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A los mexicanos se nos terminó la incredulidad. En este punto ya nos parece un reto aterrador decir “ya no se puede caer más bajo”. Donald Trump, el mismo que dijo que éramos violadores, asesinos y narcotraficantes, el mismo que emociona a multitudes diciendo que va a construir un muro a lo largo de la frontera, sí, ese mismo Donald Trump, fue invitado por el presidente, Enrique Peña Nieto, a México.
Es difícil pensar en qué momento a alguno de los asesores del presidente le pareció que era una buena idea. No se qué tendría de bueno en la mente del mandatario menos popular en la historia del país abrirle la puerta al bully internacional del momento.
Con un tuit la tarde del martes, Trump confirmó que aceptaba la invitación y empezó uno de los episodios más extraños y vergonzosos en la historia de la diplomacia mexicana. La visita se programó para el día siguiente y el miércoles a mediodía el candidato republicano llegó a México. No sé de qué hayan hablado durante el tiempo que sostuvieron una reunión privada, no me consta de hecho que entre los dos hayan cruzado palabras. Tampoco me consta que el encuentro haya sido cordial. Lo que sí consta es que México, y en concreto Peña Nieto, salió perdiendo de este encuentro.
Durante el mensaje a medios de comunicación, en el que Trump estuvo presente, lado a lado con Peña Nieto, fue evidente el discurso tibio y sumiso: “Ha habido malas interpretaciones o afirmaciones que lamentablemente han lastimado o afectado a los mexicanos por la percepción de su candidatura, de la cual soy respetuoso, que el pueblo de México se había sentido agraviado por comentarios que se habían formulado”, afirmó. Como si el discurso de odio de Trump se pudiera confundir con percepciones y malentendidos. No, señor presidente, no hay ninguna mala interpretación. La narrativa de discurso de odio del candidato se basó desde el inicio en el tema de inmigración con los mexicanos y el islam como chivos expiatorios de todo lo malo que pasa en Estados Unidos.
Además, no es sólo el tratamiento racista y xenófobo contra los mexicanos. Durante más de un año de campaña, Trump se ha dedicado a insultar y menospreciar a mujeres, periodistas y opositores. Su retórica de la mentira y del miedo invaden peligrosamente el terreno de grupos extremistas blancos y antisemitas. Invitar y arropar en tu país a una persona que no sólo ataca a tu pueblo sino también los valores y principios en los que está basada la convivencia internacional, no sólo es un error, es una irresponsabilidad.
El ridículo internacional continuó horas después, cuando Trump, ya de regreso en Estados Unidos, dirigió un mensaje en el que explicó su política migratoria. “México va a pagar por el muro, aunque ellos no lo sepan todavía”, dijo, y con una frase lapidó el tibio intento de Peña Nieto de hacer diplomacia preventiva. Pisar por unas cuantas horas la Ciudad de México no iba a lograr que cambiara su opinión; es ingenuo e infantil suponerlo.
No encuentro razones por las cuales Peña Nieto haya creído que algo bueno surgiría de este encuentro. En una columna del jueves en el diario El Universal, el presidente hace una tibia defensa y se escuda en un afán de diálogo. Si bien es cierto que la invitación fue echa a los dos candidatos y que Trump fue el primero en responder, dicha invitación era absolutamente innecesaria. El diálogo sólo se puede construir cuando tu interlocutor está dispuesto a escucharte.
“Quizás el presidente mexicano no es tan brillante”: con esta explicación Jim Newell, de Slate, corona su texto en el que deja ver, para vergüenza de muchos, la irracionalidad de la manera de actuar de Peña Nieto. El problema no es que tenemos un presidente tonto, es que además es corrupto, tramposo y arrogante. Sólo en estas últimas semanas se vio envuelto en un escándalo por presunto tráfico de influencias con un contratista de Miami y se descubrió que había plagiado su tesis de licenciatura. La Comisión Nacional de Derechos Humanos determinó que el jefe de la Policía Federal tenía responsabilidad por ejecuciones extrajudiciales en Tanhuato. La solución: ¿invitar a Trump a México?
Quedan poco más de dos años en el periodo de Peña Nieto. Demasiado tiempo si me preguntan.
* Periodista mexicana.