaba carbón, relataron que la nave entró a una zona gélida y de niebla espesa; después perdieron el conocimiento. Estos testimonios son similares a los recogidos por la prensa japonesa a mediados de los años 50, cuando pescadores de la isla Miyake, 100 kilómetros al sur de Tokio, denunciaron que algunos de sus compañeros desaparecieron en el llamado Mar del Diablo.
La historia volvió a salir a la luz una década después, cuando los tripulantes de tres barcos mercantes aseguraron haber visto luces submarinas en forma de ruedas que giraban sobre su eje. Las crónicas de embarcaciones y aeronaves que encontraron un trágico destino fueron apareciendo tiempo después, y se inmortalizaron en la novela fantástica El Triángulo del Dragón, del escritor estadounidense Charles Frambach Berlitz.
Más allá de la ficción y la tradición oral, hay algo que coincide en estos tres casos: las voces que afirman haber sufrido daños en los instrumentos de navegación de sus naves.
Expertos militares y marinos coinciden en que en estas zonas del planeta se experimentan anomalías en el campo magnético que afectan los compases y radares. De hecho, se sabe que estas herramientas sufren variaciones en la denominada “línea agónica”, ubicada entre Wisconsin y el Golfo de México, donde el norte magnético coincide con el norte geográfico y las condiciones de cualquier carta de navegación varían.
Sin embargo, hay un hecho que realza el misterio y motiva la ficción: estas tres áreas se encuentran a cientos de kilómetros de distancia de la línea agónica. Al igual que los 1.296 kilómetros de aguas que rodean el archipiélago Fernando de Noronha, en donde se concentra la búsqueda del vuelo AF 447 de Air France, que desapareció la madrugada del 1º de junio sin dejar ningún rastro.
Fallas en el radar
Dos horas después de despegar del Aeropuerto Internacional de Río de Janeiro, el Airbus A330-200 con destino a París dejó de comunicarse con la torre de tráfico aéreo de Brasil. Sin ninguna explicación aparente, el vuelo se salió de los radares y no volvió a emitir ninguna señal. Los controladores aéreos trataron de comunicarse con el avión en varias oportunidades —como revelaron los pilotos de un vuelo de Iberia que cubría la misma ruta— sin obtener ninguna respuesta. Desde entonces no se sabe qué pasó con la aeronave, que llevaba 228 personas a bordo.
Los últimos mensajes enviados desde el avión muestran que el aparato se vio envuelto en una secuencia de fallas eléctricas, tras atravesar una zona de fuertes turbulencias. François Brousse, director de comunicaciones de Air France, mencionó la posibilidad de que el aparato hubiera sido alcanzado por un rayo. Sin embargo, expertos en seguridad aeronáutica descartaron esta posibilidad. El ministro de Transportes francés, Jean-Louis Borloo, aseguró que es muy poco probable que un simple rayo, algo relativamente clásico en la navegación, pudiera haber causado la pérdida de la nave. “Realmente tuvo que producirse una sucesión de hechos extraordinarios para explicar esta situación”, dijo Borloo.
Un Airbus A330-200 es uno de los aviones más seguros. Desde su fabricación sólo ha sufrido un accidente mortal en 1994 durante un vuelo de prueba en Toulouse, en donde está ubicada la fábrica. Air France aseguró que el vuelo AF 447 mandó una señal automática indicando problemas eléctricos en una zona de mal tiempo. El experto en aviación Kieran Daly explicó a la CNN que harían falta unas condiciones meteorológicas realmente extremas para provocar un accidente en un avión de esas características. “Debió pasar algo más que todavía es un misterio”, aseguró.
Uno de los pilotos más respetados y veteranos de Air France explicó al periódico francés Le Figaro que es imposible que un piloto de esa aerolínea no haya podido sortear una tormenta, pues los vuelos de prueba de Airbus son realizados por los empleados de Air France. “Si alguien conoce estos aviones y sabe perfectamente qué hacer durante una tormenta u otra condición extrema son los pilotos de esta aerolínea francesa. Estoy seguro de que algo más tuvo que pasar”, aseguró el veterano piloto.
Otros expertos consultados por la prensa señalan con extrañeza el hecho de que la tripulación no hubiera lanzado un mensaje de auxilio. “Si los dos motores se hubieran dañado, los pilotos hubieran tenido cerca de 40 minutos para planear en busca de un lugar donde intentar aterrizar y por supuesto para dar la alerta por radio”, explicó Alais Coarlaut al periódico 0 Globo.
Pero si no fue un rayo ni tampoco una tormenta y las autoridades francesas también descartan la posibilidad de un atentado o una explosión en el aire, ¿qué le pasó al avión de Air France?
Comenzar desde cero
El enigma del Airbus A330-200 deja a los expertos en seguridad aérea atónitos y sin respuestas. Las pistas que surgieron cuando la Fuerza Aérea de Brasil informó haber visto partes de la aeronave flotando en medio del océano Atlántico se esfumaron al confirmarse que no pertenecían al avión. “Hasta el momento ninguna parte del avión ha sido recuperada, los pedazos hallados no pertenecen a la nave que buscamos”, aseguró el brigadier general Ramón Borges Cardoso, director del Departamento de Control del Espacio Aéreo de la Fuerza Aérea Brasileña.
Sin avión o pistas que expliquen qué fue lo que pasó la madrugada del 1º de junio, cuando el Airbus A330-200 sobrevolaba el Atlántico y se esfumó de los radares, no se podrá despejar el misterio. Hasta ahora lo único que se sabe, gracias a unos mensajes emitidos por el avión antes de perderse, es que sufrió fallas luego de atravesar una tormenta.
“La conclusión es que algo catastrófico ocurrió a bordo que hizo que esta aeronave cayera”, le dijo a The Associated Press Chris Yates, analista de la revista Jane’s Aviation. “Pensaría que cayó con tanta rapidez que el piloto no tuvo la posibilidad de hacer un llamado de emergencia”, agregó Yates.
Las autoridades brasileñas informaron que perdieron la ubicación de posibles partes por culpa de las fuertes corrientes. Si no aparece nada en el Atlántico en los próximos días, el misterio del vuelo de Air France dará lugar a todo tipo de teorías: bombas, suicidios y hasta extraterrestres, como ya comienzan a señalar varios portales de internet. Las respuestas yacen en el fondo del mar.
Las últimas señales
Contradiciendo la versión inicial de Air France, el periódico brasileño ‘Jornal da Tarde’ reveló que la aeronave perdida envió al menos seis comunicaciones a Air France en tierra. Estas son:
1. El comandante informó sobre la presencia de un área de fuertes turbulencias por encima del nivel de las nubes.
2. Diez minutos después, el piloto automático fue desconectado —voluntaria o involuntariamente, por ahora se desconoce— y surgieron los primeros indicios de problemas en el generador eléctrico.
3. En los dos minutos siguientes, otros dos mensajes indicaron errores en los sistemas de recogida y visualización de la información del vuelo.
4. Por último, se envió una alerta para informar del aumento de la velocidad vertical del A330-200, lo que según ‘Jornal’ podría indicar la despresurización de la cabina o incluso que el avión ya estaba cayendo al océano.