Hace tres semanas un grupo de manifestantes en Seattle llegó hasta la zona de Capitol Hill el pasado lunes en la mañana para protestar contra la policía, el abuso policial y el racismo estructural que se desarrolla actualmente en el país. Hasta ahí nada parece diferente a lo que ha sucedido en otras ciudades del país.
Pero lo llamativo fue lo que vino después. Los manifestantes colgaron un aviso en la pancarta de la estación de policía que dice: “Este espacio ahora es propiedad de las personas de Seattle”. De manera pacífica, los manifestantes empujaron a los oficiales del Departamento de Policía de la ciudad fuera de su propio edificio.
Hoy, sin embargo, las fuerzas de seguridad desalojaron la zona. La alcaldesa Jenny Durkan ordenó que la policía evacuara a los manifestantes de la zona denominada “Protesta Organizada del Capitolio” y que quitaran los vallados para desviar el tráfico.
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Durkan dijo que hasta el momento, la ciudad "ha facilitado razonablemente un ejercicio permanente" de los derechos constitucionales de libertad de expresión y manifestación.
Peros esos derechos "no requieren que la ciudad proporcione un santuario de su propiedad para su ocupación ilimitada, causando daños a la ciudad y a la propiedad privada, obstruyendo el derecho a la circulación o generando condiciones peligrosas", agregó.
La alcaldesa citó varios tiroteos en la zona que dejaron dos muertos, así como asaltos, violaciones y el uso de drogas. En una declaración aparte, la jefa de Policía, Carmen Best, dijo que la zona “se ha vuelto anárquica y brutal”. ”Ya es suficiente”, aseveró.
Imágenes de video mostraron a los manifestantes recogiendo sus posesiones y abandonando el lugar mientras la policía arrestaba a aquellos que se negaban a abandonar el lugar.